Las noticias van y vienen, se interpretan, se falsean, se suceden
vertiginosas sin dar tiempo nada más que a leer los titulares que lucen
llamativos y exagerados para intentar captar tu atención. Así que con el paso
de los días en nuestro subconsciente queda una nebulosa de datos, fechas y
opiniones que nos hace creer que estamos informados, cuando en realidad, en la
era de la información, estamos más perdidos que nunca.
Las tenemos para todos los gustos, de todos los colores y
presentadas en formatos diferentes. Las usamos a nuestro antojo para posicionar
nuestros argumentos, para sustentar nuestra opinión, como si fuesen las células
que originan la vida, la verdad absoluta, y sin embargo son el cáncer que está confundiendo a nuestra
sociedad.
Invertimos mucho dinero, tiempo y esfuerzo en cuidar nuestra
imagen, en crear una marca solida, creíble, que nos represente y en posicionar
entre el resto de la oferta nuestro modelo Almería, nuestra empresa, y lo
hacemos a base de medias verdades, de fotos sesgadas, de filtros de colores.
Y hago esta reflexión porque esta semana han coincidido dos
noticias relacionadas con la imagen de nuestra agricultura. Una que se cataloga
como intento de dañarla, como una zancadilla, y otra que se respalda como un
estudio sociológico, la demostración de la realidad, y que está financiado por
la Unión Europea.
La primera es la convocatoria de una acampada-reivindicación que
algunos grupos ecologistas han organizado en la Rambla del Artal de Nijar para
protestar por los plásticos abandonados. Quieren que la ciudadanía sepa las
ingentes cantidades de basura que genera nuestra agricultura y las
consecuencias que tienen en nuestros ecosistemas, en la biodiversidad, en
nuestra salud. Quieren que la gente que pasa en los coches cada día por allí
abra los ojos, porque da la sensación que nos hemos acostumbrado a la basura y
ya no somos conscientes de ella. La hemos normalizado y eso es lo peor que
puede pasar, asumir que debemos vivir así, que es un daño colateral.
Con esta acción quieren dar
cera, llegar a los medios nacionales e internacionales, con el objetivo de que
el consumidor europeo decida castigar nuestros productos por los daños
ambientales que generan al producirlo. Lo conseguirán, estoy seguro, pero el
daño será superfluo, un simple rasguño en una coraza bien lustrosa. Como otras
veces las imágenes serán noticia al menos durante una semana, a no ser que a
Pedro Sánchez le dé también por dimitir y el impacto se diluya.
La segunda noticia es la publicación de los resultados de la
segunda encuesta de percepción que los consumidores europeos tienen de las
frutas y hortalizas que consumen. Está enmarcada dentro del programa de
promoción de la UE Cultivando el Sabor
de Europa, CuTE. Un proyecto que tiene una duración de tres años y donde
además de las encuestas anuales para ver la evolución en la percepción de los
consumidores, se han gastado algunos puñados de euros en organizar viajes para
que periodistas europeos vean, y cuenten, lo bien que se hacen aquí las cosas.
También se ha construido un invernadero móvil que ha recorrido Europa para
enseñar la “sostenibilidad de nuestra producción” a profesionales de todos los
ámbitos, se ha elaborado un juego para niños y se ha hecho una gran campaña
digital con 30 influencers internacionales. En total, en los dos primeros años,
se calcula que se han publicado 669 artículos y ha impactado a 220 millones de
consumidores, o dicho de otro modo, pulir cera.
Los resultados obtenidos vienen a justificarnos el por qué no se
limpia el campo. De los encuestados, el
58% no tiene una idea posicionada sobre la producción en invernaderos.
Vamos, que ni siquiera se había planteado de donde vienen las hortalizas y
verduras que consumen.
De los criterios relevantes a la hora de comprarlas son, en este
orden, la calidad, el precio, la estacionalidad y el origen (el 76% le gustaría
que fuesen europeas). Luego también, como algo secundario, se hace
referencia al sabor y a la seguridad alimentaria, les preocupa que sean
organismos modificados genéticamente y que se utilicen pesticidas.
De la preocupación sobre el medio ambiente, si generan toneladas
de residuos, si agotan los acuíferos, si acaban con la biodiversidad, si generan
desigualdades sociales, no aparecen apenas referencias.
Cada uno sacará sus conclusiones, las mías son que las encuestas se diseñan para ofrecer los resultados que se quieren mostrar y, ante todo, contentar al que las paga. Si invirtiésemos el mismo tiempo y dinero en solucionar los problemas no tendríamos que preocuparnos por lavar nuestra imagen.
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