8 de marzo: somos marea, somos la mar

Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor

Cuentan que por el miedo a la ola quieren frenar la marea, impedir que cubra las playas, las plazas, las calles de nuestras ciudades, pero han elegido mal, porque como la ola, la orilla, la playa, la arena y la sal; la mar que nos dio la vida, que nos protege, nos alimenta, nos cuida, nos baña, nos inspira, es femenina. Por eso con la prudencia, la templanza, la inteligencia, que la caracteriza, sugirió que dividiesen las olas, para que todos sepan que su fuerza sigue intacta, que no hace falta un tsunami, ni contenedores quemados, ni cacerolas vacías, para transmitir su energía.

Su secreto, nos contó, es la constancia. Mantenerse firmes y tenaces en lo que se cree, continuar con la seguridad de que no habrá muro, ni dique, ni espigón, ni pensamiento, ni siglos de historia tergiversada que puedan frenar el inevitable avance de la marea.

Así que este año de hipócritas y demagogos consejos en el que quieren dividirlas, se mantendrán más unidas que nunca, conocedoras de que cada onda, cada palabra, cada gesto, cada gota del mar es vital para que su mensaje de igualdad, de justicia, de libertad llegue nítido y sin interferencias a los que se niegan a escuchar, a debatir, a razonar, a aceptar la realidad.

Cuentan que sabedora de la importancia de hacerse oír, la mar ha organizado una especial marea. Ha aplazado las tormentas, ha calmado las discrepancias, ha diluido las disputas. Ya habrá tiempo de espumas, de crestas desafiantes, de borrascas y tempestades, de ocupar con bravura los rincones usurpados a la mar, de hundir los pecios del sometimiento, de reflotar y rescatar la dignidad perdida en las batallas, en la marejada de la historia. Por eso ha llamado a la calma para visibilizar, empoderar y aplaudir a las esenciales, a las invisibles y silenciosas unidades, partículas, gotas, que conforman cada rincón de esta sociedad.  Sin ellas, sin su compromiso, sin su profesionalidad, sin su sabio y certero criterio, nada sería como es.

Este año la marea se hará más fuerte porque la posidonia oceánica mecerá sus hojas con más entusiasmo que nunca, las ballenas azules sincronizarán sus saltos y aletas caudales y las sabias tortugas marinas burbujearán melodías legendarias. Las imponentes nacras filtrarán su agónico socorro, las estrellas iluminarán la oscuridad del fondo, las cañaillas ofrecerán su purpura para darle color y las caracolas amplificarán los sonidos de la mar. No faltará ni el influjo de la Luna, ni  las sirenas con sus bellos cantos, ni las medusas con su errático movimiento, ni las mal llamadas orcas asesinas, ni las tímidas y escurridizas jibias. Todas a la vez, todas a una, incluidas las gaviotas reidoras, las pardelas cenicientas y las habilidosas golondrinas del mar que con sus alas repartirán orgullosas, felices y decididas las alegres, originales y comprometidas reivindicaciones.

A pesar de la distancia sanitaria, de la separación obligatoria, caminarán, nadarán, saltarán y se mecerán más juntas e erguidas que nunca. A pesar de la mordaza mediática, de la falsa e interesada media-sonrisa del tertuliano, de las telas que ocultarán su alegría, susurrarán la misma canción con la esperanza de que la brisa marina la transporte  tierra adentro, para colarse por las ventanas cerradas, por las puertas selladas, por los techos de cristal. Gritarán con las palmas de sus manos, apostadas en sus balcones, en sus puestos de trabajo para dar ejemplo. Ola tras ola, incansables, pacientes, conscientes de su poder, de que su momento ha llegado y es de justica reconocerlo.

Este 8 de marzo la mar nos recordará que nos necesita y que si la cuidamos nos ofrecerá la fuerza de las olas, la energía de las mareas, la vida que necesitamos para recuperar el justo equilibrio, el mismo que nunca debimos perder.

A pesar de que mi sexo determina mi género, los adjetivos calificativos, los pronombres y los artículos que me corresponden usar, me siento ola, con la capacidad, la obligación y la determinación, de modelar el paisaje en el que vivo, del que formo parte. Soy un minúsculo mar revuelto, abierto, contaminado e influenciado por las anticuadas ideas y los caducos prejuicios de otros. No sé qué mar eres tú,  qué piensas y cómo te sientes, pero, te guste o no, juntos somos parte de la marea, somos la mar.

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