Por naturaleza no me gusta asomar la
cabeza en cuestiones extradeportivas, sin embargo, como ciudadano, no puedo ni
debo soslayar la mirada ante determinados hechos que como urbanita de la ciudad de Almería estoy obligado
a relatar. Y estoy obligado porque mi círculo social próximo y medio mantiene
un run run diario del que me resulta difícil abstraerme: ¡Pobre Paseo de Almería!, ¡Qué han
hecho con el Paseo de Almería!, ¡Han cerrado otra tienda!...
Hagamos un poco de historia. Dicen que un día, no hace mucho tiempo, una alfombra roja de enormes dimensiones conectó el centro de Almería con el centro comercial de Torrecárdenas. Se concentraron centenares de personas acompañados de fanfarrias y ecos publicitarios que a bombo y platillo hablaban de un paraíso comercial con la sola exclusividad de aliviar los bolsillos de los ciudadanos con exclusivas ofertas que le servirían para configurarles una vida más placentera. Una gama de autoridades de diversa índole aplaudió tal circunstancia dado que harían de Almería una ciudad que mejora el empleo y favorece la llamada sostenibilidad.
El problema surge cuando, alimentando la corriente de que los precios de los alquileres de los locales del Paseo de Almería son impactantes y poco favorecen el desarrollo comercial, las grandes firmas comerciales inician una diáspora incontrolable
Hasta ahí, los hechos contados no tienen mayor trascendencia ni notoriedad. El problema surge cuando, alimentando la corriente de que los precios de los alquileres de los locales del Paseo de Almería son impactantes y poco favorecen el desarrollo comercial, las grandes firmas comerciales inician una diáspora incontrolable. Curiosamente todas las firmas comerciales importantes o cuasi importantes se trasladan al Centro Comercial Torrecárdenas. Un ciudadano de a pie como yo tiene que pensar que dichas firmas han recibido una propuesta o fórmula para la nueva ubicación lo suficientemente interesante para acometer esa nueva aventura comercial. Cosa que por otra parte es razonable.
Pero esto nos lleva a la existencia de un problema. Un problema que, como siempre, lo sufre el ciudadano de a pie y, como veremos, unos más que otros. Esos otros son los mayores. Sí, los mayores que se acercaban a comprar con su fórmula tradicional ya que el internet lo maneja con cierto recelo o no lo utiliza, y por tanto no compra online, ahora se ven huérfanos de esas firmas. Lo sufrirán el resto de negocios que establecían una sinergia comercial muy importante en el auténtico ir y venir de las gentes. Comentario aparte, la repercusión que tendrá en el Mercado Central. Por lo tanto el corazón de Almería no latirá con la misma fuerza y ello provocará un estado de melancolía nada saludable.
Se podía haber evitado este éxodo utilizando fórmulas imaginativas para enraizar los establecimientos comerciales
Se podía haber evitado este éxodo utilizando fórmulas imaginativas para enraizar los establecimientos comerciales. Recuerdo aquel lema épico “La unión hace la fuerza”. Las instituciones públicas favoreciendo el asociacionismo comercial (“Salvemos el Paseo”) como inversión pública trascendental para nuestra ciudad, donde cada uno de los negocios tuviese su representación en proporción a su volumen operacional. Aquí todos tendrían que apretar filas y sin dejar de mirar el ombligo personal levantar la mirada y converger en un punto único para que con su fuerza puedan disipar la oscuridad que nos acecha. Si es tarde o no lo dirá el futuro.
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