José Ángel Ferrer
Director de Ferrer Arquitectos
La polémica suscitada alrededor de la Plaza Vieja de Almería ha generado
un variado y nutrido conjunto de opiniones y comentarios; todos respetables, pero,
en mi opinión, no siempre constructivos. Demasiado trasfondo de coloraos contra
azules, de izquierdas contra derechas. Para mí, un debate algo rancio en
ocasiones que, más que aclarar, ha ido enconando aún más las posiciones.
PLaza Vieja (Loa) |
Me gustaría referirme aquí a la experiencia sensorial del que
visita la plaza más allá de las disquisiciones políticas e ideológicas que han venido
alimentando últimamente esta controversia. La Plaza Vieja es uno de los mejores
ejemplos de plaza mayor porticada con ayuntamiento del sudeste español y que,
sin pretensión de comparar, tiene sus precedentes en las plazas mayores de otras
ciudades de nuestro país como Salamanca, Valladolid, Madrid o Córdoba.
El tiempo suele ir aclarando las cosas como si de una batea para
extraer oro se tratara. A base de agitar el agua el agua mezclada con la tierra
se va desprendiendo la grava hasta quedar lo auténticamente esencial, lo permanente,
lo valioso: las pepitas de oro; mezcladas, eso sí, con algo de arena, porque la
pureza extrema no existe. Solo aproximaciones.
Las personas nos enredamos con demasiada frecuencia sin más objetivo que el intento de hacer prevalecer una posición, en aras de alguna razón más personal que colectiva
La lectura de mucho de lo que se ha escrito sobre este asunto a lo
largo de estos últimos meses me ha ido produciendo un efecto similar al que provoca
cada vaivén en esa batea a la que me he referido y me ha llevado a la
convicción de que el fondo auténtico que anima esta polémica tiene poco que ver
con los coloraos o con la conveniencia de una reforma integral de la plaza. Más
bien, responde a enfrentamientos, a veces absurdos, en los que las personas nos
enredamos con demasiada frecuencia sin más objetivo que el intento de hacer prevalecer
una posición, en aras de alguna razón más personal que colectiva y que, por
tanto, no es la que suele beneficiar más a la sociedad en general y por ende a la
ciudad.
Entre los que están a favor de que todo quede como está, es decir,
en contra de la reforma de la plaza, nos
encontramos con argumentos que se centran en el valor de los coloraos, aquellos
mártires que lucharon por la libertad; otros, en la insensibilidad que demostró
algún político de turno sobre la conveniencia de homenajearlos; alguno se refirió
al coste de las obras de desmontaje y traslado del pingurucho; algunos más,
sobre la pérdida de la sombra que arrojan los árboles actuales; afortunadamente
muy pocos sobre el supuesto escaso valor arquitectónico y urbanístico de la
plaza.
Respecto de los que están a favor de la reforma integral, traslado
de pingurucho y ficus incluidos, se centran fundamentalmente en la oportunidad para
recuperar un espacio arquitectónico único en Almería; en la visión de una plaza
semioculta en las últimas décadas; en la oportunidad para disponer de un espacio
más flexible y adaptado a cualquier evento público; en que iba en el programa
electoral del partido gobernante y, por tanto, se da por asumida la reforma o
en que la recuperación de los valores esenciales de la plaza no es incompatible
con el valor y mantenimiento del pingurucho y los ficus, al poderse trasladar a
otro lugar más adecuado.
Las opiniones en contra de la reforma han sido mucho más sonoras aunque, a mi parecer, no reflejan el sentir mayoritario de la sociedad almeriense cuando se explica bien el problema
Sin embargo, las opiniones en contra de la reforma han sido mucho
más sonoras aunque, a mi parecer, no reflejan el sentir mayoritario de la
sociedad almeriense cuando se explica bien el problema. De hecho, es curioso que
cuando se comenta este asunto en persona dentro grupos reducidos de diferentes
sensibilidades, y he tenido oportunidad de debatirlo en diversos foros, se
percibe una opinión mayoritaria a favor del traslado de los ficus y pingurucho.
Y los que están inicialmente en contra, si no están excesivamente influenciados
ideológicamente, a poco que se les argumente suelen aceptar la posibilidad de
la reforma prevista.
Parece como si los que están a favor del traslado de pingurucho y
ficus no se atrevieran a manifestar públicamente su opinión por miedo a que los
tachen de contrarios a la libertad, de defensores del absolutismo de Fernando
VII, de fachas, de poco ecologistas, de antidemócratas o de cualquier otro calificativo
que provoca esos miedos que nos suelen atenazar, en ocasiones, al ser humano.
En cualquier caso, respeto tanto a los que están en contra como a
los que están a favor, a los que lo manifiestan como a los que no lo hacen.
Estoy seguro que si profundizamos adecuadamente, todos tienen loables razones
para opinar como opinan.
Con el traslado de los ficus y el pingurucho, Almería va a descubrir un espacio único y singular de gran valor estético, arquitectónico y urbanístico, semioculto durante muchos años
Mi opinión es que, con el traslado de los ficus y el pingurucho,
Almería va a descubrir un espacio único y singular de gran valor estético,
arquitectónico y urbanístico, semioculto durante muchos años. Un espacio con una
singularidad que reside en un conjunto de características como sus generosas y
óptimas dimensiones, sus adecuadas proporciones, la regularidad en el ritmo de
sus vanos y macizos, su escala apropiada, su homogeneidad, su condición
unitaria y el carácter que impregna todo su conjunto construido.
Todo lo anterior hace de la Plaza Vieja un espacio sin precedentes
en nuestra provincia a nivel arquitectónico al margen de otras consideraciones históricas
o sociales. Recuperar el carácter diáfano de la plaza, su esencia como espacio
urbano que acoja con serenidad casi cualquier actividad supone descubrir su identidad,
atender a su autenticidad.
Actualmente, resultan difíciles de apreciar los valores que atesora
la plaza al encontrarse parcialmente ocultos y no ya porque estén físicamente tapados
y se dificulte su visión directa sino porque la presencia de elementos, fuera
de escala para ese entorno o con una alta carga decorativa que actúan a modo de
imán visual, como el pingurucho, desvían la atención que merece el resto del conjunto
construido, incluida la magnífica cúpula del convento de Las Claras, generando
un cuasi conflicto óptico y estético.
Despojar la plaza de lo que, en mi opinión, le es ajeno, la
dotaría de mayor intensidad urbana, de mayor claridad, en contraposición con ese
estado insulso, confuso, anodino y falto del carácter que actualmente
transmite.
El pingurucho debería ubicarse en un lugar preferente y relevante. Para mí, el mejor con diferencia sería donde actualmente se encuentra el obelisco sur de la rambla
Ahora bien, igual que digo lo anterior, posicionándome a favor de una
Plaza Vieja despejada, sin los ficus y sin el pingurucho, también creo
conveniente manifestar lo siguiente: El pingurucho debería ubicarse en un lugar
preferente y relevante. Para mí, el mejor con diferencia sería donde
actualmente se encuentra el obelisco sur de la rambla funcionando así como fondo
de perspectiva y estableciendo una adecuada relación con el mar próximo.
De esta forma recuperaríamos la memoria del lugar por donde
entraron y fueron asesinados los coloraos estableciendo una necesaria y
adecuada dialéctica entre ambos espacios. Sin embargo, esto obligaría a
eliminar el obelisco que tan acertadamente se ubicó en ese punto de la rambla. Por
tanto, si tenemos que buscar otra alternativa, quizá una solución podría ser el
comienzo del parque Nicolás Salmerón frente al Gran Hotel, pero habría que
acondicionar muy bien ese espacio para que el pingurucho se presentara con todo
el esplendor que merece evitando que aparezca como un elemento residual y
descontextualizado.
Los ficus podrían trasplantarse si su coste es razonable. Lo importante
es la tendencia a ir aumentando la vegetación en nuestra ciudad al margen de
episodios puntuales que obliguen a prescindir de algunos árboles de forma esporádica
en aras de alguna actuación de mayor relieve.
La creación siempre implica destrucción. No hay que tener miedo a eliminar algo si no tiene un gran valor o se puede disponer en otro lugar con igual o mejor resultado. Y este es el caso, tanto de los árboles como del pingurucho
La creación siempre implica destrucción. No hay que tener miedo a eliminar
algo si no tiene un gran valor o se puede disponer en otro lugar con igual o mejor
resultado. Y este es el caso, tanto de los árboles como del pingurucho. Por
último, y no por ello menos importante, la futura plaza debería diseñarse y ejecutarse
con el mayor acierto y sabiduría posibles. Desde mi modesta opinión, no me
gustaría dejar de sugerir que se replantease el diseño del pavimento previsto
que ha aparecido en algunos medios y redes sociales.
Creo que el nuevo pavimento de la plaza no se debe convertir en un
elemento con demasiado protagonismo que pudiera entrar en conflicto visual con
el resto del espacio. Un pavimento más neutro que subrayara la galería porticada
y la fachada del ayuntamiento podría resultar algo más adecuado. También,
habría que disponer elementos de sombra creativos e innovadores, donde se le pueda
dar cabida a la vegetación natural evitando las típicas y convencionales
pérgolas o sombrillas.
Así, la Plaza Vieja debería transformarse en un espacio moderno, pero
manteniendo su esencia y carácter original. En definitiva, una plaza que se convierta
en una referencia para nuestra provincia, antesala y vestíbulo del recorrido
hacia la ausente Alcazaba actuando de enlace entre el centro histórico y el
monumento que dio origen a la ciudad.
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