Javier Pajarón
Periodista
“Hace unos años, recuerdo que un grupo de
sacerdotes entró en el establecimiento donde trabajaba como camarero. Yo no los
conocía, pero ellos me miraban y hablaban sobre mí. Me sentí mal. Ahora pienso que todos sabían quién era mi padre”. Emilio Jesús Gómez vio el mundo por
primera vez en la clínica Sant Josep Oriol de Barcelona hace 51 años y, aunque lleva el nombre de un cura en su DNI,
muestra con la voz entrecortada y una humildad natural su preferencia. “Llámame
Jesús, por favor”.
Emilio Jesús Gómez, con una foto de su padre (La Voz) |
Hace más de dos décadas, deshizo las
pisadas de su madre hasta la provincia de Almería, un regreso a los orígenes familiares donde
construir una vida. Las respuestas llegaron antes incluso que las preguntas.
“En el pueblo todo el mundo me conocía como el hijo del cura, aunque no me
supuso ningún problema”. El 19 de noviembre de 2016
falleció Emilio Muñoz, antiguo
párroco en Dalías. Su madre le entregó entonces un profuso archivo
de cartas y fotografías para demostrar la supuesta relación sentimental entre
ambos, ocultada durante medio siglo por el velo de la Iglesia y la oscuridad
del franquismo.
El ‘hijo del cura’ a los ojos del pueblo quiere ahora serlo también a la vista de los tribunales y ha presentado una demanda para la determinación de paternidad
Aquellos documentos se convirtieron
rápidamente en el motor de la búsqueda de Jesús Gómez. “Estoy cien por cien seguro de que es mi
padre y solo quiero que se haga justicia a mí y a mi madre”. El ‘hijo del cura’ a los ojos del pueblo
quiere ahora serlo también a la vista de los tribunales y ha presentado
una demanda para la determinación
de paternidad. Un Juzgado de la localidad de Martorell (Barcelona)
estudia desde hace unos días las alegaciones presentadas por los abogados María
de los Ángeles Ruiz Olmo y Mariano Garfias, con despacho en Roquetas de Mar.
“Emilio Muñoz, por su condición de
sacerdote, mantuvo en secreto la
existencia de un hijo”, explica Ruiz Olmo. “Y desde el Obispado de
Almería muy posiblemente se encubrieron el hecho, según se desprenden de los
documentos aportados”. Los documentos se refieren a una colección fotográfica de la
madre de Jesús Gómez y el párroco Emilio Muñoz (sin sotana en la mayoría de
ellas) fechadas en los años sesenta y, especialmente, a cartas del
párroco dirigidas a la mujer y que reflejan una relación amorosa.
En una misiva fechada en octubre de 1967,
el cura se muestra frustrado desde Barcelona por la distancia y parece animar a
la mujer a abortar ante la imposibilidad de estar juntos y cuidar al
niño.
“Querida Mary. Con
suma alegría y al mismo tiempo con gran pena recibí la tuya del día 30 de
septiembre. Se ve que tardan mucho las cartas (...) Cuéntame cosas. Pero, de
entre todo, ya sabes lo que quiero que me cuentes. Me parece mentira que va a
llegar la hora en que me digas que no tienes ya nada, que has empezado a estar
normal. Yo comprendo tu situación, pero la mía comprenderás, Mary, que no es
mejor. (...)
Tu, al menos, tienes
a tu prima. Yo con nadie cuento. No tengo ganas de nada. me encuentro extraño
ante todos. Solo pienso en lo nuestro. (...) En estos momentos empiezo a
llorar. No me puedo resistir. Me acuerdo de tantas cosas nuestras y ver que
todo el mundo va en contra tuya y mía. Bueno, ya veré hasta dónde dura esto.
Mary, inténtalo por todos medios. Quédate libre. Sé valiente. Sin más, recibe
un fuerte abrazo de tu... que te quiere con locura”.
La carta tiene su continuidad en otros
textos. De hecho, en un fragmento habla de envíos diarios de escritos a Mary desde Barcelona y de la
angustia de un amor imposible.
“Mi madre es posiblemente la persona más perjudicada de esta historia”, indica. “Pensemos en aquella época, en una mujer sola, en un pueblo pequeño; fue una situación muy complicada para ella”
Jesús Gómez fue inscrito en diciembre del
año 1968, aunque su madre le relató que tardó
muchos meses en acudir a
registrarlo oficialmente, lo que permitiría casar las fechas con la
cronología de las comunicaciones conservadas. “Mi madre es posiblemente la
persona más perjudicada de esta historia”, indica. “Pensemos en aquella época,
en una mujer sola, en un pueblo pequeño; fue una situación muy complicada para
ella”.
El caso no pasó desapercibido para la
jerarquía eclesiástica. Monseñor Suquía, entonces Obispo de Almería
(1966-1969), tomó el mando para silenciar
el asunto, como demuestran dos cartas fechadas en octubre de 1968 y
julio de 1969. “Yo les agradecería
en el alma si este asunto tan delicado y difícil trataran de resolverlo entre
el doctor Sala y usted conjuntamente y de acuerdo con Mary (...) Y, por mi
parte, abriré el corazón plenamente a la caridad”.
El texto escrito a máquina y firmado por
Ángel Suquía, una de las figuras
más importantes de la Iglesia en España en la segunda mitad del
siglo XX, apunta presuntamente a la manutención de la madre de Jesús Gómez. La
mujer fue enviada a una institución religiosa en Cataluña, lejos de las malas
lenguas de la provincia de Almería y la carta se remitió a un
reverendo.
Además, en un segundo escrito dirigido a
Mary, el propio Ángel Suquía habla de pagos
mensuales de 8.500 pesetas para los gastos. “Querida Mary. He
recibido hoy dos cartas: una del 14 de mayo y otra del 3 de julio pasados. Con
fecha de mañana envío a Don Francisco la cantidad de 8.500 pesetas
correspondiente al mes de mayo. No sabe usted con cuánto gusto he hecho este
sacrificio para ayudarle, pero ya no puedo más”.
Estas palabras firmadas por Ángel Suquía
el 16 de julio de 1969, manuscritas en un folio con el membrete del Obispo de
Almería, llegaron aproximadamente un
año después del parto. La hoja se quedó pequeña para todo el mensaje
y monseñor acabó por despedirse en el margen izquierdo con una mención al “pequeño”.
“Mi madre me habló de Ángel Suquía, pero
nunca lo hizo bien; diría que era persona non grata para ella”, advierte Jesús
Gómez con firmeza. “La Iglesia ha ocultado muchas cosas y aún tiene mucho
poder”.
Jesús se confiesa católico y, aunque
apenas menciona el llamativo parecido físico con su presunto padre, incide
en otras conexiones más
espirituales. “Me veo similitudes con él, aunque no sabría explicarlo.
Siempre me ha llamado mucho la atención la religión y he sentido algo
especial”. Mira la mesa y coloca una a una cada foto en blanco y negro.
La presunta relación amorosa entre el cura
de Dalías y una vecina del pueblo provocó la inmediata reacción de la Iglesia.
Mientras la mujer fue enviada a Cataluña para apartarla de las miradas
curiosas, el sacerdote Emilio Muñoz acabó en una misión en Alemania. Antes de
partir hacia su nuevo destino, remitió una carta de despedida a su “querida
Mary” entre lamentos. En ella subraya nuevamente el papel del obispo de
Almería.
“Mi apreciable Mary.
Creo sería poco digno que me marcharse sin avisarte. Hoy mismo. Ayer lunes, me
llamó el señor obispo. Está enterado de todo lo nuestro. Ya se lo habían
contado. A mí me trató como un padre. Nada de regañarme. Solo me ha pedido que
me marche de seguida. Sufro mucho. A ti te pido paciencia. No quieras vengarte.
Espera y calla. Adiós mi Mary”.
El documento se aportará entre las pruebas
de la demanda presentada por los letrados Mariano Garfias y María de los
Ángeles Ruiz Olmo en los Juzgados de Martorell (Barcelona). Ángel Suquía fue
luego obispo de Málaga, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia
Episcopal en España. En 1985 fue nombrado cardenal. Murió en julio de 2006.
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