Emilio
García Campra
Historiador
⏩ Un decreto de 15 de junio de 1837
reguló la ceremonia de proclamación de la Constitución (repique general de
campanas, iluminación, salvas de artillería, etc.) Todos estos festejos solían
comenzar y acabar en el Ayuntamiento y detenerse en la iglesia, representando
así la ocupación de los lugares de poder temporal y espiritual.
Existían entonces dos mitos
antagónicos: la Constitución y el Rey, representados por la lápida y el
retrato, respectivamente. Otro decreto de 1823 ordenó nombrar “Real” a toda
calle o plaza dedicada en años anteriores a la “Constitución”. La construcción,
difusión y uso de los símbolos es, pues, acción política pura.
El periodo de la Regencia de
Espartero es sin duda uno de los momentos de mayor esplendor de las
manifestaciones cívicas en Almería. Destacan los programas de festejos de los
años de 1841, 1842 y 1843, en honor de Los Coloraos, con salvas de ordenanza
desde el Baluarte de San Cristóbal, misas y desfiles solemnes. Especial relieve
tuvieron los actos por la concesión de la Cruz Cívica. También habían
detractores entonces. En “El Correo Nacional” de 20-1-1842 el anónimo
corresponsal almeriense, enjuiciando la labor del Ayuntamiento, decía: “en
cuanto a obras públicas, se ha reducido a quitar lápidas, poner versos,
blanquear paredes y cerrar iglesias”. Pero unos meses después (19-4) decía: “El
ayuntamiento se ocupa con esmero en hermosear con una magnífica arcada cuadrangular
la Plaza de la Constitución y particularmente la fachada de las Casas
Consistoriales…”. Por entonces, una de las canciones
patrióticas rezaba:
Si
la España feliz quiere
grito
fuerte de la nación
sea
Constitución o muerte
muerte,
muerte o Constitución
Los contenidos iconográficos del primer liberalismo fueron recuperados,
especialmente en 1868 con La Gloriosa y su grito de ¡Viva España con honra! Y
así vemos cómo en Almería, una de las primeras medidas adoptadas por la Junta
fue la aprobación del proyecto de construcción de un nuevo monumento a Los
Coloraos, según diseño del arquitecto Marín Baldó, ubicado en la Puerta de
Purchena. Pero el ángel alado que remataba la columna en el citado proyecto jamas voló… Y ello a pesar de las sesudas manifestaciones de unos y otros,
especulando sobre el origen masónico de tal imagen. Lo cierto es que nuestro Ayuntamiento tuvo que incautarse de los fondos recaudados y, ante la escasez de
los mismos, el nuevo arquitecto, Enrique López Rull, dejó reducido el remate a un globo terráqueo,
rodeado de unas cadenas rotas, unidas
con la fecha 1824 (Actas. Varias 1er. Trimestre 1870).
Posiblemente en recuerdo de los impulsos constitucionales comentados, amen de
exigencias urbanísticas, el joven alcalde de entonces, Sr. Barroeta, tomó la
decisión de trasladar a la Plaza Vieja el monumento a Los Coloraos, en el año
1899. El acto del 24 de agosto de 1900 fue muy emotivo. También sonó el himno
de Riego –en este caso bajo una monarquía constitucional– y las cenizas de
las víctimas fueron traídas a hombros,
desde la iglesia de San Sebastián, por un grupo del partido
germinalista (“La Opinión”, 31.8.1900).
La evolución de las ideas políticas,
naturalmente tienen su reflejo en la sociedad almeriense, y así vemos cómo las
posiciones entre conservadores y progresistas se van paulatinamente radicalizando. Sólo señalar, en este sentido, los artículos
aparecidos en la prensa (La Independencia) “De broma y de veras. Los munícipes
zurdos” o “Carta de Jhon a Ketty”, de 4-7 y 26-8 de 1930, respectivamente. Y
para rematar, el comentario de 25.8.1934 : “Este número (el de Los Coloraos) en
franca decadencia desde hace años, debiera haberse ya eliminado de los
programas, a menos que se pretenda que lo mate el ridículo”.
A la terminación de nuestra incivil
guerra, el diario Yugo” –26.3.1941, hablando de los jardines almerienses- decía: “Frente al Ayuntamiento, en la Plaza Vieja, unos árboles y unas flores
forman conjunto en torno al horripilante Obelisco que recuerda todavía a los
Mártires de la Constitución”. Como sabemos, tras la profanación a marrazos de la cripta que
contenía las cenizas de aquellos liberales, el “Yugo” (24 de julio de 1943) confirmaba el “desmonte” y desaparición del Monumento. Este que se levantaba,
decía, “como un dedo amenazador ante la almibarada arquitectura de nuestro
Ayuntamiento”. Lo del dedo tiene resonancias
bíblicas: “… si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador…”
( Isaías 58: 9-12).
Así, pues, la Plaza Vieja es un
lugar de memoria y como tal debe ser respetado.
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