Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor
⏩ Uno de los clásicos y eternos debates de la especie humana, cómo
favorecer la economía sin destruir el
medio ambiente, se ha vuelto a poner sobre la mesa, aunque lo que estemos
discutiendo sea si se ha autorizado, quién ha firmado más informes favorables,
si provocará el efecto castillo de naipes, si es turismo sostenible... Aspectos
que dan un poco igual porque lo único que importa es si es legal, como si las
leyes fuesen palabras divinas, justas, indiscutibles e iguales para todos. Un tema, el del hotelito, que dará mucho que hablar y del que
probablemente estén un poco cansados, así que pondremos otro ejemplo: los
artales del Poniente.
Seguro que no habrán escuchado hablar de ellos porque no
ha tenido ninguna repercusión en las redes sociales, ni en los medios de
comunicación. La despensa de Europa no tiene tanto glamour como la terracita
con vistas del Cabo de Gata. Quizás si alguien hubiese escrito un titular como
“En Almería se están matando linces y arrasando la Amazonía” la cosa sería
diferente.
Aunque parezca un poco exagerado, y salvando las distancias, eso
es más o menos lo que está pasando, lo que ocurre es que a los animales les
tenemos más cariño que a las plantas, aunque pensándolo bien tenemos otros
linces en la provincia de Almería que poca gente conoce, como el fartet o la
cerceta pardilla, y a los que seguimos
empujando, en nombre del progreso, hacia la extinción.
El problema de los artales es que crecen desde hace miles de años en el lugar donde, en los últimos sesenta, han proliferado los invernaderos
El problema de los artales es que crecen desde hace miles de años
en el lugar donde, en los últimos sesenta, han proliferado los invernaderos,
así que, como parece que son dos cosas incompatibles, hay que arrancarlos, casi
siempre con nocturnidad y alevosía. Para entendernos, y en la línea de buscar
titulares llamativos, lo que hemos hecho ha sido arrasar nuestro bosque para
favorecer la agricultura, algo que cuando lo anuncia Bolsonaro nos preocupa mucho. Por desgracia nuestros
artales, formados por arbustos con pinchos, no son tan atractivos como las
grandes selvas amazónicas.
Como la belleza es relativa, por su importancia, entre otros
grandes servicios ecosistémicos, como captadores y sumideros de CO2 y por ser
pequeñas islas de biodiversidad donde se refugian la fauna auxiliar útil para
controlar las plagas, el arto negro, Maytenus
senegalensis, está catalogado como Vulnerable por la legislación
autonómica, aparece En Peligro en el Libro Rojo de la Flora Andaluza y como “ecosistemas
de interés comunitario” por la Directiva de la Unión Europea sobre la
Conservación de los Hábitats Naturales y de Fauna y Flora Silvestres.
Pese a que son ecosistemas singulares de gran valor para la
conservación y solo los podamos encontrar en nuestra comarca, y de forma
residual en algunos puntos de Murcia y Valencia, seguimos acabando con ellos
aunque se incluyesen como Lugar de Interés Comunitario dentro de la Red
ecológica europea Natura 2000. Figura para la que se ha pedido su
descatalogación y poder construir un puñado de naves comerciales más, algo
inaudito en la Unión Europea, pero que nuestra justicia ha tenido a bien
plantear a pesar de sonar a disparate.
Es curioso que la justicia haya dictaminado, mientras se dirime,
que no se puede llamar LIC a los artos de El Ejido. Sin embargo, ningún juez ha
paralizado, para comprobar si todo está en regla, los movimientos de tierra en
Santa María del Águila para construir otro invernadero. La diferencia es que en
la descatalogación hay una denuncia del propietario, del capital, y en el otro
una simple denuncia pública de científicos y grupos conservacionistas. Así que
mientras se discute quién defiende el bien común, se siguen arrancando artos, y
luego, si alguien denuncia judicialmente y se demuestra que se hizo de forma
ilegal, se pedirán disculpas, o no, se pagará la multa y a producir.
Es un debate perdido al que yo incluiría otras preguntas: ¿Tenemos la
responsabilidad los habitantes del Poniente de conservar ecosistemas tan
singulares? ¿El derecho individual está por encima de la conservación del medio
ambiente? ¿Deben las administraciones locales hacer cumplir las leyes europeas?
¿Hay agua suficiente para seguir construyendo más invernaderos? ¿Son
beneficiosos los artales para la imagen y productividad de los invernaderos?
¿Puede coexistir la economía y el medio ambiente? ¿Qué ocurrirá con nuestra
tierra cuando dejemos de ser la despensa de Europa?
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