En cualquier faceta de nuestra vida la aparición de una grieta
siempre debe ser una señal de alarma, de preocupación. Por ellas se pueden
colar, entre otras muchas cosas, la envidia, los celos, el agua, la realidad y
acabar con las estructuras más solidas que hayamos construido jamás. De nuestra
habilidad para detectarlas, evaluarlas y corregirlas depende nuestro futuro.
Ignorarlas, por insignificantes que parezcan, puede llevarnos al desastre.
En los últimos días algunas grietas de nuestra agricultura han
sido noticia, dejando en evidencia que la solidez del Modelo Almería no es tal.
Para la mayoría son daños colaterales, pequeñas heridas que sangran de vez en
cuando pero de las que no debemos preocuparnos porque tenemos tiritas de 20
euros para protegerlas. Para otros son problemas estructurales que habría que
abordar con urgencia.
La primera fue el incendio del asentamiento de Atochares que pone
al descubierto la grieta social y que refleja la precariedad laboral, la
economía sumergida, la hipocresía, la diferencia de clases, el racismo y los
residuos humanos que generan las bonitas, perfectas y saludables verduras que
exportamos a Europa.
La segunda son los otros residuos, los plásticos, que vienen a
rellenar los huecos que no hemos invernado para que la imagen que nos ofrecen
los satélites, y de la que tanto nos orgullecemos, aparezca uniforme. Si han vuelto
a ser noticia ha sido por el anuncio de una nueva web donde se recogerán todos
los vertederos ilegales que se generan en nuestra provincia. Una nueva ventana
para visualizar la grieta ambiental.
La tercera, la grieta económica, se anuncia para la semana que
viene y es la movilización de parte de los agricultores para protestar por los
bajos precios de sus productos y la desprotección que sienten ante las
políticas europeas que los penalizan frente a la competencia desleal de
terceros países.
Cuando lees estas noticias te das cuenta de que todas tienen en
común varios aspectos. Por un lado son generadas por la sociedad civil que se
une para actuar, para denunciar estas fisuras del sistema, para llegar donde la
economía de mercado no llega. Han sido las asociaciones las que han atendido a
los inmigrantes que se han quedado sin cobijo, los que ponen la voz de alarma
por el deterioro ambiental, los que se quejan de que el negocio empieza a
tambalearse y que especulan con su trabajo, su esfuerzo y sus ahorros.
Además de denunciar los problemas se deja entrever el desanimo por
ver que nos separan, que no somos capaces ni de ponernos de acuerdo para
protestar ante las desigualdades e injusticias, de que no hay unidad en ninguno
de los sectores, ni en el social, ni en el ambiental, ni en el agrícola,
detalle del que alguien se aprovecha y que por tanto fomenta.
También se ve la falta de confianza en nuestros representantes
políticos, a los que les exigimos que actúen con la seguridad de que no lo
harán. Lo más frustrante no es oírlos prometer algo que no van a cumplir, sino
es escuchar a los técnicos de las administraciones, a las fuerzas de seguridad,
decirte en privado que no pueden hacer nada, que ni las leyes existentes, ni
los recursos humanos y económicos empleados alcanzan para solucionar los
problemas. De lo que se subyace que no hay voluntad para atajar los problemas y
que estas desigualdades son necesarias para mantener el negocio.
Otra cosa que tienen en común estas noticias es que hemos puesto
nuestra esperanza en Europa y sus ciudadanos para que solucionen lo que
nosotros no somos capaces de hacer. Como si la Unión Europea no conociese lo
que pasa aquí. Ellos lo permiten porque les interesa y los europeos, que no son
mejores que nosotros y con los que
tenemos en común que nos han educado en el consumismo, no van a dejar de
comprar las berenjenas por un puñado de documentales y páginas web, o porque
los agricultores no reciban el precio justo, o sus trabajadores duerman en
chabolas, o estemos arrasando con ecosistemas únicos. Lo mismo que nosotros no
nos preocupamos de si las naranjas son sudafricanas, o si nuestra ropa
deportiva la cosen niños en la India, o si para que cambiamos de móvil estemos
provocando guerras entre países.
No sé si estas grietas llevarán al colapso a nuestra agricultura, pero si deberían darnos vergüenza saber que existen y no poner los medios para hacerlas desaparecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario