Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería
⏩ Les propongo un reto: pregunten a las
tiendas de proximidad de las que se han abastecido desde que se decretó el
estado de alarma si, durante este tiempo, han visto aumentar o disminuir sus
ventas. Es un ejercicio fácil. Solo hay que hablar con el dueño de la pequeña
tienda que está, quizá, en su misma calle y a la que pasaba semanas o meses sin
ir, igual que al carnicero, la pescadería, la frutería o la droguería, negocios
salpicados todos en el entramado cercano y cálido de su barrio. Anímense y
pregunten. Sería un buen ejercicio demoscópico; de andar por casa (sí, y nunca
mejor escrito), pero, tal vez por eso, más real que todas las encuestas
manipuladas que encontramos en los medios de comunicación nacionales.
El virus ha cambiado la Historia. La que
se escribe con la mayúscula global de la geopolítica económica y sanitaria, la
de la digitalización y las relaciones internacionales; pero también la historia
grande, aunque se escriba con minúscula, de los ciudadanos. Muchas cosas nunca
volverán a ser como antes, pero una de las que sí puede buscar el tiempo
perdido recuperando la situación que ya considerábamos irrecuperable es el del
pequeño comercio.
Los almerienses llevamos décadas hablando
y escribiendo de la decadencia
irremediable del centro, del ocaso de aquella Puerta de Purchena y
sus entornos, de la penumbra cada vez mayor del Paseo, y cada vez que lo
hacemos caemos en el error nostálgico del lamento sin darnos cuenta que esa
realidad está propiciada por la pérdida sin retorno de aquella ciudad basada en
una estructura radial y a la que Fausto Romero tan bien definió cuando la
describió como “ la Puerta de
Purchena rodeada de suburbios”. Una estructura radial en la que
todo estaba en el centro y al que había que ir y por el que había que pasar y
que ha dejado de existir no por los disparatados alquileres o por el
desdén con que los rentistas almerienses han mirado siempre a la ciudad, que
también. La causa de la ruptura de esa ya superada vertebración radial es, curiosamente, que la ciudad se ha ido
progresivamente vertebrando con la consolidación y construcción de nuevos
barrios dotados de los servicios que hacen más cómoda, más fácil y más feliz la
vida de la gente. El Zapillo o Los Ángeles o El Quinto Pino ya no están en el
“más allá” porque están más cerca del centro que la Vega de Acá pero, sobre
todo, porque ellos ya son, cada uno con su particularidades, ‘un centro’ dotado
de prestaciones que hasta hace unas décadas sólo estaban ubicadas en ese lugar
central desde el que partían todos los radios de aquella rueda urbana que fue
Almería.
Pero si la aparición de servicios
sociales, sanitarios y educativos y la apertura de pequeños comercios de todos
los sectores dejó de hacer obligatorio ir al centro porque estaban, con la
misma calidad a la vuelta de la esquina, la construcción de grandes áreas
comerciales también ha traído la decadencia a las centenares de tiendas de
barrio.
Lo que nadie esperaba es que una
circunstancia tan dramática como la provocada por el virus llevara consigo el reencuentro con ese comercio de
proximidad. Después de la ola de pánico que hizo caer a casi todos
en el delirio de acumular alimentos sin tasa y sin medida, el miedo a las
aglomeraciones, el temor a las salidas, la incomodidad de los traslados y las
largas esperas acabó despertando en la trama comercial doméstica de los barrios
la oportunidad que, para sus negocios, suponía el servicio a domicilio.
Hoy ya no es preciso desplazarse para
comprar alimentos o productos de primera necesidad doméstica; hay farmacias que
ya llevan los medicamentos al portal de casa y ya no son solo las franquicias
las que llevan la comida preparada hasta la mesa. Bares y restaurantes han
comenzado a recorrer el mismo camino.
Estamos asistiendo a un cambio en los sistemas de compras. El
On-Line se ha aliado con el “servicio a domicilio” y las pequeñas tiendas de
barrio han comenzado a transitar un desfiladero que, quizá, les aleje de la
travesía del desierto al que ya se sentían condenados. El tiempo dirá si lo
eligen o no; si regresan a la rutina de siempre o se decantan decididamente por
recorrer nuevos caminos. Si se atreven a recorrer la incertidumbre abierta del futuro o
prefieren la certeza sin apenas expectativas del pasado.
En los próximos meses todos nos vamos a
mover en la incomodidad de un campo minado por contradicciones. Las miles de
tiendas y negocios de la provincia, también. Ha llegado la hora de optar: o se
quedan ensimismados en la melancolía acomodada de lo que fue y ya no volverá a
ser o se lanzan a la aventura de explorar nuevos caminos; si prefieren ver
llover o ser lluvia. Si, en definitiva, quieren aprovechar la oportunidad que
les ofrece esta crisis o consideran oportuno ver cómo se eterniza la que ya
padecían antes de la llegada del virus.
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