El asalto al Capitolio americano es el final de una era, y no me
refiero al mandato de Donald Trump, sino al liderazgo mundial que han ejercido
los EE.UU sobre el resto del mundo. Los datos económicos lo vienen reflejando
en las últimas décadas, pero va mucho más allá que las cifras macroeconómicas.
Es una cuestión de valores, de principios, de maneras de entender el mundo, las
relaciones humanas. La presidencia de Trump, no solo por su salida, supone el
final de un modelo, el neoliberal, en el que la humanidad ha perdido en todos
los sentidos.
Si nos basamos en los principios básicos para ser un buen líder que nos han repetido hasta la saciedad en los medios de comunicación, en los cursos de formación, en las charlas y talleres de coaching que tanto han proliferado en los últimos años, los EE.UU los han perdido todos. Seguridad, empatía, responsabilidad, optimismo, honestidad, determinación e inspiración. Para muchos nunca los tuvieron y su posición dominante, de liderazgo, ha estado basada en el miedo, en la prudencia para no repetir las guerras que los encumbraron a esa posición.
La I y la II Guerra Mundial cambiaron el mundo, de eso nadie tiene
ninguna duda. Esos conflictos son los que reestructuraron el nuevo orden
mundial, en el que los vencedores se repartieron el mundo y los perdedores
agacharon la cabeza. En esos momentos tan delicados de la historia los americanos
sí asumieron, y se comportaron, bajo esos principios de liderazgo.
Luego llego la Guerra Fría, la pelea entre los ganadores, donde el
capitalismo venció al comunismo y los que en otro momento habían sido lideres,
se sintieron poderosos con la seguridad de ser los dueños del mundo y la
autoridad para repartirse el botín. Desde ese momento el abuso de poder, de una
continua violación de los derechos humanos, de la imposición de un modelo
económico que nos beneficiaba y en el que siempre ganábamos los mismos, ha
predominado en el mundo.
En aquellas guerras aprendimos muchas cosas, la primordial es que
con la tecnología que habíamos creado podríamos acabar con la especie humana.
Ese miedo, la prudencia de todos por no provocar una situación en la que eso
pudiese ocurrir, es lo que nos ha llevado a vivir ochenta años de tensa calma.
Una de las cosas que más me preocupan en estos momentos, es que
hemos empezado a olvidar todo el daño que se generó en aquellos años de guerra.
Hemos perdido el miedo a repetir la historia y las políticas polarizadas que se
viven en cualquier parlamento del mundo lo demuestran, incluido el nuestro.
Hemos perdido la fe en nuestros dirigentes porque ellos han olvidado a quién
deben representar, qué defienden, por qué se dedicaron a la política y las
líneas que no deben cruzar.
Y ante este punto de inflexión los que se han posicionado como los
nuevos líderes mundiales han sido los chinos. No podemos olvidar que ellos
también están en el bando de los que ganaron la Gran Guerra. Así se les
reconoció por su encarnizada lucha contra los japoneses que hizo que estos
tuvieran que dividir sus ejércitos. Luego se convirtieron en el gran demonio
representado en las películas americanas por el invisible villano que desde las
sombras quería conquistar el mundo, pero siempre ganaban los buenos, nuestros
amigos matones a los que les reíamos la gracia.
Con el paso de los años han conseguido convertirse en la primera
potencia económica, ante la crisis sanitaria también se han puesto en primera
línea ofreciendo su vacuna y sus investigaciones, y ante la emergencia
climática, junto a Europa, se han marcado objetivos más ambiciosos que los que
proponía el Acuerdo de Paris para reducir el incremento de la temperatura en el
planeta.
Sé que me vendrán con una infinidad de argumentos sustentados
sobre la idea del comunismo que nos vendieron los ganadores. Puede que tengan
razón, y sería una larga discusión, pero lo que tengo claro es que el modelo
actual que rige el mundo, el que nos enfrenta en nombre del libre mercado, de
la democracia, de la igualdad para todos, está basado en bonitas palabras que
no han resistido al paso del tiempo.
No sé si con el liderazgo mundial de China iremos a mejor, lo que está claro es que a peor ya no podemos ir. Solo espero que Trump se vaya sin provocar ningún altercado más, que los americanos acepten su nueva posición en el mundo y sobre todo que no se sientan obligados a defendernos de los malos y salvar el mundo. Que tanta paz lleven como descanso dejan.
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