Rodrigo Sánchez Haro
Parlamentario andaluz por el PSOE de
Almería
⏩⏩⏩ Valiéndose de la necesidad y de la
esperanza de decenas de miles de andaluces y andaluzas, Moreno Bonilla ha
aprovechado el sufrimiento que ha ocasionado la pandemia del coronavirus para
recorrer un camino sin retorno: el de la desvergüenza y el descrédito.
En medio del ruido y el griterío que cada
día generan PP y Ciudadanos con la inestimable colaboración de la ultraderecha
a la hora de despejar balones, no asumir ni una sola responsabilidad y culpar
al de enfrente -algo en lo que han avanzado hasta llegar al ‘nivel experto’-,
han colado de rondón una convocatoria opaca de empleo público para 3.000
personas que vigilarán las playas este verano con un sueldo de casi 2.000 euros
al mes.
Se ha dejado al margen de todo el procedimiento de selección de personal al Servicio Andaluz de Empleo, organismo que debería de haber gestionado la contratación de estos vigilantes
Todas las alarmas saltaron en el momento
en el que se conoció que el único requisito para acceder a uno de esos empleos
ha sido el de enviar un correo electrónico con los datos del solicitante,
mientras se dejaba al margen de todo el procedimiento al Servicio Andaluz de
Empleo, organismo que debería de haber gestionado la contratación de estos
vigilantes. ¿En qué lugar ha dejado el Gobierno andaluz a estos funcionarios
públicos? Imagino que la perplejidad habrá recorrido los pasillos de las
oficinas del SAE de las ocho provincias andaluzas como una exhalación.
Además, la elección de los trabajadores
quedó resuelta en tan solo 24 horas sin ningún mecanismo de control sobre el
mérito de los candidatos y sin ninguna transparencia en el procedimiento. Todo
hace sospechar, como cualquiera se puede imaginar ya a la altura de este relato,
que lo que en realidad se ha hecho ha sido un ejercicio de enchufismo a gran
escala, una descarada maniobra de colocación masiva de amigos y simpatizantes.
Así funciona la derecha ‘montapollos’:
sublima lo irrelevante, sitúa en el centro de su gestión la confrontación para
tapar su falta de iniciativa y, entretanto, aprovecha para saltarse todos los
mecanismos que permitirían gestionar con la debida pulcritud una convocatoria a
la que, según ha trascendido, se habrían presentado hasta 80.000 personas.
Qué criterios ha primado en su
contratación, qué se ha baremado, qué conocimientos o aptitudes se han tenido
en cuenta, y por qué se ha hecho todo el proceso de espaldas a los
ayuntamientos y al Servicio Andaluz de Empleo, son cuestiones que tendrá que explicar
el presidente del Gobierno andaluz más pronto que tarde.
Visto lo visto, ya sabemos para qué quería
Moreno Bonilla el mando único: para darse un chapuzón en la playa de la
marrullería. No se puede sacar otra conclusión distinta a la que muestran todos
los indicios, que sitúan tanto al propio Moreno Bonilla como a su gobierno ante
un monumental escándalo.
Esta grave sospecha de enchufismo llega en
un momento en el que los responsables políticos de la administración autonómica
deberían ser ejemplares. Dar más y mejor ejemplo para poder mirarse, sin
avergonzarse, ante el espejo de las innumerables muestras de responsabilidad y
respeto con las que ha reaccionado en estos meses el conjunto de la sociedad
andaluza.
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