Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor
Mientras suena el redoble de tambores, los rumores flotan en el aire y esperamos el irremediable confinamiento me viene a la cabeza Joaquín Sabina vestido de maestro de ceremonias, con una brillante y llamativa chaqueta de frack roja con ribetes dorados, un alto sombrero de copa y botas negras cantando eso de Vengan pequeños y grandes, no lo olvidarán jamás. Una canción que tituló Ocupen su localidad y que abría su tercer disco, Ruleta Rusa, donde también se incluía, para cerrar el espectáculo, la canción Pisa el acelerador.
Son tres títulos que podrían conformar una banda sonora para resumir
la intensa semana que vamos a vivir hasta que nuestro presidente, el ínclito, el maravilloso, el de los dedos
vertiginosos, se canse de demostrar que toma las decisiones cuando son
necesarias, no cuando los presidentes autonómicos se lo piden. Es importante que sepamos quién manda, no
vaya a ser que luego los méritos, las
medallas, se las pongan otros. Es mejor dejar pasar un tiempo precioso,
calculando la llegada de la Navidad, resistiéndose a un confinamiento anunciado, haciendo girar el
tambor del revólver en el que gira una sola bala.
Luego vendrán las prisas, las lamentaciones y las acusaciones
cruzadas y nos señalarán, resignados con el dedo, porque hemos sido malos por
no hacer las cosas que con tanto cariño planearon. Paternalistas nos repetirán
hasta la saciedad que lo hacen por nuestro bien, para que podamos brindar con
la familia celebrando la llegada del Mesías. Esos días, cuando nos hayan
repetido el anuncio lacrimógeno de la lotería hasta la saciedad, saldremos a la calle con la bula navideña,
puros, limpios, imbuidos de un halo de felicidad, a pisar el acelerador a
fondo, a consumir como posesos, a salvar la maltrecha economía, a olvidarnos
por unos días de la amenaza invisible que nos seguirá acechando y que será el
preludio de un nuevo confinamiento semanas más tarde, quizás hasta que la
llegada de San Valentín inunde nuestros comercios de amor y nos permitan salir
a celebrarlo gastando lo que nos habremos ahorrado en los cafés, copas y
teatros clausurados.
Pero eso es adelantarnos demasiado al tiempo. Pensar con dos meses
de antelación lo que va a ocurrir es un atrevimiento que pronto nos aconsejaran
no hacer. Centrémonos en ese espectáculo que nos prometía Sabina y donde nos
presentaba a una larga lista de personajes insólitos entre los que destacaba la
Ines-mimable participación y el enano de la Orquesta Mondragón.
Así que adaptando ese espíritu circense los invito a que ocupen su localidad y presten todos atención, porque a punto está de levantarse el telón. Señoras y señoras, niños y niñas, pasen y vean a la Europa precavida, a la España dividida donde conviven políticos insensibles con sanitarios cansados y cabreados, con hosteleros desolados y una larga lista de maestros resignados. Hermosos jóvenes violentos, inconscientes y fiesteros se mezclarán en las calles con los honestos hijos de la barrendera, con los responsables estudiantes que cuidan de sus abuelos. Aprenderán de los científicos ignorados que se lamentan en los platós de televisión donde mordaces presentadores leerán hasta la saciedad la información programada. Famosos cantantes negacionistas se convertirán en héroes y villanos para una multitud dividida y confundida en el uso de la mascarilla. Un experto en salud pública pedirá perdón a las enfermeras ofendidas mientras los autónomos insumisos se buscan la vida en el mercado negro de la desesperación. Llenen sus despensas de harina, sus baños de papel higiénico, su nevera de cervezas. Paguen sus recibos de internet y de la luz si no quieren aislarse del mundo. Despídanse de sus seres queridos y desempolven sus mejores galas para salir a los balcones a aplaudir a los esenciales. Presenciaran como por arte de magia los números rojos se multiplicarán en sus cuentas corrientes, mientras las de los bancos adquirirán el obsceno verde de las comisiones. Prepárense a escuchar los trinos de un mundo mejor, los cantos de sirenas que nadan en un mar que añorarán y al que solo verán en sueños. Les prometemos una experiencia única donde recordarán lo que perdieron, el mundo que se fue y que sustituiremos por uno donde no tenga que salir de casa, donde no tenga que respirar el contaminado aire de sus iguales, donde será el rey que quiso ser, no ese mujeriego, ladrón y cazador de elefantes que nos engañó durante cuarenta años. Ocupen su localidad, a punto está de levantarse el telón. O de bajarse, como prefieran.
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