La Peana de Serón

Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor 

La Peana de Serón vuelve a ser noticia. Lo fue hace seis meses cuando se le descubrió una grieta en su tronco y lo es ahora por la respuesta que la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible ha dado al Defensor del Pueblo Andaluz: la encina esta viejita y se puede morir en cualquier momento. Una respuesta que para mi viene a ser una declaración de intenciones, que no es otra que la de no gastarse un euro más en su conservación. Y si no al tiempo. Es cierto que en esa respuesta nos recuerdan las medidas que han tomado, y recalcan que se tomarán las que sean necesarias, supongo que para cubrirse las espaldas ante lo que pueda ocurrir. Si se muere, dirán, ya lo dijimos, y si se salva dirán que sus técnicos han hecho un gran trabajo.

Es evidente que para los grupos conservacionistas, los propietarios de la encina y el Ayuntamiento de Serón la respuesta no ha sido la más acertada, y no tienen mucha confianza en esas medidas que van a tomar. Por esa razón, para contrarrestar la fuerza de la noticia lanzada por la Administración autonómica, que se ha replicado en todos los medios a nivel nacional, se han escrito algunos artículos para aclararnos que aunque 1.300 años son muchos y los achaques son normales, todavía se puede salvar. Pero hay que hacer una inversión, y ahí está el quid de la cuestión. ¿Quién paga la factura? ¿Merece la pena pagarla?

El gasto le corresponde a la Administración autonómica, que la declaró Monumento Natural en 2019 para preservarla ante problemas como este y para destacar su importancia ecológica, cultural y etnográfica

Por supuesto, el gasto le corresponde a la Administración autonómica, que la declaró Monumento Natural en 2019 para preservarla ante problemas como este y para destacar su importancia ecológica, cultural y etnográfica. La Ley les obliga a ello, pero hemos visto tantas incoherencias en estos cuarenta años que ya no nos sorprendería nada.

El tema de los Espacios Naturales Protegidos es uno de esos temas que tienen confundida a la ciudadanía, porque es el claro ejemplo de decir una cosa y hacer otra. Es cierto que en muchos casos los gestores se encuentran ante situaciones en las que toda la maraña de leyes que hemos creado se contradicen las unas a las otras. Somos tan garantistas que queremos proteger los derechos de los propietarios, de las plantas, de los animales, y en la mayoría de las ocasiones eso no es posible.

Que conste que soy un gran defensor de los Espacios Protegidos. Es la única manera de preservar determinados ecosistemas que habrían desaparecido ante la avaricia humana, pero entiendo a los propietarios, a los vecinos de los pueblos, a los que sin consulta previa se les limitó determinadas actividades y algunos de sus derechos individuales. Sé que es un viejo debate y que hay opiniones para todos los gustos, pero lo que es cierto es que ante determinadas situaciones, todas esas ideas, todos esos principios, todo eso del bien común, todas esas medallas de las que presumimos no sirven para nada, y la ciudadanía se queda con cara de tonta cuando ve casos como la del hotelito de Genoveses, el hotelazo del Algarrobico, los artos de Santa María del Águila, la falta de mantenimiento, de vigilancia, de recursos y de tantas otras cosas que solo se explican desde la idea de que la conservación del patrimonio ambiental y cultural está al final de la lista, con unos presupuestos irrisorios, que no dan para nada.

Así que la Junta se encuentra en un dilema. Por un lado estoy convencido que le gustaría cumplir con la ley y hacer su trabajo, que no es otro que salvar La Peana. Pero por otro lado la factura, que parece será considerable, irrisoria para el resto del mundo,  los echará para atrás. Por eso lo de avisarnos de que está muy viejita y que puede ocurrir en cualquier momento una desgracia.

Si deciden dejarla morir, por las razones que sean, que lo digan, pero que por lo menos permitan a los propietarios y a todos los que quieren intentar salvarla que lo hagan

Dudas que con toda la información sobre la mesa puedo llegar a entender. Lo que no entenderé nunca son las medias tintas. Si deciden cumplir con su responsabilidad que no escatimen en medios, que no racaneen con los cuidados. Si deciden dejarla morir, por las razones que sean, que lo digan, pero que por lo menos permitan a los propietarios y a todos los que quieren intentar salvarla que lo hagan. Que no hagan de perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Existe la figura de Custodia del Territorio que facilitaría esa opción, pero supongo que para ellos, esa opción lastraría su imagen. Cada año que sobreviviese tras su decisión de no invertir en sus cuidados, sería un recordatorio de que el medio ambiente no es una de sus prioridades.

Urge actuar para que no tengamos que lamentar otra perdida como la de la Encina del Marchal del Abogado, que aún para el resto del mundo sigue luciendo en la lista de Monumentos Naturales de Almería.

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