La vacuna que puede cambiar el mundo


Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor

⏩⏩⏩ Desde los grupos ecologistas, conservacionistas, naturalistas, desde la Educación Ambiental, se lleva décadas trabajando, proponiendo soluciones, hablando de decrecimiento, de nuevos modelos económicos, de resiliencia, de reconstruir la sociedad, de reformular nuestra escala de valores, de la responsabilidad de los ciudadanos ante los problemas, de la importancia de la comunidad, de volver a conectar con la naturaleza, de apoyar y escuchar a la ciencia, de apostar por lo publico frente a lo privado, de valorar lo nuestro, lo cercano, lo que nos representa, a los que nos cuidan, pero nunca imaginamos que todo llegaría a la vez.


Pensábamos que sería paulatino, que una cosa llevaría a la otra, pero de repente el mundo se para. Todo lo construido deja de tener valor y, como en una maravillosa utopía, descubrimos que otro mundo es posible, y beneficioso para nosotros como individuos, como sociedad, y para el planeta. Un baño de humildad, para recuperar la humanidad, la sensibilidad, el alma que perdimos persiguiendo sueños importados, de saldo, de comprar, usar y tirar.
Todos los países, todas las farmacéuticas, están trabajando, invirtiendo grandes cantidades de dinero, para ser los primeros en ofrecer una solución a la pandemia
La pregunta que ahora nos hacemos es ¿hasta cuándo? ¿Será suficiente una cuarentena para reconstruirlo un nuevo modelo económico, o despertaremos abruptamente de este sueño de primavera para no llegar tarde al trabajo? Para mí, una de las claves, va a estar en la vacuna, mejor dicho en quien se haga con los derechos de la vacuna. Todos los países, todas las farmacéuticas, están trabajando, invirtiendo grandes cantidades de dinero, para ser los primeros en ofrecer una solución a la pandemia. Unos pensando en pasar página, en proteger a los ciudadanos, otros en llenarse los bolsillos.

Hace unos días el presidente Trump le pidió a sus científicos que tuviesen una vacuna preparada antes de las próximas elecciones, y estos le dijeron que la ciencia no funciona así, que hasta dentro de un año no la tendremos testada y con la seguridad de que sea eficaz y sin efectos secundarios. Me imagino su respuesta.

En los años 80 se desató en el mundo una nueva enfermedad, el Virus de Inmunodeficiencia Humana, el conocido como SIDA. Soy consciente de que las condiciones de uno y otro, la forma de propagarse, las reacciones de los gobiernos y el momento de la historia no eran los mismos, pero lo que creo que es interesante es la guerra que se desató por su vacuna.

El primero que aisló, identifico y creó un test de detección del VIH fue el Instituto Pasteur de Francia, con su jefe investigador Luc Montagnier a la cabeza. Eso no significaba que tuviesen la cura, pero si era el primer paso para empezar a hacer pruebas y poder controlar la pandemia. Los americanos, con Reagan como presidente, que ya estaban viendo los estragos que el virus hacia en su país, solicitaban que los franceses cediesen los test para ir haciendo pruebas, pero Chirac, en aquel momento primer ministro de Francia, comenzó los trámites judiciales y económicos para que se le reconociese la patente.

Mientras sucedía todo esto, aparece Robert Gallo, investigador americano apoyado por la administración Reagan, afirmando que ha conseguido crear al mismo tiempo que los franceses su propio test de detección. Así que empiezan a aplicarlos, pero según se cuenta, estos test no eran tan efectivos como los franceses, así que murieron muchísimos pacientes por culpa de su ineficacia. A Gallo se le investigó, entre otras muchas decisiones, sobre apropiación indebida de datos del Instituto Pasteur, pero terminó saliendo absuelto por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos.

Después de millones de muertos en el mundo, Reagan y Chirac  decidieron dividirse a partes iguales, entre los dos países, el botín, perdón, los beneficios de los test de VIH. En 2008 se entregó el Nobel de Medicina, por haber identificado el virus, a Luc Montagnier, Francoise Barré-Sinoussi propuestos por Francia, y a Harald zur Haussen por identificar el virus del papiloma. El doctor Robert Gallo no fue propuesto por los EE.UU.

Hablar de lo que puede pasar, de que haría cada país, puede ser divertido, un buen ejercicio de análisis, de predicción y mucha imaginación, pero si la vacuna se convierte en nuevo negocio para unos pocos volveremos a la senda que nos ha llevado a este callejón sin salida. Si la patente quedase liberada, sería el comienzo de una nueva forma de entender el mundo. El tiempo dirá. Quiero ser optimista. #yomequedoencasa.

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