Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor
⏩ La muerte de un majestuoso, y protegido, Pez Luna, a manos de un
desalmado justiciero que quiso salvar del inexistente peligro a los bañistas de
Roquetas pone de manifiesto algunos aspectos que deberíamos tener muy presentes
los almerienses:
Pez Luna muerto en Roquetas (La Voz) |
Vivimos en una provincia con una biodiversidad que debería ser la
envidia del mundo, y que si no lo es, es porque no hemos sabido comunicarlo.
Disfrutamos de 23 espacios protegidos, ecosistemas únicos, desde la alta
montaña a los fondos marinos de todo nuestro litoral, desde los humedales costeros hasta el
desierto lleno de vida, desde las impresionantes cavidades hasta la claridad de
nuestro cielo nocturno. Gracias a ellos el lince que murió atropellado hace
unas semanas en la autovía pudo llegar hasta nuestra provincia. Lástima que esa
bonita historia terminase de forma tan trágica.
Es habitual ver una gran variedad de especies faunísticas que viven en los bosques de lentiscos, azufaifos, sabinas y artos de nuestro litoral
No debería sorprendernos la presencia del pez luna o de los
delfines nadando en nuestras costas, de los flamencos volviendo cada año a
humedales como Punta Entinas Sabinar rodeados de invernaderos y asfalto o ver
al gato montés recorriendo nuestras sierras. Es habitual ver una gran variedad
de especies faunísticas que viven en los bosques de lentiscos, azufaifos,
sabinas y artos de nuestro litoral, o nadan entre las praderas de posidonia
oceánica, o se refugian entre los
pinares y encinares de nuestra variada y rica orografía, o conviven con
nosotros en nuestros pueblos y ciudades.
Es cierto que son muchas las etiquetas malintencionadas que nos
ponen fuera de nuestras fronteras, pero es incomprensible que los almerienses
no conozcan y presuman de su naturaleza y de todos los servicios ecosistemicos
que nos ofrece. Las aguas cristalinas del Cabo de Gata, los preciosos azules de
nuestros cielos, la variada gastronomía que saboreamos, son consecuencia de la
conservación de nuestra biodiversidad. Tenemos que aprender a valorar lo que
tenemos a nuestro alrededor, aprender a mirarlo con orgullo, con satisfacción,
y sobre todo, a sentirnos parte de una naturaleza que nos ha dado todo lo que
disfrutamos, que nos ha convertido en lo que somos, desde nuestra economía
hasta los ratos de ocio.
Es necesario mucha más educación ambiental, no solo para que energúmenos como el heroico hamaquero sepa la barbaridad , y el delito, de la que fue protagonista, sino para que todos los bañistas que lo miraban pudiesen haberlo evitado
Es necesario mucha más educación ambiental, no solo para que energúmenos
como el heroico hamaquero sepa la barbaridad , y el delito, de la que fue
protagonista, sino para que todos los bañistas que lo miraban pudiesen haberlo
evitado, para que nuestras administraciones hagan cumplir las leyes existentes,
para ser conscientes de la suerte que tenemos de vivir en una provincia como la
nuestra y, sobre todo, para saber que la responsabilidad de conservar lo que
tenemos es un trabajo colectivo y no basta con colgar unas fotos en las redes
sociales y echar balones fuera, o culpar a otros por no haber hecho su trabajo.
Esa responsabilidad, ese conocimiento, debe convertirnos en
ciudadanos críticos, vigilantes, participativos, capaces de denunciar, de
exigir a nuestras autoridades, de colaborar con ellas, para que esa biodiversidad
no se vaya perdiendo. Nuestra presión, determinación y compromiso, es clave,
fundamental, para que se discutan y se miren con lupa, antes de meter las
maquinas y provocar una daño irrecuperable, proyectos como el de urbanizar el
Salar de los Canos, o de reconvertir una chiquera en un hotelito con encanto en
la Bahía de Genoveses, o descatalogar el Lugar de Interés Comunitario Artos de
El Ejido.
Debemos dar ejemplo a nuestros hijos, alumnos, jóvenes, para que
no crezcan como nosotros pensando que no tenemos nada a nuestro alrededor, para
que no sueñen con los leones, los oso polares, o los elefantes que difícilmente
verán en libertad sino que sepan dónde ir, a una hora de su casa, para observar
la fauna salvaje, para pasear entre una vegetación exclusiva, y milenaria en
algunos casos, o para admirar la belleza de los ecosistemas de nuestra
provincia.
Son muchas las presiones que amenazan nuestro medio ambiente, pero
las más peligrosas de todas son la falta de conocimiento, de sensibilización,
de educación de la ciudadanía, y por desgracia la impunidad con la que se
destruye lo que es de todos. Espero que todos aquellos que se excusan en las
leyes para no negar permisos urbanísticos en espacios protegidos las utilicen
ahora para castigar una actuación que debería avergonzarnos a todos. Mientras
solo hagan cumplir las leyes que les interesan la naturaleza de Almería, y del
resto del mundo, estará amenazada.
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