Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor
⏩ El próximo 5 de junio se
celebra el Día Mundial del Medio Ambiente y, como el resto de las efemérides,
solo tiene un valor simbólico, una buena manera de generar debate, reflexión, análisis,
de provocar el cambio, de crear sinergias, de razonar sensaciones, de
contrastar datos, de resolver dudas, de desmentir bulos, noticias interesadas,
de señalar, visibilizar, reconocer las malas, y las buenas, practicas.
Cada uno enfocará el debate
desde un punto de vista diferente. Unos lo harán desde la lógica, la razón, el
pragmatismo y se dedicarán a mostrar la importancia de la conservación del
entorno para la supervivencia humana, otros apelarán a las emociones
mostrándonos la belleza de la biodiversidad de especies y ecosistemas del
planeta, otros desde la ciencia señalando evidencias demostradas con cifras y
datos acumulados en décadas, otros aportarán una visión crítica,
reivindicativa, remarcando las continuas barbaridades que hacemos y la falta de
tiempo para reaccionar. No faltarán los resignados, los que quieren y no saben,
los que saben y no quieren. Incluso escucharemos a los negacionistas, a los
terraplanistas, a los doctrinarios, a los neoliberales, a los hipócritas que
apoyan sus argumentos en pseudociencias, en balances económicos y en
disparatadas especulaciones conspirativas para intentar demostrar que las
teorías de Darwin son solo ciencia ficción.
Personalmente, si fuese un
verdadero debate, con el ánimo de buscar soluciones, sería fabuloso, pero por
desgracia no lo es. Estamos acostumbrados a tener que exponer nuestros
argumentos posicionados desde la cúspide de nuestra verdad absoluta, porque
sabemos que no se nos escuchará, que se utilizará cualquier excusa para
desprestigiar el mensaje del otro.
El gran problema de nuestra sociedad, no solo el del medio ambiente, es que no sabemos debatir, escuchar y presentar nuestros argumentos
El gran problema de nuestra
sociedad, no solo el del medio ambiente, es que no sabemos debatir, escuchar y
presentar nuestros argumentos. Lo hemos visto estos días en nuestros
representantes políticos, lo vemos en las escuelas, en las Universidades, en
las calles, en las casas, en nuestro grupo de amigos. No aceptamos las
opiniones de los demás, no tenemos capacidad de autocritica, de aceptar la
diversidad, de respetar al que no piensa igual que nosotros.
Un ejemplo de ello fue el intento
de incluir en nuestro sistema educativo una asignatura que cumpliese las
recomendaciones del Consejo de Europa, para que se hiciese de la educación para
la ciudadanía democrática un objetivo prioritario de las políticas y reformas
educativas.
En 2006, de acuerdo con la
LOE, se aprobó por Real Decreto la asignatura Educación para la Ciudadanía y
los Derechos Humanos, que tenía como objetivo “favorecer el desarrollo de
personas libres e íntegras a través de la consolidación de la autoestima, la
dignidad personal, la libertad y la responsabilidad y la formación de futuros
ciudadanos con criterio propio, respetuosos, participativos y solidarios, que
conozcan sus derechos, asuman sus deberes y desarrollen hábitos cívicos para
que puedan ejercer la ciudadanía de forma eficaz y responsable”. Nada más y
nada menos.
Apenas duró diez años y fue
atacada desde múltiples frentes, llevada a los tribunales, hasta que hubo un
cambio de gobierno, que derogó, una vez más, la Ley de Educación e hizo un
amago de modificar la asignatura llamándola Educación Cívica Constitucional.
Como no hubo consenso, acuerdo, ni ganas de sacarla adelante, esa asignatura
que era obligatoria pasó al cajón de las materias transversales, o sea al
criterio del centro educativo y del profesor de turno.
No me importa quién hizo y
quién deshizo, si lo hicieron con razón o sin ella, solo destaco el hecho de
que carecemos de conciencia ciudadana porque ni para estructurar una asignatura
nos ponemos de acuerdo. Si vuelven a leer los objetivos de la asignatura
maldita, verán que son los mismos valores que nos han pedido, por activa y por
pasiva, durante esta pandemia. Los mismos que nos ayudarían a solucionar los
problemas de género, de desigualdad, de diversidad, de pobreza, del medio
ambiente…
Si fuésemos más conscientes de
que todo parte de cada uno de nosotros estaríamos en disposición de ganar
muchas batallas que nos están debilitando, dividiendo, empobreciendo,
destruyendo como sociedad. Nos sobran banderas y nos falta dialogo,
participación, compromiso, respeto y educación cívica, ciudadana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario