Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor
⏩⏩⏩ Comenzamos la tercera semana de enclaustramiento con la esperanza
de que el once de abril termine esta experiencia, pero con la intuición de que
no será así. Entiendo que nuestros representantes navegan sobre aguas
desconocidas con el miedo a sucumbir a
los cantos de sirenas y se guían, con el objetivo de llevarnos a buen puerto,
por la prudencia para no desmoralizar a la tripulación. Saben que una rebelión
a bordo complicaría la travesía, pero personalmente prefiero que me den un
plazo más largo al que acostumbrarme, con la ilusión de acortarlo por el buen
hacer, a las falsas promesas, que lo único que consiguen es alimentar la
desconfianza sobre nuestros capitanes. Prefiero estar preparado ante la
tormenta, a que me sorprenda con solo un paraguas en la mano, pero, como
cantaba Serrat, cada loco con su tema, cada uno es como es, cada quien es cada
cual.
Por eso cada uno de nosotros, dependiendo de las circunstancias
personales, hemos encontrado una manera diferente para sobrellevar este
capítulo de nuestra particular Odisea. La mía, para no sucumbir a la
desesperación, al miedo y al pesimismo es la de imaginar qué recuerdos
quedarán de esta épica travesía. Sé que es pronto, que cada día se suceden
nuevos imprevistos, pero ante el miedo de que lo aprendido durante el camino
quede supeditado al éxito conseguido, empiezo a tomar notas, para no olvidarme
de lo vivido en estas dos semanas, de los aplausos, de las palabras y los
sentimientos que nos sostienen ante la adversidad y que, conociendo a la
especie humana, pronto quedarán como ecos lejanos.
Ecos que deberíamos empezar a guardar en cajitas con la idea de
abrirlas de vez en cuando, que nos sirvan como revulsivo para construir una
nueva sociedad, para que los cantos de sirenas no nos vuelvan a confundir y nos
lleven por los mismos caminos equivocados. Quizás así Pandora sienta algo de
consuelo al enmendar las consecuencias de su curiosidad.
El primero de los ecos que yo guardaría sería el de la humildad, para no volver a creernos por encima del bien y del mal
El primero de los ecos que yo guardaría sería el de la humildad,
para no volver a creernos por encima del bien y del mal, para recordarnos la
fragilidad de nuestra biología y la inutilidad del capital cuando la naturaleza
decide abrirse paso e igualar a ricos y a pobres, a reyes y vasallos, a sabios
e ineptos, a los del norte y a los del sur, a los del este y el oeste.
Al sabernos en manos del azar hemos desarrollado la empatía entre
vecinos, entre países, incluso entre enemigos irreconciliables. El eco de la
solidaridad no debemos dejar que se pierda cuando la crisis económica sustituya
a la sanitaria. Sera bueno recordar que estar en uno u otro lado de la línea es
cuestión de una ráfaga de viento, del aleteo de una mariposa, del peso de una
pluma.
La estructura del Estado, con sus deficiencias, limitaciones y obligaciones ha sobresalido sobre el libre mercado
Espero que cuando se levante el estado de alarma, y nos inviten a
correr, resuene el eco de la responsabilidad individual para construir y
sostener la comunidad que en estos momentos duros nos ha protegido, nos ha cuidado
y ha evitado que el sálvese quien pueda haya corrido como la pólvora. La
estructura del Estado, con sus deficiencias, limitaciones y obligaciones ha
sobresalido sobre el libre mercado, que despojado de su brillo, del sonido
metálico, de su etiqueta de éxito se ha devaluado a medida que las cifras en
hospitales se multiplicaban a diario.
Cuando volvamos a echarnos de más, deberíamos liberar el eco de la
soledad que hemos sentido al echarnos de menos, rememorando los abrazos, los
besos, las caricias y el olor de los seres queridos.
El día que volvamos a sentirnos acorralados, sin alternativas, sin
imaginación, sin recursos para seguir adelante podremos rescatar el eco de la
paciencia, de la cordura, que hemos desarrollado en esta clausura obligada. En
esos momentos podremos recurrir al eco de la confianza, la que hemos adquirido
en nosotros mismos, en nuestros vecinos, en la estructura de nuestro país. Que
la desazón hacia nuestros políticos, del color que sea, por los errores
cometidos no enturbie los triunfos conseguidos, que han sido muchos.
Pero por encima de todos los ecos, que viene a ser el que los
aglutina a todos, debemos conservar, proteger y multiplicar, el eco de los
balcones. No podemos olvidar la alegría, los aplausos, los vítores a los héroes
que sustentan nuestra sociedad, la primera línea de batalla que lucha contra la
enfermedad, contra la incultura, contra la desinformación, contra los
irresponsables, contra el hambre, contra el progreso, contra la investigación,
contra la familia.
Sé que cuando todo pase seguirán reverberando los ecos de lo
vivido, la pregunta es si nos dejaran escucharlos los cantos de sirenas.
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