Cuentan que por el miedo a la ola quieren frenar la marea, impedir
que cubra las playas, las plazas, las calles de nuestras ciudades, pero han elegido
mal, porque como la ola, la orilla, la playa, la arena y la sal; la mar que nos
dio la vida, que nos protege, nos alimenta, nos cuida, nos baña, nos inspira,
es femenina. Por eso con la prudencia, la templanza, la inteligencia, que la
caracteriza, sugirió que dividiesen las olas, para que todos sepan que su
fuerza sigue intacta, que no hace falta un tsunami, ni contenedores quemados,
ni cacerolas vacías, para transmitir su energía.
Su secreto, nos contó, es la constancia. Mantenerse firmes y
tenaces en lo que se cree, continuar con la seguridad de que no habrá muro, ni
dique, ni espigón, ni pensamiento, ni siglos de historia tergiversada que
puedan frenar el inevitable avance de la marea.
Así que este año de hipócritas y demagogos consejos en el que quieren
dividirlas, se mantendrán más unidas que nunca, conocedoras de que cada onda,
cada palabra, cada gesto, cada gota del mar es vital para que su mensaje de
igualdad, de justicia, de libertad llegue nítido y sin interferencias a los que
se niegan a escuchar, a debatir, a razonar, a aceptar la realidad.
Cuentan que sabedora de la importancia de hacerse oír, la mar ha
organizado una especial marea. Ha aplazado las tormentas, ha calmado las
discrepancias, ha diluido las disputas. Ya habrá tiempo de espumas, de crestas
desafiantes, de borrascas y tempestades, de ocupar con bravura los rincones
usurpados a la mar, de hundir los pecios del sometimiento, de reflotar y
rescatar la dignidad perdida en las batallas, en la marejada de la historia.
Por eso ha llamado a la calma para visibilizar, empoderar y aplaudir a las esenciales,
a las invisibles y silenciosas unidades, partículas, gotas, que conforman cada
rincón de esta sociedad. Sin ellas, sin
su compromiso, sin su profesionalidad, sin su sabio y certero criterio, nada
sería como es.
Este año la marea se hará más fuerte porque la posidonia oceánica
mecerá sus hojas con más entusiasmo que nunca, las ballenas azules sincronizarán
sus saltos y aletas caudales y las sabias tortugas marinas burbujearán melodías
legendarias. Las imponentes nacras filtrarán su agónico socorro, las estrellas
iluminarán la oscuridad del fondo, las cañaillas ofrecerán su purpura para
darle color y las caracolas amplificarán los sonidos de la mar. No faltará ni
el influjo de la Luna, ni las sirenas
con sus bellos cantos, ni las medusas con su errático movimiento, ni las mal
llamadas orcas asesinas, ni las tímidas y escurridizas jibias. Todas a la vez,
todas a una, incluidas las gaviotas reidoras, las pardelas cenicientas y las habilidosas
golondrinas del mar que con sus alas repartirán orgullosas, felices y decididas
las alegres, originales y comprometidas reivindicaciones.
A pesar de la distancia sanitaria, de la separación obligatoria, caminarán,
nadarán, saltarán y se mecerán más juntas e erguidas que nunca. A pesar de la
mordaza mediática, de la falsa e interesada media-sonrisa del tertuliano, de
las telas que ocultarán su alegría, susurrarán la misma canción con la
esperanza de que la brisa marina la transporte tierra adentro, para colarse por las ventanas
cerradas, por las puertas selladas, por los techos de cristal. Gritarán con las
palmas de sus manos, apostadas en sus balcones, en sus puestos de trabajo para
dar ejemplo. Ola tras ola, incansables, pacientes, conscientes de su poder, de
que su momento ha llegado y es de justica reconocerlo.
Este 8 de marzo la mar nos recordará que nos necesita y que si la
cuidamos nos ofrecerá la fuerza de las olas, la energía de las mareas, la vida
que necesitamos para recuperar el justo equilibrio, el mismo que nunca debimos
perder.
A pesar de que mi sexo determina mi género, los adjetivos calificativos, los pronombres y los artículos que me corresponden usar, me siento ola, con la capacidad, la obligación y la determinación, de modelar el paisaje en el que vivo, del que formo parte. Soy un minúsculo mar revuelto, abierto, contaminado e influenciado por las anticuadas ideas y los caducos prejuicios de otros. No sé qué mar eres tú, qué piensas y cómo te sientes, pero, te guste o no, juntos somos parte de la marea, somos la mar.
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