Las casualidades han hecho coincidir la 41 Feria del libro de Almería con la efemérides del Día de las aves que se celebra el 8 de mayo, y a mi juicio tienen mucho en común. Como las aves migratorias, empujadas, mecidas, acompañadas por el viento, vuelan los libros. Entre sus páginas, enredadas como en sus cantos, en sus picos, en sus plumas, las palabras, las ideas, las imágenes, se entremezclan para mostrar la vida que transcurre sin nuestra intervención. Hay un mundo que aún no comprendemos, un mundo en equilibrio que protegen los libros entre sus hojas, y las aves bajo sus alas.
Sabemos que están porque en los momentos más inesperados nos deleitan con su canto, posan seguras, humildes, naturales ante nosotros, o nos sorprenden con sus impresionantes nidos en las ventanas de nuestros hogares. Simbolizan el sueño de libertad, la belleza de la naturaleza, el paso de las estaciones, de las agujas del reloj. De tamaños, siluetas y colores dispares, inverosímiles, majestuosos, evocadores, las encontramos en todos los ecosistemas del mundo, a veces de forma permanente, otras de paso, para reproducirse, para descansar, para disfrutar del verano, para pasar el invierno. Nos protegen y no lo sabemos, nos previenen y no las escuchamos, nos enseñan y no aprendemos, nos liberan y las encerramos.
La interacción con ellas refleja nuestra esencia, la de lo humano, lo terrenal, la biología, los instintos de supervivencia, y lo divino, la mística, la evocación, la necesidad de trascender en el tiempo, la religión. Las cazamos, las depredamos, las coleccionamos para alimentarnos, para vestirnos, para comerciar, para hacer más agradables nuestros momentos de ocio, de diversión, de placer, para representar nuestro estatus. Pero a su vez forman parte de nuestras creencias; son la llave que nos conduce a la salvación, a lo inalcanzable, a lo prohibido, a lo reservado a unos pocos, a los elegidos.
Las inmortalizamos desde el principio de los tiempos en cuevas, frescos, esculturas, poemas, canciones, fotogramas y fotografías. Las hemos observado sorprendidos, curiosos, maravillados, intentando entender por qué aparecían y desaparecían de nuestras vidas, el secreto que las hacía volar, cantar, el misterio de las migraciones. Construimos pequeños autómatas para reproducir sus cantos, para intentar volar como ellas, para intentar igualarnos a ellas, pero nunca lo conseguiremos. A pesar de nuestros avances, de nuestros logros, de nuestra tecnología, nunca podremos igualar la magia, la belleza, la fuerza, la originalidad, la diversidad, el color, la paz y la energía de las aves, de la naturaleza, y de los libros.
Nos encontramos en un momento clave para el planeta, para nuestra especie y el declive de muchas especies, sus cambios de comportamiento, de sus patrones migratorios, son el claro ejemplo. No podemos cambiar el pasado, pero sí encauzar el futuro. Bajo nuestra responsabilidad está el intentar corregir los errores cometidos, minimizar los daños causados, prevenir las consecuencias de nuestros actos. Tenemos la necesidad, la urgencia, la obligación de hacerlo. El tiempo se nos acaba, ya no hay dudas, las certezas científicas, los datos aportados y la realidad que vivimos nos lo muestran día a día. Negar las evidencias es negarles la última oportunidad a nuestros hijos.
Ese
rayo de esperanza es la Educación Ambiental. Es la clave, el interruptor que
nos permita cambiar de dirección, los cimientos sobre los que sustentar el
futuro, el proceso reflexivo que nos ayude a buscar las soluciones de los
problemas ambientales que afectan a nuestra generación, pero pensando en las
venideras, en el mañana. Es una llamada al estudio, a la reflexión, al análisis
previo para pasar con determinación a la acción, para convertirnos en parte
activa del cambio.
Para
conseguir esa transformación debemos impregnar con esos principios cada uno de
los eslabones de la cadena, en todas las direcciones, en todos nuestros actos.
Por supuesto que debe estar dirigida a la ciudadanía, pero no podemos olvidar
el esfuerzo que las administraciones y el sector empresarial deben hacer para
caminar todos en la misma dirección. Si no se hace global, de forma conjunta,
transversal, los esfuerzos se difuminarán en el espacio y en el tiempo.
Son muchas las herramientas, las técnicas, para conseguir esos objetivos. La literatura y la observación de las aves, son algunas más. Mezclarlas es maravilloso.
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