Gerardo Roger Fernández
Arquitecto, urbanista, exdirector del Servicio de Urbanismo del Ayuntamiento de
Almería de 1982 a 1990 y director del Equipo multiprofesional redactor del Plan
General de 1986
⏩⏩ Si se me permite una consideración
personal, sigo sin entender ni un ápice la posición del equipo de Gobierno
municipal en su empeño casi patológico, injustificado e injustificable de
“desterrar” de nuestra Plaza Vieja el monumento civil más representativo de las
mejores aspiraciones de todos los almerienses por la libertad, de
“exiliar” del lugar urbano más representativo de la ciudadanía y de sus ideales
democráticos.
Sigo sin entender, tanto en términos
intelectuales como políticos, cómo es posible que unos sedicentes
representantes de la ciudadanía desprecian un escenario urbano de altísimo y
singular valor histórico, arquitectónico, urbanístico y social como es el de
nuestra Plaza Vieja, un espacio urbano conformado desde hace más de un siglo
por las relevantes arquitecturas que lo configuran, con el acogedor
arbolado centenario que lo rodea y le confiere sombra y vida verde a sus
vecinos y con la incorporación del Monumento a los Mártires de la Libertad,
reflejo del sentir almeriense contra las tiranías antidemocráticas, monumento
sólo desterrado desde entonces durante la dictadura franquista, precisamente
tras la adopción de una decisión tiránica y antidemocrática enmendada, al fin,
en 1988 por la restaurada democracia ciudadana, decisión adoptada
significativamente y sin ningún voto en contra por sus representantes
municipales.
La decisión comporta un doble disparate, tanto en términos urbanísticos y arquitectónicos como jurídicos y legales
Pues si la triste y lamentable decisión de
la aprobación del desmantelamiento de la Plaza y el consecuente “destierro”
del Pingurucho de nuestra “plaza del pueblo” ha sido adoptada actual y
recientemente por una exigua mayoría de concejales (Partido Popular y un
exconcejal de Vox), se pretende completar ahora el drama escénico iniciado
con la vertiginosa decisión adoptada a los pocos días de la aprobación
del desmantelamiento con el desmontaje y traslado del Monumento al Parque
Nicolás Salmerón, decisión que en mi opinión comporta un doble disparate, tanto
en términos urbanísticos y arquitectónicos como jurídicos y legales. Pasemos a
analizarlos, aún de manera somera.
De hecho, el presunto traslado al
Parque Nicolás Salmerón se pretende justificar en la aplicación de
unos principios básicos de ordenación urbanística a la implantación de
elementos escultóricos relevantes en concretos espacios urbanos, como son “la
convivencia y el diálogo armónico con el entorno”, la apreciación de su “cualidad
arquitectónica”, la comprensión completa de “su inmensidad y su relación
con el espacio que lo rodea”, entre otras disquisiciones academicistas al
uso.
Tanto el Pingurucho como la constitución arquitectónica de la Plaza responden al mismo estilo Neoclásico, único y singular espacio almeriense que responde a ese estilo
Pues bien, precisamente esos
criterios se satisfacen totalmente en el actual emplazamiento del Pingurucho en
la Plaza Vieja. Es en ella donde el monumento se aprecia tanto en “su
inmensidad” como en su “cualidad arquitectónica” al estar insertado en un
espacio acotado que lo abraza y acoge de manera amable y, sobre todo, donde se
produce un “diálogo armónico con su entorno”, pues tanto el Pingurucho como la
constitución arquitectónica de la Plaza responden al mismo estilo
Neoclásico, único y singular espacio almeriense que responde a ese estilo,
circunstancia más que suficiente para mantener la coexistencia del monumento en
la misma.
Sin embargo, su pretendido emplazamiento
en el parque Nicolás Salmerón, un espacio abierto y exento de edificación en su
entorno, salvo la proximidad del Gran Hotel, le hace perder su dimensión
escalar y banaliza la trascendencia monumental e histórica que lo caracteriza
al ser percebible desde todos sus límites y, sobre todo, anula el “diálogo
armónico con su entorno”, a no ser que lo que se pretenda es ofrecer un
“diálogo de besugos” con el Gran Hotel. En cualquier caso, un emplazamiento
absolutamente inadecuado para el Pingurucho y, sobre todo, en comparación
con su actual e histórica localización en nuestra Plaza Vieja.
Pero si urbanísticamente es un disparate,
peor es su consideración jurídica. No resulta admisible desde ningún punto
de vista legal adoptar una decisión de la trascendencia jurídico-urbanística
del traslado del Pingurucho al Parque Nicolás Salmerón apoyada en un mero
informe de un arquitecto municipal que acompaña al anuncio de la Concejala de
Urbanismo relativo al Concurso Menor de proyectos técnicos de desmontaje,
montaje y traslado del monumento.
Sorprende enormemente que el Ayuntamiento
prescinda de la aplicación de los procedimientos legales preceptivos en
la implantación de un monumento de la relevancia del Pingurucho en un
Espacio Protegido como es el Parque Nicolás Salmerón, integrado en el Catálogo
de Elementos Protegidos del Plan General con categoría análoga a la Plaza
Vieja, actuación urbana que según el documento de contrato menor objeto de
licitación comporta, nada más y nada menos que la “remodelación la zona
del Parque Nicolás Salmerón …, incluyendo el entorno próximo y todos los
elementos urbanos y vegetación que se vean afectados” sin que se proceda a realizar
una modificación del plan (análoga a la infausta, en mi opinión, modificación
de la Plaza Vieja) o a la formulación de un Plan Especial (artículo
14.1,b) de la ley andaluza). No se acaba de entender que si para la eliminación
(lamentable) del anillo de árboles existentes en la Plaza Vieja se acometa una
modificación de Plan y ahora, para llevar a cabo una remodelación de un ámbito
del Parque de la trascendencia y cualificación que esta presenta, se pretenda
solventar con un mero informe de un arquitecto municipal.
En resumen, no se puede soslayar la
aplicación legal a la modificación que se pretende con el traslado del
Pingurucho al Parque Nicolás Salmerón, obviándose, además, la formulación
de los estudios sectoriales básicos de Evaluación Ambiental, de Integración de
Paisaje, de Memoria de Viabilidad, entre otros, y sobre todo, no se puede
hurtar el escrutinio público y la participación social que comporta la
tramitación de la modificación de planeamiento preceptiva ante una decisión
municipal de tanta trascendencia como la pretendida.
En fin, ojalá los responsables del
urbanismo almeriense recapaciten y reconsideren la errónea posición que vienen
adoptando. La mayoría de los almerienses lo agradeceríamos.
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