Las primeras valoraciones, aún con el susto en el cuerpo, es que
pudo ser peor: han ardido 400 hectáreas de monte bajo y pinares de repoblación
y milagrosamente las zonas con mayor valor ecológico se han salvado. Quien no
se consuela es porque no quiere.
El problema es que estas ha vienen a sumarse, por citar algunas, a
las 1.600 que se quemaron en 2.019 en Alhama de Almería, a las 80 de 2016 en
Enix, a las 15.000 que se perdieron en el mismo municipio en 1.991. Fuego sobre
fuego. Estamos aniquilando la Sierra de Gádor lentamente y salvo las promesas
de siempre, y los esfuerzos puntuales, no estamos haciendo nada para evitarlo.
Solo lamentarnos y culpabilizarnos los unos a los otros.
No quiero entrar a valorar la riqueza ecológica, ni las
consecuencias de los incendios, ni criticar lo que se hace y lo que no. Un día
como hoy, cuando se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental, lo que me
pide el cuerpo es lanzar una propuesta para reforestar toda la Sierra de Gádor.
Sí, parece una locura, pero solo hace falta voluntad, aparcar los egos, las
banderas e ir todos a una. Se puede hacer.
Les recuerdo dos proyectos. El primero la Gran Muralla Verde que
se propuso llevar a cabo la Unión Africana para frenar el avance del Sahara. Más
de 20 países se unieron para plantar una barrera vegetal de 8.000 km de largo y
15 km de ancho, 100 millones de ha para el 2030. El avance es lento y no llegarán
a ese objetivo, pero solo Senegal ha plantado 12 millones de árboles en una
década. De ese proyecto ha surgido otro
aún más ambicioso si cabe. En 2019, Naciones Unidas, anunció el proyecto de la
Gran Muralla Verde de las Ciudades para crear una infraestructura ecológica que
cruce África y Asía a través de 500.000 nuevos bosques urbanos y 300.000 ha de
espacios naturales restaurados. Dos
proyectos magníficos para luchar contra el Cambio Global, el hambre y la
pobreza, porque recuperar, conservar y proteger la naturaleza nos garantiza el
alimento y el bienestar a nuestra especie.
Estamos en el mejor momento para intentar algo así en Almería. Aún
podemos salvar ecosistemas únicos, la conciencia ambiental ha cambiado, estamos
sintiendo el Cambio Climático y vivimos una
de las crestas económicas de nuestra historia. Invertir en la recuperación de
la Sierra de la Gádor es el mejor legado que podemos dejar. No intentarlo es
perder.
En el Poniente de Almería en 2019 había censados 261.115
habitantes. Si cada uno plantase 4 árboles al año, habría más de un millón de
árboles. Si descontamos las pérdidas de los que no crecen, de aquellos que no
subirán a plantar, quizás podríamos dejar esa cifra en 250.000. Si repetimos el
esfuerzo de forma periódica en una década la Sierra de Gádor podría tener otro
aspecto.
Para llevarlo a cabo lo primero es aprender a mirar la Sierra como
un ecosistema único, olvidándonos de fronteras administrativas. Luego hay que
crear una mesa que esté formada por todos los municipios del Poniente, las administraciones
competentes, la empresa privada, los grupos conservacionistas y, sobre todo,
por científicos de todas las ramas. Una mesa, y esto es lo más difícil, a la que
habrá que ir llorado, sin pin en la solapa y sin intereses de ningún tipo salvo
el de la recuperación de la Sierra de Gádor. Esa mesa, a través de los
expertos, planificará, estructurará la repoblación conjunta, determinando las
especies adecuadas, las técnicas a utilizar en cada caso y circunstancias,
haciendo una lista de los montes públicos de los que disponemos y organizando a
la sociedad civil que quiere participar. Una mesa que aglutine los esfuerzos
individuales y los recursos de los que disponemos en beneficio del objetivo
final.
Este proyecto puede generar muchos puestos de trabajo, pero aun
así debe ser un proyecto ciudadano, educativo, colaborativo porque es la única
manera de que la ciudadanía se sienta
útil, parte de la solución. La gente está deseosa de echar una mano, de sumar,
pero hay que decirle dónde, qué y cómo plantar, y esas respuestas se las
debemos dar de una forma planificada para garantizar el éxito que nos
agradecerán las generaciones futuras.
Si esperamos los informes de valoración, a dirimir
responsabilidades, o a que llegue el dinero de Europa el olor a ceniza, el
recuerdo de la noche de difuntos que vivimos el viernes, se habrá desvanecido y
nos olvidaremos hasta el nuevo incendio. Entonces volveremos a lamentarnos y a
hacer promesas que nadie se preocupará en cumplir.
¿Demagogia, cuento de la lechera, simplificación del problema, el voluntariado quita puestos de trabajo? ¿De verdad vamos a seguir discutiendo chorradas sin intentarlo? Yo diría incluso que soy poco ambicioso.
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