Francisco
Díaz Alférez
Cuando regreso de nuevo este verano a mi querida Almeria, desde
tierras de Castilla, confieso que por primera vez a la ilusión del
ansiado reencuentro, se le suma la alegría de salir por fin de un largo y
obligado confinamiento.
Una vez más encuentro una Almeria alegre y
bulliciosa , cariñosa y hospitalaria como siempre, pero actualmente sumida en
cierta polémica sobre el hipotético futuro de una zona de su parque natural,
donde al parecer se ha proyectado la construcción de un hotel. Tengo que reconocer que hasta no haber
observado como la noticia ha saltado de la conversación en los cafés, hasta la publicación en los periódicos
locales y de estos a los de ámbito nacional, no había tomado
conciencia de que este asunto pudiera haber alcanzado tamaña trascendencia.
Creo que con toda seguridad, tanto doña Paquita como su marido, ante este proyecto, hubieran dicho que no
Pero el caso es que, apenas transcurridos
cinco días de la vuelta a mi ciudad, multitud de amigos y conocidos han recabado mi opinión al respecto,
conocedores de que doña Paquita era mi tía, hermana de mi padre, y yo también
ahijado de su marido, José González Montoya, antiguo propietario de esa
concreta zona del parque natural. Toda esta gente me ha ido comentando
sucesivamente la noticia del proyecto, ignorantes de que yo no tenía ningún
conocimiento del mismo hasta la actualidad.
Y así pues, inevitablemente, mis recuerdos
han volado a mi infancia y al trayecto desde la finca El Romeral a las Chiqueras, por un camino pedregoso
y franqueado de pitas, donde atrapé mis primeros alacranes e intenté cazar con
tirachinas todo tipo de pájaro que se posaba, al que por suerte solo lograba
ahuyentar. Era precisamente por ese camino donde se
llegaba, unos cientos de metros más abajo, a la casita de pescadores que nos
servía de vestuario y que presidía la playa de Genoveses, que en aquellos
años se encontraba en perenne y perpetua soledad.
Mi tío Pepe González siempre
presumía que la transparencia de sus aguas se debía a que era un terreno
esencialmente virgen y que la playa había permanecido así desde la época de su
creación por un volcán. Don José
González Montoya se consideraba el auténtico custodio de todas
aquellas tierras y, aunque de vez en cuando vendía algún terreno para la
construcción de un chalet, en lo que hoy es el pueblo de San José, siempre imponía en el contrato ciertas
condiciones estéticas para que que la construcción no rompiera la
armonía del paisaje tal como él la consideraba ideal.
Mi tía Paquita respetaba la voluntad de mi
tío, con cierto grado de veneración, y nunca intentó en ese aspecto torcer su
voluntad. Incluso me relataba, con no disimulada admiración, que una vez
unos árabes le ofrecieron miles de millones de pesetas a su marido por los
terrenos hoy en litigio, y que al sospechar que la indiscriminada construcción
en la zona iba a arruinar progresivamente el paisaje, estando ya ante el
contrato, con lágrimas en los ojos, finalmente se negó a firmar. No puedo en absoluto confirmar la
veracidad de este episodio, pero tenga lo que tenga de cierto, si constituye un
testimonio indiscutible de lo que al respecto opinaba doña Paquita sobre el
particular. Y también sé por ella directamente cómo, una vez viuda, había sido tentada para construir en esa precisa zona un campo
de golf, a lo que rotundamente se negó.
“No quiero ni
pensar el destrozo que significaría para la transparencia de las aguas de
Genoveses el que bajaran hacia las mismas los residuos fecales de
cualquier tipo de urbanización”, me espetó mientras me relataba la
anécdota con cierto grado de indignación.
Por supuesto, no creo en absoluto que por
el hecho de ser yo uno de los cinco sobrinos de doña Paquita esté más
autorizado a opinar sobre este tema que cualquier otro almeriense, pero sin
embargo si supongo que toda una infancia y adolescencia junto a ella si me da
cierto derecho a interpretar lo que hoy doña Paquita hubiera opinado sobre este
tema particular. Y yo creo que con toda seguridad, tanto ella como su marido, ante este proyecto, hubieran dicho
que no.
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