El río inquietante de la evolución de la pandemia arrastra un caudal lleno de interrogantes y contradicciones. Una de ellas, y no menor, es el hecho de que en Almeria, y en el caso concreto del distrito sanitario del Poniente, se está viviendo en esta segunda ola una circunstancia que ya sucedió en la primera. Durante los meses de primavera, la afectación del virus a los trabajadores del sector agroalimentario fue casi mínima. Los invernaderos, las comercializadoras, la industria auxiliar, todo lo relacionado con el principal pilar de la economía provincial, funcionó con una seguridad formidable.
La situación cambió cuando acabó la campaña. El verano trajo consigo un aumento espectacular de casos en esa misma área sanitaria. Roquetas y El Ejido encabezaron durante semanas ese dramático ranking. El hospital de Poniente se acercó al borde del colapso. Asistimos a la aparente contradicción de que cuando menos aglomeración o movilidad laboral había, fue cuando más casos se detectaron. El ocio nocturno, la relajación en las medidas de prevención y la necesidad de reencontrarse con familiares y amigos fueron los tres ángulos que podrían explicar en parte, sólo en parte, las causas que provocaron el paso por ese triángulo de las Bermudas que fue el mes de agosto y los primeros quince días de septiembre.
Los datos de incidencia acumulada (casos positivos diagnosticados por 100.000 habitantes) en los últimos catorce días ha sido de 574 en el distrito sanitario Levante-Almanzora, 452 en el distrito de Almería y de 353 en el distrito de Poniente
Pero la situación cambió, la curva entró en una pronunciada fase de declive coincidiendo con el regreso a su actividad normal en el inicio de la nueva campaña. Los datos de incidencia acumulada (casos positivos diagnosticados por 100.000 habitantes) en los últimos catorce días ha sido de 574 en el distrito sanitario Levante-Almanzora, 452 en el distrito de Almería y de 353 en el distrito de Poniente.
¿Por qué se ha producido este cambio, esta situación tan aparentemente contradictoria que hace que cuando más aglomeración hay en los espacios laborales y mayor es la movilidad, menor sea la incidencia del virus entre quienes trabajan en el sector?
La respuesta nunca puede ser una. Esta
realidad se debe a un amplio abanico de circunstancias. Pero una, y no menor,
hay que buscarla y encontrarla en el hecho de que nuestro sector
agroalimentario, desde la consejería hasta los ayuntamientos, desde el primer
empresario al último trabajador, adoptaron y han adoptado las medidas
necesarias para continuar siendo un ejemplo de responsabilidad ante los
consumidores.
Conviene recordar esta realidad cuando son ya demasiadas las veces en que este desierto convertido en la huerta de Europa solo es objeto de atención si se trata de enfatizar los perfiles negativos que, indudablemente, también se producen.
Nadie puede negar que, como en todo proceso de crecimiento rápido, en el sector agrícola almeriense aún persisten, lamentablemente, situaciones indeseables, zonas de penumbra en las que es preciso adentrarse para eliminar sus penosas consecuencias. Pero no es menos cierto que son más los espacios luminosos que esas zonas de oscuridad. Y eso hay que ponerlo en valor, no solo ante nosotros mismos, sino ante nuestros competidores. Almería hace cosas y además las hace bien y de forma responsable.
Ahora lo que hay que hacer es persistir obsesivamente en esa idea, en esa estrategia de seguridad en todo el proceso productivo y comercializador. No solo no hay que bajar la guardia, sino que hay que consolidar y aumentar las medidas de seguridad que dispongan las autoridades sanitarias.
Si Almería consigue mantener este nivel de seguridad, de eficacia y de eficiencia en medio de la pandemia y continuamos abasteciendo con productos de primera calidad los mercados europeos, la marca Almería saldrá reforzada de esta guerra. Los agricultores almerienses están ganando batalla tras batalla. Y así hay que seguir hasta el final. Relajarse sería una irresponsabilidad que nadie puede permitirse.
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