Yo nunca conocí a Lola pero su muerte me ha hecho recordar los
trágicos momentos que nos tocó vivir con la cariñosa y noble Jara en la parte
almeriense del Parque Natural de Sierra Nevada.
Las dos perras murieron
envenenadas en lo que debía haber sido un apacible día de excursión.
Una muerte dolorosa, terrible, agónica para ellas y para sus
dueños. Unas horas de incomprensión, de incapacidad, de desesperación, que se
podían haber evitado, porque esos venenos que las mataron no eran naturales.
Acusar a un colectivo, generalizar, meter a todos en un mismo saco por lo que
hacen unos pocos, quizás no sea lo más inteligente, pero como nadie ha dicho
que yo lo sea, me meto conscientemente en este debate y señalo directamente a
los cazadores como los responsables de estos deplorables, cobardes e inhumanos
asesinatos.
Asesinar quizás para muchos no sea la palabra adecuada porque en
su definición habla de quitarle la vida a una persona, pero la intención, la
premeditación y la alevosía es la misma. Además, pregúntenle a sus dueños si no
las sentían parte de la familia, hermana de la dulce Paola que estará
destrozada porque crecieron juntas, compañera fiel de María Isabel que siguió a
su lado cuando todo parecía derrumbarse a su alrededor, amiga de Emilio por la
que hubiese dado su vida para salvarla y a la que le confiaba la seguridad de
todo un campamento infantil.
Si alguien se ofende esta vez no me preocupa, porque no existe
justificación ninguna para poner un trozo de carne envenenado en mitad del
monte a expensas de que cualquier ser vivo lo pueda tocar o se lo pueda comer.
Estoy seguro de que la gran mayoría de cazadores estará en contra de esta
práctica deleznable que hasta 1983 fue legal, pero que desde entonces está
castigada por la ley.
Actúan así para eliminar
depredadores naturales de las especies cinegéticas, para tener conejos y
perdices inmóviles criadas en granja a las que poder dispararle. Al ser un
método nada selectivo, en los últimos años, además de perros domésticos, han
muerto ,entre otras muchas especies, zorros, alimoches, águilas imperiales
ibéricas, quebrantahuesos o incluso algún lince ibérico. Especies algunas en
peligro critico de extinción en las que invertimos mucho dinero público para
intentar recuperar las poblaciones. Luego se llenan la boca y sacan pecho
hablando de la gran labor que hacen para controlar determinadas especies y
ayudar en la conservación de los ecosistemas. Amigos de los montes se hacen
llamar porque le ponen bebederos para que no pasen sed, nunca por supuesto,
para acostumbrarlos a su coto, que no se vayan a otras zonas y de esa manera
poder colgar su cabeza en el salón de casa.
No lo llamen deporte, ni afición, ni tradición, ni cultura, y
mucho menos ciencia. No intenten explicarnos que lo aprendieron de sus padres,
que cumplen con la normativa, que tienen todos los papeles de su arma en regla
y que son un sector que crea empleo y que no necesita subvenciones que los
mantengan. Lo más doloroso de ese último argumento es cuando comparan el matar a un ser vivo con la
industria del cine o la cultura, o con salir a correr los domingos porque cada
uno tiene el hobby que quiere.
Si tenemos algunos problemas con determinadas especies que no
tienen depredadores ya buscaremos la manera científica para controlarlas, para
intentar naturalizar unos montes que hemos desnaturalizado, e intentar devolver
ese equilibrio perdido. Pero dejar esas decisiones en manos de gente que
disfruta matando, que se emociona, sueña , vive y paga lo que tenga que pagar
para que llegue ese momento, no es la manera adecuada, porque los mueve el
placer, el olor a sangre.
Si tuvieses la mala fortuna de vivir una situación tan
desagradable hay que denunciar el suceso, para intentar averiguar el sitio
exacto y el tipo de veneno que pusieron. Si los cebos se encuentran en un coto
concreto se les puede cerrar, sean o no los culpables (a veces hay rencillas
entre cotos), más la correspondiente sanción.
En Andalucía disponemos de la Estrategia Andaluza contra el veneno que se encarga de investigar los casos ocurridos con perros especializados, y de sensibilizar, formar e informar a ganadero ,cazadores y gestores de cotos. Gracias a su incansable labor las cifras se han reducido considerablemente en los últimos años, pero eso no le devolverá la vida a Lola, ni rebajará el dolor de sus dueños.
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