Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor
⏩ Los rebrotes siguen aumentando, el bosque sigue en llamas y la
posibilidad de un nuevo confinamiento pende sobre nosotros. De la situación en
la que vivimos saco algunas conclusiones que vienen para acabar con el
optimismo con el que inicié el confinamiento y decantar de nuevo la balanza
hacia la desconfianza en nuestros políticos y la desilusión por comprobar que
no hay esperanza para la especie humana.
Lo más preocupante es la falta de compromiso ciudadano que se
salta lo que en un principio fueron recomendaciones sanitarias, pero que ahora
son de obligado cumplimiento. Si nuestra salud y la de nuestros familiares nos
da igual y la ponemos en riesgo por un rato de diversión, de entretenimiento,
todo lo que podamos añadir sobra. Esa sensación de superioridad, de
inmortalidad, de que ningún mal puede pasarme a mí, es lo que nos lleva al
desastre.
No ayuda nada ver a nuestros políticos estar más pendientes de las próximas elecciones que de solucionar el problema
No ayuda nada ver a nuestros políticos estar más pendientes de las
próximas elecciones que de solucionar el problema. Durante el confinamiento
vimos como las Comunidades Autónomas criticaban las medidas adoptadas por el
Gobierno Central, exigiendo que se les diese la oportunidad de gestionar la
crisis en sus territorios, defendiendo que las medidas generales no eran
justas. Un mes después del final de la desescalada están achacando la aparición
de los rebrotes a una falta de coordinación y a la inacción por parte del
Gobierno.
Es evidente que un término intermedio sería lo ideal, unas
directrices generales, que no dudo que se estén dando y las adaptaciones
particulares según las circunstancias de cada zona. Pero no me negarán que el
batiburrillo de medidas adoptadas lo único que hacen es crear una imagen de
descontrol que nos desmoraliza a todos. Me da la sensación que más que
siguiendo las directrices de los expertos, se están dejando llevar por lo que
hacen los vecinos, para no quedarse atrás y que nadie los acusó de no hacer
nada, a lo que hay que añadir la búsqueda de medidas creativas para posicionarse
por encima de los demás. Si uno dice que la mascarilla es obligatoria, a los
pocos días el otro la impone, si uno habla de confinamientos parciales el otro
lo deja en el aire, si uno prohíbe los botellones, el otro limita las fiestas
nocturnas. La última idea, incluida en el grupo de yo soy la mas chula de
todos, es la cartilla COVID de anticuerpos que la señora Ayuso anunció ayer.
Ahora a los pocos turistas que dejan venir a nuestro país además
de darles una guía con restaurantes, bares y monumentos para visitar, habrá que
darle un listado de lo que pueden o no puede hacer en cada una de las
comunidades autónomas. Quizás a partir de ahora las campañas de marketing
incluyan frases como “ven a disfrutar de nuestras costas donde nuestros bares
no te piden el DNI a la entrada”, o “ por nuestras calles no tendrás que llevar
las mascarillas si mantienes la distancia de seguridad”. Una locura.
Sabemos que las decisiones ya no se toman siguiendo criterios
sanitarios, sino que la economía está por encima de todo. El otro día el Doctor
Simón, tan alabado por uno, tan criticado por otros, lo dejó bien claro, si los
ingleses no quieren venir, mejor para nosotros, menos riesgo de infección.
Afirmación que el presidente tuvo que salir a matizar. Supongo que esa será la
razón por la que no conocemos a los 17 doctores Simón de cada comunidad
autónoma, para no tener que estar matizando declaraciones continuamente, o
quizás porque no los tengan, total, para copiar las medidas del vecino, o
tomarlas al azar, no hacen falta.
Creo que volver al estado de alarma no es la solución, pero si
deberíamos olvidarnos de los egos personales, de los intereses de los partidos,
de los caprichos de los políticos y tener una dirección fuerte desde el
Gobierno Central, que diga las medidas que se deben tomar en cada caso y que
todas las comunidades las acaten sin rechistar, o por lo menos que no lo hagan
en los medios de comunicación. Que se peguen si quieren en los despachos, que
discutan hasta quedarse sin voz, pero que encuentren una estrategia a seguir y
que remen todos en la misma dirección.
Y las decisiones, ese pacto COVID que nos hace falta, debe incluir
las medidas que se tomarán para garantizar la seguridad de los sanitarios y
dotar de recursos los hospitales cuando llegue la segunda ola, o para que la
vuelta al colegio no exponga a los niños y profesores ante el virus a pecho
descubierto. Sé que eso es mucho pedir, pero recuerden que soy de aquellos
optimistas que pensaban que el virus era una oportunidad para cambiar de
modelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario