Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
⏩ Ya tenía terminado mi comentario semanal,
al hilo de la actualidad que más directamente nos afecta, cuando al abrir el
correo electrónico me he tropezado con una carta que me envía una de nuestras
colaboradoras que trabaja en uno de nuestros programas sociales en Extremadura.
Ella es una mujer luchadora que, a pesar de contemplar la dureza con que
transcurre la vida de buena parte de nuestra gente, nunca ha tirado la toalla
ante las adversidades.
María
―permítanme que la llame así porque este no sea su nombre― ha leído nuestra
última noticia de alcance relacionada con la denuncia que ha hecho otra gitana
de gran valía, que durante alguna legislatura pasada ha sido concejal del
ayuntamiento de la capital, Jaén y que ahora pone en entredicho la marginación
y el abandono que están sufriendo los niños gitanos del barrio de la
Magdalena. Carmen Carrillo, que este sí que es su nombre verdadero, ha
dicho que en Jaén hay colegios guetos “En concreto el de aquí tiene el
100% del alumnado gitano y han sufrido una clara discriminación con respecto a
los alumnos no gitanos de otros colegios. Conocemos de primera mano como el
resto de alumnos tuvieron materiales, libros y equipos informáticos desde la
semana siguiente al decreto del estado de alarma mientras nuestros niños no
dispusieron de esos materiales. (…) Los niños tienen problemas de obesidad
porque comen galletas y comida rápida, les faltan frutas y verduras en su dieta
y esto va entorpecer su crecimiento. Una infancia que está sufriendo con una
diferencia enorme con el resto de la sociedad. Están sin atención.”
Pero no está todo perdido porque en esta
España nuestra, que tanto nos duele, aún quedan muchas personas, como María,
que nos animan a seguir en la brecha. Este
es su testimonio:
“Buenas tardes, Juan de Dios. Me
he quedado helada leyendo la noticia de Jaén. Hay una tremenda verdad en
toda esa noticia. Lamento desde lo más profundo de mi alma la situación de
Jaén. Gracias
a Dios, aquí, en Villajerte, eso no ha sucedido. Las familias más
necesitadas, que han sido muchísimas, han tenido ayudas de los Servicios
Sociales, de Cáritas y de la Cruz Roja que de alguna manera han paliado la
situación con el pago de facturas, bombonas de butano y el servicio de comedor
de los colegios.
Además,
nuestra organización, Unión Romaní de Villajerte, ha estado ahí, día y noche
tramitando telemáticamente ayudas y prestaciones que no podían realizar
presencialmente. Nos han concedido, decenas y decenas de ellas. Hemos
trabajado incansablemente para que sufrieran lo menos posible. Todo el
sufrimiento no lo hemos podido evitar. Porque hemos pasado mucho, Juan de Dios,
muchísimo.
No
teníamos certificado electrónico para poder hacer ciertos trámites, pero
escribimos a la Seguridad Social, y le dijimos que trabajábamos en una ONG,
Unión Romaní, y que nuestras gentes vivían en barrios periféricos y carecían de
recursos informáticos. Que por favor aceptaran las fotos que me hacían del DNI,
y la documentación que les mandaba por WhatsApp. En nuestra lucha diaria, nos
encontramos con gente muy buena, de todos los organismos. Gente que valoró
nuestro trabajo y lo reconocieron.
También
durante estos días han nacido niños, Juan de Dios, que necesitaban asistencia
médica. Pues solicitábamos la asistencia gratuita sanitaria y así pudieron
tener a su pediatra. Igualmente hemos pedido la prestación por hijos a cargos,
así como el que pudiera corresponderles por familias numerosas. Esto nos ha
permitido pedir otras ayudas. En fin, hemos sacado dinero debajo de las
piedras. Prestaciones que ni yo sabía que existieran. Pero nuestra odisea no
termina aquí. Quedaba buscar recursos para garantizar que las familias pudieran
alimentar a sus hijos.
La
escuela era otro muro con el que topábamos. Un gran número de profesores se
pusieron en contacto conmigo porque no localizaban a estas familias. Con
algunas tenían contacto y a través de la aplicación de Telegram y la plataforma
educativa de Extremadura, Rayuela. Pero eso era muy complicado para ellos. Así
que WhatsApp se hizo nuestro aliado. Los niños me mandaban los deberes a través
de fotos, y nosotros a través de videollamadas les ayudábamos en sus tareas
para que no se quedarán descolgados. Al menos, los profesores con quienes me he
coordinado, eran geniales. Han mostrado mucho interés por los niños. Y han sido
más de 30. Muchos días terminaba con ellos a las 12 de la noche. Han respondido
la mayoría muy bien. Pero con otros hemos hecho lo imposible por implicarlos. Y
con toda sinceridad y franqueza, puedo decirte que la culpa no ha sido solo de
ellos. Las trabajadoras sociales, saturadas de trabajo, han hecho lo indecible
por resolver sus problemas.
En
fin, Juan de Dios, ha sido muy duro. Hemos sufrido juntos y juntos hemos
llorado largas horas por teléfono y por WhatsApp. Pero son estos momentos los
que te acercan al dolor de los demás y los haces tuyos. Llevo muchos años
trabajando con los gitanos y siempre hemos estado muy unidos. Por eso te digo
que esta pandemia ha sellado nuestras vidas, que caminan en paralelo.
Ahora
estamos mejor, con mucho trabajo por delante, pero con el mismo entusiasmo de
hace dos décadas. Hemos recibido decenas de llamadas a diario, porque se
sentían perdidos. Ahora veo sonrisas en sus rostros. Que duro ha sido,
pero que gran satisfacción la de haber dado lo mejor de nosotros.
Un
abrazo, y perdona por extenderme, pero necesitaba que alguien me escuchara, y
quien mejor que tú".
Me ha
parecido oportuno ofrecerles este testimonio. Si quieren ustedes acéptenlo como
un bálsamo en medio de tanta tragedia como nos rodea. Parece que una parte de
la sociedad se ha vuelto loca. El racismo se ha adueñado de amplias capas de la
sociedad sin hacer distinción entre ricos y pobres. En los últimos meses ha
brotado en algunas ciudades europeas y americanas un clamor iconoclasta que es
consecuencia de la violencia racial con que algunos individuos, servidores del
Estado, han actuado abusando de su fuerza contra los más débiles y marginados.
Mientras
haya gente como María, y créanme, las hay y son mayoría ―tan solo es necesario
que despierten y empiecen a actuar― una sociedad mejor y más solidaria será
posible.
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