Conocí personalmente a
Carlos Castillo Quero que llegó a Almería como responsable de la Comandancia de
la Guardia Civil de Almería el 5 de junio de 1979. Al poco tiempo comprendí que
era una persona impulsiva, pero de trato afable, y de otros tiempos. Antonio
Grijalba de La Voz de Almería y este autor por Radio Almería y
Diario16 abordamos a Adolfo Suárez en una visita a Almería. La conversación iba
de pregunta y respuesta y observamos que dos guardias nos dieron un empujón.
Grijalba se quejó ante Castillo Quero. Horas después, durante un almuerzo, nos
aseguró: “El guardia civil que os molestó esta mañana ya está arrestado”. No
era esa nuestra intención, pero nos miramos perplejos y después con lo ocurrido
con los tres inocentes del caso Almería, comprendimos que actuaba de forma
desproporcionada. Hay otro dato más. El 4 de marzo de 1981, María Asensio
encabezaba una manifestación de agricultores en Huércal Overa y falleció, tras
recibir, presuntamente, un culatazo. Entonces el periodismo se hacía en la
calle, sin tanto gabinete. El director de este periódico, Pedro Manuel de la
Cruz, y yo nos plantamos en el despacho del jefe de la Guardia Civil, Castillo
Quero, para recabar su opinión. Observamos, a una persona receptiva y se nos
puso a llorar sinceramente. Con lo ocurrido en el Caso Almería, se me rompieron
los esquemas. Castillo me pareció durante el juicio un hombre protector de los suyos.
“Todos los guardias que iban en la caravana cumplieron con la obligación, con
las órdenes que les daba”.
Yo presencié unos instantes
la autopsias en el cementerio de Almería y no olvido el cuerpo de uno de ellos
sin brazo y como si fuera una colaña negra. Ninguna
autoridad de los distintos gobiernos, han pedido perdón a una madre de Pechina
que resiste y guarda con orgullo lo buen muchacho que fue su hijo. Algunos la
recordamos “con un trozo de cráneo de su hijo”, porque no le dejaron ni el DNI.
El abogado acusador Darío Fernández sigue 40 años después sufriendo noches sin dormir, alucinaciones al recordar todo y la sucia campaña sufrida: “Me jugué la vida. Todo fue una mentira bufa orquestada por la Guardia Civil. Fue una lucha verdaderamente titánica. Hasta el punto que yo tuve que comprar una casa-cueva porque me pusieron explosivos en el coche, en casa y en la comunidad donde yo vivía. Son impactos tremendos…”. A esa cueva, acudió el insobornable periodista Antonio Ramos para escribir su libro, clave para que Pedro Costa rodara y estrenara su película en Almería con un coloquio y cine abarrotado.
El presidente del tribunal que juzgó el caso preguntó a los tres procesados si querían añadir algo en la última sesión. Solo el teniente ayudante Gómez Torres contestó: “Lo siento muchísimo”. Ese mínimo arrepentimiento, puede servir para animar a alguno de los testigos para conocer la verdad frente a la oficial de la sentencia. Estoy seguro que desde sus conciencias saldrá algún vómito o dolor de cabeza. La hora de hablar, llegó.
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