Antonio
Felipe Rubio
Periodista
Durante
verano de 2010 se produjo un extraño fenómeno alimentado por la euforia que
logró transmitir la Selección Española de Futbol. La acumulación consecutiva de
victorias conducentes a la gran explosión de júbilo patrio condujo a la afición
y público en general a la identificación con los colores de la “Roja”… y
gualda. Jamás, con un gobierno entregado al revanchismo gerracivilista de
Zapatero, se pudo contabilizar tamaña efusividad por los colores de la
auténtica bandera española; eso sí, siempre y cuando se mantuviese el apoyo a
los ganadores en triunfantes contiendas y en el éxtasis final.
Poco
más duró la cosa. Tras los ecos de la procesión triunfal por las calles de
Madrid, la recepción de diversas autoridades y el festival de algazaras
desafinadas que concluyó con el “¡Viva España!” de nuestro inolvidable paisano,
Manolo Escobar… y aquí acabó la historia. Socialistas, comunistas, podemitas,
nostálgicos, revanchistas y sindicalistas afectos volvieron a enarbolar su infausta
bandera, que no es la “republicana”, sino la de la desastrosa y liberticida
Segunda República española.
Nuestra memoria ha demostrado ser volátil para la gratificación y letal para percutir en los errores
Me
pregunto cuál será y cuánto durará el factor recuerdo de los aplausos a los
sanitarios, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, bomberos, servicio de
limpieza, agricultores, panaderos… una vez se recupere la actividad normal tras
la pandemia. Nuestra memoria ha demostrado ser volátil para la gratificación y
letal para percutir en los errores. Nunca más acertada la gracieta que ronda
por las redes “Ahora que habéis aprendido a estar confinados a ver si aprendéis
también a votar”.
A
nadie debe extrañar que un gobierno, que llegó al poder mintiendo, continúe con
infames embelecos en asuntos tan sensibles como poner en riesgo cierto a la
población por interés sectario o en el conteo de los muertos dimanantes de su
propia incompetencia. En fin.
Descendiendo
a las bajezas políticas de menor rango, hay que destacar que durante el
confinamiento como el resto de mortales, los políticos también tienen que
entretenerse en algo, y lo hacen con exhibición de su propia torpeza en aras de
alcanzar una notoriedad que se torna en escaparate de sus indeseables torpezas.
Quizá
hayan pasado desapercibidas algunas propuestas tan “edificantes” como las del
Grupo Socialista en el Ayuntamiento de Almería. Primero, criticaron la decisión
del alcalde de suspender la Noche de San Juan del 23 de junio, proponiendo su
traslado a finales de julio a fin de evitar la “ruina del sector de la
hostelería”. Esta peregrina petición contrasta con la que su miopía política no
alcanza a atisbar. Almería, Capital Gastronómica de España 2019, tendría que
estar ahora recogiendo los frutos de la campaña que se desarrolló el año
pasado, pero el SARS coV-2 ha paralizado y frustrado cualquier intento de
extraer el fruto del esfuerzo realizado en la pasada campaña de lanzamiento de
Almería como objetivo para el turismo. Lejos de buscar una reversión y de que
el esfuerzo realizado sea baldío proponiendo y preparando una campaña de
recuerdo que recupere el beneficioso efecto que produjo aquella promoción que
ahora ha trucado el virus, se detienen en mezquindades como la suspensión de
San Juan; determinación, por otro lado, que ya ha adoptado y anunciado
Alicante, cuna de dicha festividad por antonomasia.
En
segundo lugar, proponen una bajada de sueldos proporcional a los emolumentos de
alcalde, concejales de gobierno y resto de la corporación con o sin dedicación.
Este “chocolate del loro” es otra de las propuestas torpes e injustas
(seguramente votarán a favor por los maricomplejines), pues no se puede
establecer linealidad o proporcionalidad en los rendimientos dispares.
Hace
unos días, Felipe González felicitaba al alcalde de Madrid, Martínez-Almeida
(PP), por su buena gestión en la crisis del coronavirus, desarrollada con
innegable beneficio para los ciudadanos madrileños. Por el contrario, el
presidente González dijo de la gestión del Gobierno socialcomunista que no se
podía conducir como el “ejército de Pancho Villa”. Basta más comentario.
El
sueldo de un alcalde o concejal de gobierno que muestra su incompetencia es una
ofensa. También lo es el sueldo de concejales de la oposición que pretenden
justificar su estipendio visibilizando estúpidas propuestas y entorpeciendo con
su simple presencia. Otra cosa es que, como es el caso, el Ayuntamiento de
Almería haya realizado y precavido acciones encaminadas a hacer menos lesivo el
alcance de la crisis sanitaria, económica y social que nos acucia. Mi voto -en
este caso- es el de incrementar el sueldo de los que muestren eficacia y
beneficio, si puede ser, a costa de reducir el de los inútiles que entorpecen y
ralentizan el rendimiento que otros sí demuestran.
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