Jose Fernández
Periodista
⏩ La serpiente de verano, esa mitología
periodística de las viejas redacciones sobre asuntos estirados hasta los
límites de la física editorial, vuelve a reptar por las dunas de Genoveses, dejando sobre la arena
informativa surcos llenos de medias verdades, impostación ecológica y altas
concentraciones de hipocresía. De entrada, cabe destacar la buena salud del
colectivo habitual de salvadores de la galaxia almeriense. Como buenos surfistas,
han visto venir la ola y no han dudado en cabalgarla para hacerla suya: esto no
se toca, esto no se hace, esto no se mueve, esto no se dice, salvemos lo que
sea. Los de siempre, como siempre. Hotel
es caca y ruina es paisaje. Pero bueno, afortunadamente todos tenemos
libertad de expresarnos como consideremos dentro de los márgenes de la ley y
allá cada cual con sus palabras y acciones.
¿He dicho márgenes de
la ley? Si ese es el marco referencial que delimita las acciones dentro de una
democracia, no se entiende bien el revuelo por un proyecto que, según declaran
las autoridades competentes, se ajusta escrupulosamente a los límites que
permite la ley en zonas de interés medioambiental. Otra cosa es que se quiera
hacer valer la ley del ruido y el folclore habitual en estos casos para impedir
un proyecto que quiere rehabilitar (ojo, no construir, no levantar, no
enladrillar) una cortijada ruinosa y convertirla en un alojamiento
respetuosamente integrado en una zona bellísima. Las mismas zonas que visitamos
encantados los almerienses en otros parques naturales de España y Europa para dejarnos allí el
dinero y volver después a Almería
a lamentar que somos el culo del mundo,
etcétera. Y es que en todas partes puede ser compatible, sin complejos y
sin tonterías, una integración respetuosa de la actividad empresarial con la
protección del medio ambiente, menos en Almería, donde algunos ven con más
agrado a un escarabajo pelotero que a un empresario que genere empleo.
Pues mire usted, doña Esperanza. Lo que quiere saber la gente es algo tan sencillo que no necesita de una larga carta en los periódicos. Sobra espacio en un tuit. Díganos: ¿quiere el hotel en su municipio? ¿SI o NO?
Pero hablaba antes de la hipocresía como uno de los ejes de
reacción ante un proyecto que, válgame Dios, bien habría merecido un plan de
comunicación inteligente que no hubiera favorecido acabar viendo un titular con
las palabras “hotel” y “parque natural” juntas, lo que produce efectos tan
descriptibles como hacer pis en un enchufe. Hipócritas los hay en todos lados,
pero cuando el PSOE almeriense enarbola
la bandera de la defensa medioambiental, la doblez y el cuento ya no tienen
parangón. Recuerden que estos chicos, chicas y chiques son los
mismos que autorizaron, apoyaron e incluso subvencionaron la insólita actuación
del hotel del Algarrobico en
Carboneras, hasta que una ministra socialista de paseo en barco, Cristina Narbona, vio aquello a medio
construir y, temiendo la furiosa reacción de los ecologistas (el miedo al
señalamiento verde no tiene fronteras) mandó parar aquello. Inmediatamente,
los mismos que habían autorizado, apoyado y subvencionado la operación,
sufrieron un shock anafiláctico por exceso de clorofila y fingieron cabrearse
mucho con la insensible empresa destructora del medioambiente a la que mandaron
parar la obra. Y ahí sigue el tema, empantanado en los tribunales, y con el
esqueleto del hotel incrustado en el paisaje, vacío, anidando okupaciones de
diverso pelaje, afeando el litoral y aportando cero beneficios a la zona. Otro
éxito del ecologismo político.
Pues bien, ahora el PSOE almeriense escenifica que está muy en contra del proyecto
porque piensa que eso reverdece su perfil político. La otra mañana mandaron a
la zona (no al emplazamiento de la cortijada por si algún periodista
descubría que eso no está en primera línea de playa) al parlamentario Rodrigo Sánchez Haro a montar una
performance en plan “del barco de Chanquete no nos moverán”, de la que
salió escaldado porque entre el grupo de microfonistas había un periodista -Víctor hernández Bru, de ES Radio- que
no sólo le grabó, sino que además le preguntó y que incluso tuvo el
atrevimiento de emplear ese arcaico recurso de los viejos profesionales, que es
la repregunta. Y el mal rato del pobre Rodrigo fue recordarle que mientras él
tiraba de argumentario ecotópico, la
alcaldesa de Níjar, municipio en el que está esa ensenada, había dicho
que el proyecto se ajustaba a la ley, y punto. Tan malo fue el rato que pasó y
tanto interés tiene el PSOE en aparentar que no quiere el hotel para echarle
así el mochuelo a la Junta, que esta mañana la alcaldesa, Esperanza Pérez, firma un artículo en
la prena local en el que,
sin decir nada, deja entrever que el proyecto es una imposición de la Junta
fascistoide y que ella es una pobre alcaldesa que ni pincha ni corta en su
término municipal.
Pues mire usted, doña Esperanza. Lo que
quiere saber de usted la gente es algo tan sencillo que no necesita de una
larga carta en los periódicos. Sobra espacio en un tuit. Díganos: ¿quiere el hotel en su municipio?
¿SI o NO? Y está claro que lo quiere (a ver qué alcalde no quiere un
hotel que atraiga turismo, negocio y beneficio a su municipio) pero no
tiene la valentía política de admitirlo. Prefiere plegarse a la estrategia del
fingimiento. Y no sé si los territorios merecen o no hoteles o cochiqueras. Lo
que sí sé es que los ayuntamientos merecen tener al frente a gente valiente que
mire por los intereses de su pueblo antes que por los de su partido.