Respetado presidente: Desconozco las causas que le llevaron a comprar un club en esta tierra situada al sur del Sur, y casi nunca, al norte de las clasificaciones. Es el destino de a quienes la historia del futbol solo les tiene concedida la virtud de la gloria imprevista en la brevedad efímera de algunos domingos. El Almería de hoy y de ayer y de siempre ha sido un equipo abandonado a la melancolía de la derrota en las horas tardías de las tardes de partido. Estamos tan acostumbrados a perder que, cuando la historia nos ha acogido en el paraíso de la primera división, hemos sentido la incómoda sensación del abismo. Es como si hubiéramos abandonado el lugar del que nunca deberíamos salir y al que la fuerza del destino nos obligará a volver. Una alegría que acabará doliendo.
Con su llegada al club los aficionados comenzaron a vivir otra de esas excursiones mágicas a las que siempre acuden con la misma ilusión del primer beso enamorado. El dinero no iba a ser un adversario imbatible para llegar a Primera. Pero el dinero puede fabricar un remate, pero no mete goles. El gol es una obra maestra condicionada por la mirada benevolente o esquiva del azar.
Un día ya lejano el almeriense y premio Príncipe de Asturias, Ginés Morata, le confesó a Fausto Romero, otro almeriense ilustre, que la vida es una acumulación de azares. En el espacio tribal del campo la victoria es consecuencia de la combinación de muchas variables, pero todas condicionadas por el azar. Sin los inexplicables errores propios, sin las erróneas decisiones ajenas del VAR y sin la maldición del último minuto, el Almería ya habría llegado a la meta. Pero el azar nos ha sido esquivo. La fortuna no ha sido casi nunca compañera y, como sostuvo con espléndida lucidez el genio de Di Stefano, “en el futbol solo es inocente la pelota; y, a veces, ni eso”.
La temporada de su desembarco el equipo se quedó varado en la penúltima ola antes de llegar a puerto. En estos días en que hemos regresado a esa playa inquietante de los play off convendría mantener la calma y alentar las velas con la fuerza compartida de la ilusión para que la travesía no queda otra vez anclada en medio del desaliento de la nada y el barco pueda llegar a puerto. No será fácil, pero nadie dijo nunca que lo fuera.
Ahora que estamos viviendo las horas inquietas de las Vísperas y antes de que el reloj monacal llame a Completas en esta religión que es el fútbol en la que el gol es dios y los jugadores sus profetas, quiero transmitirle que sus dos años con nosotros, aunque no entre nosotros, le hacen acreedor de un sentimiento de gratitud que ennoblece al que la recibe, a usted, pero también al que la otorga, la mayoría de los aficionados almerienses.
Ahora que el futuro no está aún escrito es cuando considero que esa gratitud es más oportuna. La victoria siempre tiene quien la acompañe; la derrota, no. Y, si llega la hora de la soledad y la victoria no nos fue propicia convendría saber que la causa no estuvo en quien preside el club. Usted ha puesto todos los mimbres y habrán sido otros los que no han sabido hacer un buen cesto.
En el curriculum de cada aficionado, y eso es lo que hace al fútbol un juego de seducción masiva lleno de sentimientos dolorosamente irremediables, hay un catedrático con conocimiento acreditado para confeccionar plantillas, elegir entrenadores, diseñar estrategias y hacer y deshacer alineaciones. Siempre después del partido, claro.
No hay nada más fácil que pronosticar el pasado. Los aficionados no deberían, no deberíamos, olvidarlo. Por eso ahora hay que estar con el equipo. Sin condiciones, sin desaliento. Con fe en la victoria y sabiendo, como escribió Heródoto, hace más de dos mil años, que tu estado de ánimo es tu destino.
Dejemos pasar el tiempo a ver que nos trae. Pero si los idus de junio son propicios o si, por el contrario, son adversos, convendría, presidente, que no olvidara que hacer un equipo no es lo mismo que hacer un club. Y, tal vez, la mayoría de sus esfuerzos hayan sido a aquello antes que a esto, olvidando que lo primero es lo segundo y, lo segundo, lo primero.
Dentro de una semana, cuando el músculo de los jugadores duerma y la ambición de la afición descanse, podría ser el momento propicio para acelerar la construcción de un club con estructuras sólidas ancladas en el tejido social de la provincia. Hasta ahora, presidente, usted ha tenido gestos de incuestionada generosidad con los almerienses en momentos difíciles y que, sin duda, quedarán para siempre en la memoria colectiva del agradecimiento. Sería un acierto que, siguiendo el verso de Machado, continuara haciendo camino al andar sin olvidar que la mejor forma de hacer ese camino es recorrerlo acompañado. Y para hacer esa travesía no hay mayor aliado que construir un entramado que vertebre un sentimiento sólido de identidad compartido por el club, la afición y el equipo.
Le deseo éxito en sus objetivos como presidente, un éxito que hará felices a todos los aficionados almerienses. Ese es el objetivo a perseguir. Recorramos junto, los aficionados y usted, el camino y hagámoslo sin olvidar que, como dijo El Profeta “ la auténtica riqueza del ser humano es el bien que hace al mundo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario