Antonio Felipe Rubio
Periodista
⏩ Una de las facetas que ha caracterizado la Agitprop de la
izquierda ideológica (agitación y propaganda) es la robusta estética gráfica y
sus alambicados eslóganes. Fornidos trabajadores y trabajadoras que parecen
salidas de un certamen de culturismo componen un escenario de entrega a la
causa y, exhibiendo una sonrisa complaciente hacia la dictadura que les
administra su miseria, también muestra un severo y amenazante gesto hacia los
enemigos de su “paraíso” de libertades y progreso: el espejismo sociópata del
comunismo.
La sublimación de la semiótica en la simbología de la izquierda ha
escalado hasta la levitación personal de sus protagonistas. El lenguaje “tocino
de cielo” de Pablo Iglesias y los palabros de Pedro Sánchez han superado cierta
zafiedad del periodo ZP con ministros como Bermejo: “Quiero ver la vida en
colores, ¡coño!” o cuando a Manuel Pizarro le miró un “tuerto” en el debate
electoral en el que no existía la crisis y, en todo caso, una “desaceleración
acelerada”.
“Somos el Gobierno de la Gente” fue una acuñación certera de lo que en realidad está sucediendo en la actualidad
Ahora estamos en el Desescalamiento para el Desconfinamiento en la
Nueva Normalidad. Hay que reconocer que, imbuidos de soberbia y cursilería,
desafían con su diletante prosa los cimientos literarios del mismísimo Siglo de
Oro. Y, ya digo, no tienen parangón en sus reiteradas apelaciones a la
“humildad” cuando acrisolan lemas como “El gobierno de la Gente”.
“Somos el Gobierno de la Gente” fue una acuñación certera de lo
que en realidad está sucediendo en la actualidad. La autoría de este lema
pertenece a la prolífica factoría del efectismo dialectico de Pablo Iglesias.
En efecto, el actual Gobierno de España es el gobierno de la gente. Me explico.
Cuando se empecinaron en celebrar el “Infectódromo del 8-M” no
podían impedir la celebración de otros actos deportivos, culturales, ocio,
política… Permitir partidos de futbol, conciertos multitudinarios o el mitin de
VOX eran argumentos coadyuvantes y la coartada para celebrar lo que ya sabían
era un riesgo descomunal para la propagación de la pandemia.
Había que llevar al consciente límite de un riesgo cierto la
satisfacción del rito ideológico y sectario. Y, a pesar de las infectas arengas
“nos va la vida en ello” o “mata más el machismo que el virus”, en la cabecera
de la manifa se propagó un paliativo progresista antiviral tan eficiente como
“no hay besos, que hay virus”. Consecuencia: la gente se infectó e infectaron
un número indeterminado, que enfermaron y se repusieron, o no lo contaron más. LA
GENTE, antes de la declaración de Estado de Alarma, atisbó el riesgo y se
protegió, anticipándose al confinamiento decretado.
Llegó la crisis de las mascarillas, EPI´s, nitrilos, medicamentos,
test… Lógicamente, los países -véase Portugal- que se anticiparon, anteponiendo
el interés general al sectario, fueron los primeros en la adquisición de
material de protección. Consecuencia: LA GENTE, las empresas, farmacias,
ayuntamientos, comunidades autónomas… se anticipan al gobierno, y el Gobierno
de España les arrebata (formato incautación) el material que con diligencia otros
precavieron.
El Gobierno de España decreta que los niños (hasta 14 años) han de
salir en compañía de un mayor a su cargo para ir a comprar tabaco, medicinas o
meterse en un súper con un montón de gente. Consecuencia: LA GENTE reacciona
ante este disparate y aporta argumentos de racionalidad como que los niños han
de disfrutar de espacios abiertos, aire de la playa, campo o jardines y otros
emplazamientos libres de focos de contagio o acceso al despacho de hábitos poco
saludables. El Gobierno rectifica… y hace lo que dice LA GENTE.
Anuncian apertura de bares y restaurantes reducida a un tercio del
aforo. Los titulares de los
establecimientos han de rescatar a los empleados “durmientes” en los
ERTE, comprar género, activar bienes de equipo, consumir gas, luz…
Consecuencia: LA GENTE no abrirá los negocios para redundar en la ruina que ya
les acucia.
El Gobierno de España anuncia un desconfinamiento de deportistas,
paseantes, personas mayores y niños. No prevé pautas diferenciadoras en primera
instancia. Consecuencia: LA GENTE, especialmente algunas autonomías y
ayuntamientos, exigen una pauta que evite el solapamiento de niños y mayores o ágiles
ciclistas driblando a los provectos paseantes.
El Gobierno de España no permite acceder a las playas y prohíbe el
baño, pero autoriza la práctica del surf. Consecuencia: LA GENTE accederá a la
playa con la tabla de planchar tuneada.
El Gobierno de España presenta cuatro fases, que son tres, porque
comienza a contar desde cero. Imaginen un artificiero que le indica al operario
de los alicates que corte el cable verde “a la de tres”; y comienza a contar
“cero”, “uno”, “dos”… al final seguro que no se entienden y, seguro, explota la
bomba.
Es cierto. Este es El Gobierno de la Gente. Llevaba razón la izquierda
de la Agitprop, sólo que es LA GENTE la que gobierna, y este Gobierno de España
es el que aporta la ideología, el sectarismo, la represión y el fracaso de
cuantas acciones emprende.
LA GENTE es la que está aportando sensatez, sentido común,
racionalidad y lógica. El gobierno socialcomunista ha lanzado desatinos que han
sido sistemáticamente rechazados y modificados por la gente. Por tanto, para
qué 22 ministerios y sus inútiles arreos. Para qué un gabinete de expertos
uniformados que relatan el robo de gallinas, un maletero lleno de grifa y un
gilipollas que pasea una pecera. Qué necesidad hay de escenificar con el
atrezzo de altos representantes de la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado,
que han de estar para otras cosas inherentes a su dignidad y cargo, y no
agradeciendo un ascenso por afecto (no desafección ni estrés social) y, así,
otorgar inmerecida escolta de marcialidad a los bulos del gobierno.
Aquí sobran muchas cosas, máxime cuando se ha demostrado que este sí
es el verdadero gobierno de la gente. Otra gente. Gente decente, sensata,
trabajadora, esforzada, sacrificada… y despreciada por un gobierno
socialcomunista afanado en la Agitprop y sus desvaríos ideológicos y sectarios.
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