Las playas son el punto de encuentro entre la mar, la tierra y el
cielo. En un simple paseo te puedes encontrar especies que viven en las profundidades, que vuelan entre
las nubes o que crecen sobre la tierra. Un pequeño laboratorio que nos da mucha
información sobre la biodiversidad de la que disfrutamos en el planeta. Este
fin de semana, paseando entre el Faro del Sabinal y la Torre de Cerrillos,
aparecieron los cuerpos de una tortuga boba, un cangrejo, y una vaca.
Esta situación da juego para un chiste de Arévalo, una fábula de
Esopo, o un capitulo de Grissom donde vamos descubriendo la historia que hay
detrás de cada uno de los cadáveres.
En la presentación del capítulo, los inspectores, harían bromas
para transmitir que las playas de Punta Entinas son las únicas vírgenes que nos quedan en la provincia. La ausencia
de urbanizaciones, de carreteras que te permitan acercar los bártulos hasta la
misma orilla, las hace idóneas para ostentar ese título que otras tienen el
orgullo de lucir y vender a pesar de la masificación a la que se ven sometidas
cada verano.
También, mientras se acercan a los cadáveres, hablarán de los tres
faros de la zona, de los piratas, de la industria salinera, de las praderas de
Posidonia, de Sissi Emperatriz, de las migraciones de los flamencos que en esos
momentos cruzarían sobre sus cabezas, sobre el tráfico de drogas y la cantidad
de basura, incluidos un par de frigoríficos, que verían sobre la arena.
Dependiendo de lo sensibilizados que estén
los guionistas dejarán una frase para el recuerdo tipo “lo extraño es
que aún no nos hayamos extinguido”.
Llegados a las cintas amarillas un jovencito sin nombre los
pondría en antecedentes. Al cangrejo le dedicarían poco tiempo porque su muerte
refleja el ciclo de la naturaleza, donde la vida y la muerte se suceden a
diario y ante lo que nada se puede hacer. Además, salvo a Sebastián el de la
Sirenita, no le tenemos gran simpatía porque sus pinzas son amenazantes y están
muy ricos.
A la tortuga boba le prestarían más atención porque estamos más
sensibilizados ante las dificultades que les creamos. Por su tamaño deducirían
que apenas tenía un año de vida. Por la ausencia de heridas concluirían que un temporal
la sacó del mar, o que su estomago estaría lleno de plásticos, o que la
contaminación de los mares y el cambio climático lo están alterando todo. Su
presencia por desgracia es demasiado habitual en nuestras playas.
Sin embargo, ante la vaca, el argumento empezaría a tener interés. El viejo, o la jovencita,
forense se levantaría quitándose los guantes para explicarles que aquello es
algo insólito. Que una cabra o una oveja podrían tener sentido , porque en el
Espacio Protegido hay un pastor con autorización para recorrer la zona y ayudar
en la prevención de incendios forestales, pero que aún era pronto para saberlo.
Tras los análisis e investigaciones, una simple búsqueda por
internet, llegarían a la conclusión de que
es más habitual de lo que parece y que, quizás, esa vaca podía estar
relacionada con los barcos que estuvieron dando vueltas por el Mediterráneo
porque el ganado estaba contagiado de la lengua azul y no lo querían en ningún
puerto. En el último mes, que se sepa, han aparecido en la playa, una en
Tarragona y otra, hace unos días, en Águilas.
Los capitanes del barco suelen tirar los cadáveres por la borda
para no contagiar al resto de la carga (aunque estén vivos son un objeto). La
práctica está regulada y protocolizada. En el Mediterráneo no es legal, pero en
otros mares, pueden arrojarlos siempre que estén a más de 100 millas de la
costa y lo troceen para que el animal se hunda y no llegue flotando a la playa.
Algo que evidentemente no hicieron para no tener que limpiar el desaguisado.
Para concluir el capitulo reflexionarían sobre el abuso del
consumo de carne en nuestras sociedades, con los perjuicios que conllevan para
la salud y el planeta, ya que el ganado contamina más que nuestros medios de
locomoción, a lo que hay que sumarle la deforestación y quema de bosques
autóctonos para criar los pastos con que alimentarlos. También hablarían del
gasto energético, del excesivo consumo agua para producir un kilo de carne, de
los derechos animales, de los antibióticos con los que los atiborran, del
neoliberalismo y de la sin razón de nuestro estilo de vida, donde el
rendimiento económico es lo único que importa. El resto son daños colaterales.
Por cierto si son morbosos, o están aburridos, podrán ver la vaca hasta el próximo poniente que la enterrará o lo moverá de sitio. Nadie se ocupa de limpiar esas playas, ¿para qué si no hay paseo marítimo ni turistas? Ojos que no ven, corazón que no siente.
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