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In memoriam: Estanislao Beltrán Lara, el doctor de la música


Carmen K. Salmerón
Periodista

⏩ El pasado 5 de agosto nos dejó uno de los almerienses más ilustres que han iluminado la provincia donde nacen los tempranos, Almería, el doctor especialista en el sueño, medicina rural y músico sin acotar, Estanislao Beltrán Lara (Almería, 1957-2020), después de luchar los últimos años contra la enfermedad devastadora que aún carece de vacuna.


Tipo singular en su manera de vivir, en su amor a las artes, en su entrega a la amistad, en su enlace con la medicina, no dejaba impávido los lugares por los que pasaba. Lo que tocaba lo convertía en alegría contagiosa. Su curiosidad sin fronteras le llevó, por un lado, a investigar en territorios alejados y desconocidos como son los trastornos del sueño, en la reputada clínica estadounidense “Mount Sinai”, a inventar y construir instrumentos de cuerda, a inventar nuevas palabras -como ‘jipijo’, mezcla de ‘jipi’ y ‘pijo’, o a rescatar el desaparecido y sabroso folclore del levante almeriense.

Reconstruimos el puzle del Doctor de la Música a través de los ojos de algunos de sus amigos y compañeros de viaje.

El médico en el jardín
Pedro La Calle
(médico ginecólogo y músico)

Hace aproximadamente una eternidad de tiempo, unos cuarenta años, tuve la inmensa suerte de conocer a un hombre excepcional, Estanislao Beltrán Lara. Era sin duda el más simpático y cercano, el más vital de un nutrido grupo de estudiantes de la Universidad de Granada al que me presentaron mis hermanos cuando empecé medicina. Intentábamos  encontrar una nueva forma de vivir, a la que nosotros llamábamos más auténtica, entre la psicoterapia, la música y la filosofía.

Esa búsqueda fue la que llevó a Estanis, poco tiempo después, a buscarse a sí mismo en un año sabático en el que recorrió Europa sobreviviendo con su guitarra y su voz, por ejemplo en el metro de Londres. Continuó así, de vez en cuando, en un show en el pub “El Alquimista”, junto con Julián Peña, su fiel amigo, y Nono Cañizares. Después nos contó cientos de historias, ejemplos de esa nueva forma de vida, cuando se incorporó de nuevo a sus estudios de medicina. Esa nueva forma de vivir fue la que compartimos y la que nunca abandonó cuando alquilamos juntos una casa en el granadino Paseo del Darro. Desde entonces, de una u otra manera, no dejamos de ser amigos inseparables.

Cuando terminamos medicina, después del obligado tiempo de “sustituciones”, Estanis decidió de nuevo emprender otro viaje, a Estados Unidos, donde se hizo especialista en Medicina del Sueño, trabajando muchos años en el Mount Sinai Medical Center de Miami. Por aquel entonces nos escribíamos largas cartas en las yo creía ver la influencia de un espíritu más pragmático, y de una alimentación menos mediterránea, como descubrí más tarde. Siempre recordaba entre risas el comentario que le hice tras los dos primeros años americanos: “¡Estanis, te fuiste siendo Don Quijote y has vuelto siendo Sancho Panza!”. Pero no fue así exactamente, nada que ni por asomo significara un descanso en lo que han sido toda su vida dos constantes: la búsqueda del conocimiento y la del placer. 

Ambas búsquedas gratuitas, a un conocimiento cercano, a una filosofía y a una poesía reflejada en el asombro de las cosas cotidianas en apariencia, y un placer que ante todo buscaba la fiesta del encuentro con sus innumerables y auténticas amistades. La música, esa música dulce, personal y delicada, también muchas veces satírica, irónica, que a él tanto le gustaba. En Miami continuó tocando con el cantaor flamenco Pansequito. Cuando regresó a Almería no dejó de tocar con todos nosotros, sus amigos, en particular con Luis Islán, con quien compartió, además de la profunda amistad desde los tiempos de Granada, su afición a los instrumentos y la música antigua. También con amigos como Carlos de France y tantos otros.

Tras un periodo en el que montó una Clínica del Sueño en Almería, decidió marcharse de la ciudad en su búsqueda constante de un equilibrio personal y profesional. Nunca hacía alarde de sus cualidades de médico, que las tenía en grado superlativo, pero cada vez que nos visitamos, siendo Estanis ya médico de Albanchez, aparecía gente nueva en su vida: sus pacientes. El cariño con el que siempre hablaba de ellos, hacía ver que su ejercicio profesional era gran parte del su capital vital.

Y es que ese hombre excepcional ha sido un médico humanista que se cultivaba en su biblioteca, en su pequeño taller de lutier, con su colección de instrumentos, con sus partituras, pero sobre todo con las reuniones, con la charla viva, las risas. Nunca dejamos de reír, tenía un extraordinario sentido del humor, y nunca dejó de dar amor a su entorno.

Tuvo allí, en Albanchez, la fortuna de vivir dos grandes encuentros, uno el de un jardín y otro el de su último amor. Al poco tiempo de llegar al Valle del Almanzora, encontró el Jardín de Epicuro en Cariatiz, Sorbas, un lugar donde periódicamente celebraban reuniones musicales y filosóficas sus grandes amigos Thomas y Federica. Con Andrés y Thomas formaban parte de la cuadrilla Maestro Gálvez, donde empezaron a hacer una labor antropológica, recuperando el folklore, en vías de extinción, del levante almeriense.

Allí, en esos encuentros, disfrutamos de las tertulias filosóficas, las actuaciones y el buen vivir que propone Epicuro. También en ese jardín se casó con Isabel Granados, la que ha sido la mujer que lo ha acompañado, y más tarde cuidado con todo el amor en la enfermedad que lo ha llevado al lugar de donde vino. Él, como dice Luis Islán, tenía las llaves de ese jardín que es el preciado lugar que en este mundo merece la pena. Siempre ha estado rodeado de verdaderas amistades que tanto lo hemos querido y lo seguiremos queriendo. Imposible nombrar siquiera a una parte de ellas. Es imposible hacerle un retrato a su altura.

En su último mes él quiso estar en su ciudad, Almería. Aquí ha estado rodeado en todo momento del amor de su familia, en particular de sus hermanas y hermanos, también de su amiga del alma Maico Viciana y en la distancia de Chabe, y de mí mismo, que he tenido la suerte de estar muy cerca de este MÉDICO, con mayúscula, en el jardín en el que siempre, hasta en los últimos días, hemos compartido risas y dónde me dijo lo que solo un hombre excepcional puede decir cuando presiente que pronto llegará el momento de partir: “las cosas están bien como están”.

Santa Teresa meets Mad Max
Antonio L. Guillén
(músico en Rauchen Verboten)

Al poco de aterrizar yo en Almería, me lo presentaron una noche por la calle. Era un tipo rápido, culto, con las cejas arqueadas y un grandísimo sentido del humor. Era Médico del Sueño, en todos sus sentidos, y lutier cósmico. Atravesó EEUU en un coche escuchando a la canadiense Mary Margaret O’Hara.

Tipo generoso, una noche te regala un chinchelo (un chelo chino modificado que aún conservo y que yo usaba en la época de la primera Alondra Satori – banda musical-, por Tabernas), o te dejaba tocar su increíble colección de guitarras excéntricas y requintos – instrumentos cordófonos -, o después de oír a Sefronia – octavo álbum de Tim Burckley -, en un concierto, tras tomar muchas notas, te regalaba apuntada en su libreta la mejor descripción: “Santa Teresa meets Mad Max”.

Cerca de una piscina, en su cumpleaños, solo pude regalarle un libro del místico medieval Ramón Llull, antes de que se marchara al campo, ya médico rural, como todo sabio shaolin suele hacer: irse al campo. 
Creo poder ver esa sonrisa beatífica creativa mantenida, seguro, en la enfermedad. Seguro. Descansa, Estanis.

El Anónimo Costumbrista
Antonio Molina
(líder de Amor De Madre)

Lo primero que me viene a la cabeza de Estanislao Beltrán Lara, es su sonrisa. Siempre ha sido y será un hombre jovial y empático. Un músico y médico culto de personalidad tímida y sensible. Un hombre renacentista.

Aunque nuestros padres se conocía de toda la vida, él era unos años mayor que yo, y no fue hasta mediados de los años ochenta cuando conectamos a través de la música. Nos hicimos amigos inseparables. Estanis venía más del folk, canción protesta, jazz, y yo del pop rock punk.

Recuerdo un día que estábamos ensayando en el local del Barrio Alto. Vino con Pedro La Calle, que en aquellos tiempos tocaba las congas con nosotros, Amor De Madre. Le sugerí que nos hiciera una letra para darle un poco de variedad a nuestro estilo de pop rock ochentero. La música evolucionaba a finales de los 80 hacia el rock de garage, influenciada por las bandas inglesas y australianas. Hizo la letra de un tema, “Reventón”, un relato costumbrista sobre las relaciones conyugales, que haría hoy temblar los cimientos del “buen gusto” burgués. La convertimos en un rock'n'roll de garage. Fue la cara B de nuestro primer single.

A finales de los 80, Estanis se marchó a USA para trabajar como médico. Tiempo después le pedí sus datos para inscribir el tema en la Sociedad General de Autores. Me dijo de forma sencilla: “pon Anónimo Costumbrista en los créditos”. Estanis era así, una persona generosa y buena. Muy amigo de sus amigos, con una creatividad asombrosa, con esa retranca tan almeriense y esas expresiones tan filabreñas de donde remanecemos, las tierras de nuestros ancestros. Estanis es inolvidable.

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