Una vaca en Punta Entinas Sabinar

Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental y escritor 

Las playas son el punto de encuentro entre la mar, la tierra y el cielo. En un simple paseo te puedes encontrar especies  que viven en las profundidades, que vuelan entre las nubes o que crecen sobre la tierra. Un pequeño laboratorio que nos da mucha información sobre la biodiversidad de la que disfrutamos en el planeta. Este fin de semana, paseando entre el Faro del Sabinal y la Torre de Cerrillos, aparecieron los cuerpos de una tortuga boba, un cangrejo, y una vaca.

Esta situación da juego para un chiste de Arévalo, una fábula de Esopo, o un capitulo de Grissom donde vamos descubriendo la historia que hay detrás de cada uno de los cadáveres.

En la presentación del capítulo, los inspectores, harían bromas para transmitir que las playas de Punta Entinas son las únicas vírgenes  que nos quedan en la provincia. La ausencia de urbanizaciones, de carreteras que te permitan acercar los bártulos hasta la misma orilla, las hace idóneas para ostentar ese título que otras tienen el orgullo de lucir y vender a pesar de la masificación a la que se ven sometidas cada verano.

También, mientras se acercan a los cadáveres, hablarán de los tres faros de la zona, de los piratas, de la industria salinera, de las praderas de Posidonia, de Sissi Emperatriz, de las migraciones de los flamencos que en esos momentos cruzarían sobre sus cabezas, sobre el tráfico de drogas y la cantidad de basura, incluidos un par de frigoríficos, que verían sobre la arena. Dependiendo de lo sensibilizados que estén  los guionistas dejarán una frase para el recuerdo tipo “lo extraño es que aún no nos hayamos extinguido”.

Llegados a las cintas amarillas un jovencito sin nombre los pondría en antecedentes. Al cangrejo le dedicarían poco tiempo porque su muerte refleja el ciclo de la naturaleza, donde la vida y la muerte se suceden a diario y ante lo que nada se puede hacer. Además, salvo a Sebastián el de la Sirenita, no le tenemos gran simpatía porque sus pinzas son amenazantes y están muy ricos.

A la tortuga boba le prestarían más atención porque estamos más sensibilizados ante las dificultades que les creamos. Por su tamaño deducirían que apenas tenía un año de vida. Por la ausencia de heridas concluirían que un temporal la sacó del mar, o que su estomago estaría lleno de plásticos, o que la contaminación de los mares y el cambio climático lo están alterando todo. Su presencia por desgracia es demasiado habitual en nuestras playas.

Sin embargo, ante la vaca, el argumento empezaría  a tener interés. El viejo, o la jovencita, forense se levantaría quitándose los guantes para explicarles que aquello es algo insólito. Que una cabra o una oveja podrían tener sentido , porque en el Espacio Protegido hay un pastor con autorización para recorrer la zona y ayudar en la prevención de incendios forestales, pero que aún era pronto para saberlo.

Tras los análisis e investigaciones, una simple búsqueda por internet, llegarían a la conclusión de que  es más habitual de lo que parece y que, quizás, esa vaca podía estar relacionada con los barcos que estuvieron dando vueltas por el Mediterráneo porque el ganado estaba contagiado de la lengua azul y no lo querían en ningún puerto. En el último mes, que se sepa, han aparecido en la playa, una en Tarragona y otra, hace unos días, en Águilas.

Los capitanes del barco suelen tirar los cadáveres por la borda para no contagiar al resto de la carga (aunque estén vivos son un objeto). La práctica está regulada y protocolizada. En el Mediterráneo no es legal, pero en otros mares, pueden arrojarlos siempre que estén a más de 100 millas de la costa y lo troceen para que el animal se hunda y no llegue flotando a la playa. Algo que evidentemente no hicieron para no tener que limpiar el desaguisado.

Para concluir el capitulo reflexionarían sobre el abuso del consumo de carne en nuestras sociedades, con los perjuicios que conllevan para la salud y el planeta, ya que el ganado contamina más que nuestros medios de locomoción, a lo que hay que sumarle la deforestación y quema de bosques autóctonos para criar los pastos con que alimentarlos. También hablarían del gasto energético, del excesivo consumo agua para producir un kilo de carne, de los derechos animales, de los antibióticos con los que los atiborran, del neoliberalismo y de la sin razón de nuestro estilo de vida, donde el rendimiento económico es lo único que importa. El resto son daños colaterales.

Por cierto si son morbosos, o están aburridos, podrán ver la vaca hasta el próximo poniente que la enterrará o lo moverá de sitio. Nadie se ocupa de limpiar esas playas, ¿para qué si no hay paseo marítimo ni turistas? Ojos que no ven, corazón que no siente.

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