Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor
⏩⏩⏩ El cine y la literatura, además de entretener, nos ayudan a
comprender el mundo. Todo lo que sucede ya ha sido contado de alguna u otra
manera. Así que el argumento de un virus que amenaza la humanidad ya lo hemos
vivido. De hecho, desde que saltó la amenaza del coronavirus, La Peste, de
Albert Camus, se ha disparado en ventas.
A lo largo de la historia de la humanidad hemos padecido
diferentes epidemias que han diezmado la población. La gripe española, la
viruela y la peste mataron en Europa millones de personas. Eran otros tiempos, había poco conocimiento, poca ciencia y mucha insalubridad y miedo a los castigos
divinos. Pero, recurriendo al refranero, no hay mal que cien años dure, ni mal
que por bien no venga.
Fue tanta gente la que murió tras la peste, 75 millones de personas en el mundo, que faltaba mano de obra y, por tanto, los salarios de los trabajadores subieron
Tras esas epidemias aprendimos mucho sobre cómo prevenir las
enfermedades y, ante las nuevas condiciones planteadas, se reestructuraron las
sociedades de la época. Fue tanta gente la que murió tras la peste, 75 millones
de personas en el mundo, que faltaba mano de obra y, por tanto, los salarios de los trabajadores
subieron, igual que los alquileres de tierras bajaron porque los latifundistas
no encontraban a nadie a quien alquilárselas. Los historiadores se atreven a
decir que un nuevo mundo nació de la enfermedad.
En ese sentido, el de una nueva sociedad reconstruida tras la
catástrofe, ha venido a mi memoria una película española de 2013, Los últimos
días, dirigida por los hermanos Pastor.
Su argumento se basa en un virus que sin saber cómo surge e impide a la
gente salir a las calles, por lo que quedan confinados en cualquier espacio que
no esté al aire libre. Historias apocalípticas hemos visto muchas. En algunas
el origen de la amenaza desaparece, dejándonos un aviso de lo que podría ocurrir; en otras, los humanos terminan reinventándose y adaptándose a las nuevas
condiciones.
Aún no sabemos si el coronavirus será aviso o pandemia, pero lo que sí nos está dejando es una gran cantidad de evidencias de que otra sociedad es posible
Aún no sabemos si el coronavirus será aviso o pandemia, pero lo
que sí nos está dejando es una gran cantidad de evidencias de que otra
sociedad es posible. Es más, las teorías conspirativas lo ponen sobre la mesa. Parece todo programado para reestructurar el equilibrio económico mundial. No
me gustaría que me entendieran mal y que me acusasen de frivolizar, pero este
virus nos está dando que pensar.
Partimos de un virus, dicho por los científicos, poco peligroso,
con una tasa baja de propagación comparado con otras gripes más agresivas. A
pesar de que cada día nos detallan las muertes que se han producido y los
contagiados, siguen siendo cifras ridículas si las comparamos con la población
mundial.
Algunas empresas se están planteando el teletrabajo, con el consiguiente beneficio que habrá para conciliar la vida familiar y para reducir la contaminación
A pesar de su baja incidencia, nos ha dejado grandes logros
sociales. Algunas empresas se están planteando el teletrabajo, con el
consiguiente beneficio que habrá para conciliar la vida familiar y para reducir
la contaminación. En ese sentido, con el cierre de las fábricas en China, se
han reducido un 25 % los niveles de gases de efecto invernadero, evitando, a
pesar de que Ayuso diga que la contaminación no mata a nadie, la muerte de 3.500 chinos al mes. Quizás para luchar contra el Cambio Climático
habría que inventar al menos una cuarentena al año. E insisto, no es mi
intención frivolizar.
Esos encierros forzosos, cada uno los habrá vivido a su manera,
pero en muchos de los casos habrán conseguido tener tiempo para sí mismo, para
su familia. Habrán vuelto a jugar a las cartas, al ajedrez, a leer, a hacer el
amor en vez de estar corriendo de un lado para otro para llegar al puesto de
trabajo, para mantener el engranaje del sistema productivo que nos desgasta
como individuos y nos está llevando a la extinción. Además, sin perjuicio a sus
derechos labores.
Está evitando que viajemos a ver partidos de fútbol a otros
países, que se disputan porque el público ya no es fundamental para el negocio.
Pierde emoción, pero no rentabilidad. Se han suspendido grandes ferias
económicas, la celebración de maratones, pero no impide que los celebremos
aquí, que podamos seguir reuniéndonos para celebrar las fiestas si el número de
turistas no nos amenaza.
No sé qué pensarán ustedes, pero este coronavirus nos está
marcando el camino para volver a dar un pasito atrás, para repensar y
reconstruir nuestra sociedad. Nos invita a consumir y a gastar menos, a tener
tiempo para nosotros, a recuperar nuestras tradiciones y disfrutar en nuestra
tierra, con los nuestros, sin vender nuestras tradiciones al turismo. Y además
protege a la infancia.
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