Juan Carlos
Pérez Navas
Cuando hace un mes finalizaba el estado de alarma y el mando en la
gestión de la pandemia pasaba a las comunidades autónomas, nadie habría
adivinado que hoy nos encontraríamos como nos encontramos: con 24 brotes
activos de coronavirus repartidos por prácticamente todas las provincias
andaluzas y con un descontrol que empieza a ser más que alarmante.
En su día, el presidente andaluz, Moreno Bonilla, no tenía ningún
interés en asumir el mando único y ahora entendemos el porqué: porque se sabía
incapaz de gestionar la situación. Ante las adversidades, Moreno Bonilla ha
preferido ponerse de perfil y huir del problema.
Lo único que manda en Andalucía en este momento es la falta de
diligencia, la falta de transparencia y la irresponsabilidad de un Gobierno
andaluz que debió haber activado hace dos semanas un plan eficaz de prevención
y control de los rebrotes, pero no lo ha hecho.
La receta era evidente: en Andalucía hacían falta más
profesionales, centros de salud abiertos por la mañana y por la tarde,
especialmente en las localidades que aumentan su población por el turismo, y un
equipo técnico que hiciera primar las medidas con base científica, por encima
de las soflamas y frivolidades del consejero de Salud. También hacía falta dar
información a la ciudadanía, de manera clara y diaria, para generar
tranquilidad y certidumbre.
Lamentablemente, nos hemos encontrado todo lo contrario:
descontrol, descoordinación, falta de diligencia, de transparencia y de
responsabilidad, por parte de un mando único que no manda, pero sí endosa sus
responsabilidades a los ayuntamientos. A tan sólo un mes de la finalización del
estado de alarma, la realidad es caótica y desesperante.
Parece increíble, pero es cierto: el presidente de Andalucía no
está ocupado en controlar el coronavirus, sino enredado en una remodelación de gobierno
y una crisis interna de la que no es capaz de salir. En materia sanitaria, su
gestión ha consistido en cerrar centros de salud, 1.800 camas hospitalarias y
hasta un hospital completo en Almería, el de la Cruz Roja, en plena pandemia. Este
mismo hospital fue utilizado hasta hace poco por el PP, cuando estaba en la
oposición, para blanquear su interés por la sanidad pública, exigiendo mejoras,
las mismas que ahora ha decidido no acometer, para pasar a cerrarlo.
El descontrol reina en Almería, con falsos positivos extendidos
por todas las comarcas y situaciones tan lamentables como la que se ha vivido
en el Hospital de Poniente y que está dando la vuelta a toda Andalucía. La
falta de medios humanos es clamorosa. La insuficiente dotación de rastreadores
impide detectar nuevos casos, lo que nos ha situado como una de las comunidades
que menos seguimiento puede realizar para la detección de contagios. A día de
hoy, se necesitarían más de 2.000 rastreadores, que podían haber sido
contratados para frenar la cadena de contagios si el Gobierno de PP y Cs
estuviera pensando en los andaluces.
La situación actual, además, demanda un ejercicio de
transparencia, con ruedas de prensa diarias para informar de la situación y de
las medidas que se fueran adoptando, avaladas por un equipo técnico. Eso
serviría para proyectar una imagen de seguridad más que necesaria para
salvaguardar la salud de los ciudadanos y frenar una crisis económica que
podría dejar medio millón de desempleados. Lamentablemente, lo que tenemos es a
un presidente andaluz huido y entregado a una remodelación de su gobierno que
aumentará el número de cargos, exigida por un partido, Ciudadanos, cuya única
preocupación es repartir premios y castigos dentro de su formación política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario