La transición episcopal que lleva más de un año cocinándose en Roma para la Diócesis de Almería daba este martes un paso de gigante con no pocas consecuencias. Adolfo González Montes y Antonio Gómez Cantero recibían en Madrid y de manos del nuncio apostólico un decreto de la Congregación para los Obispos en latín pero con un mensaje muy claro: el papa Francisco le da a Gómez Cantero “exclusivamente” todos los “oficios y facultades que competen al obispo diocesano”.
De esta forma, y acelerando el proceso de transición, el Vaticano aparta a González Montes y le da en la práctica plenos poderes a Gómez Cantero. Así, y aunque siga siendo obispo titular de la Diócesis de Almería hasta que presente su renuncia por edad en noviembre, el papel de Adolfo González Montes ha quedado ya enmarcado en el de un obispo emérito.
Ahora bien, ¿en qué situación queda la Diócesis tras este movimiento vaticano? No en vano, la situación es doblemente anómala: en primer lugar, porque en Almería el último relevo episcopal se produjo hace casi 20 años, por lo que toda una generación ha crecido bajo el mismo obispo; por otra parte, no es habitual que la transición entre un obispo y su coadjutor se adelante casi seis meses.
Y la respuesta es sencilla: desde este momento, la Diócesis de Almería y su futuro dependen ya única y exclusivamente de Antonio Gómez Cantero, que no pidió precisamente dejar la tranquila Diócesis de Teruel y Albarracín y que, sin embargo, ha terminado dirigiendo el devenir de la de Almería antes de tiempo.
De esta forma, Adolfo González Montes no puede hacer en este 2021 sus ya tradicionales rondas estivales de nombramientos, ni firmar decreto alguno, ni tan siquiera decidir cómo celebrará Almería el inminente Corpus Christi. Todos los asuntos que había sobre la mesa del obispo de Almería pasan a decidirse en el despacho de Gómez Cantero, quien ya tenía potestad absoluta y exclusiva sobre los aspectos económicos de la Diócesis de Almería.
Otra de las consecuencias de este
relevo precipitado e inesperado es que los miembros del Consejo Episcopal así
como el pro-vicario general y otros cargos de la curia quedarían ‘en funciones’, a la espera de que Antonio Gómez Cantero
los confirme -al menos temporalmente- o los releve de sus puestos en la
Diócesis de Almería.
No obstante, el hecho de que se haya acelerado la transición no parece que vaya a traducirse en un cambio radical en el corto plazo. No en vano, Gómez Cantero es conocido por ser un hombre calmado y poco amigo de levantar polvaredas a su paso. Ahora esperan meses de transición pacífica para cerrar posibles heridas en el seno de la Iglesia almeriense.
Todo ello, a la par que Adolfo
González Montes, un gran intelectual y teólogo, se despide de una Diócesis en
la que la gestión económica y algunos aspectos pastorales han derivado en esas “circunstancias peculiares” a las
que hace referencia la Congregación para los Obispos, llegando al punto de
motivar tanto el nombramiento de un coadjutor como la aceleración de este
proceso de transición, tras el que Gómez
Cantero es ya obispo diocesano ‘de facto’.
Una visita a Almería de un investigador vaticano fue el comienzo de todo: tras descubrirse un gasto muy por encima del que se podía permitir la Diócesis de Almería, la Santa Sede decidía enviar a un obispo coadjutor con competencias en lo económico.
No obstante, algunas fricciones en el seno de la curia, con dos bandos relativamente enfrentados por la ‘convivencia’ de los dos obispos a la hora de gobernar la Diócesis han hecho que el Vaticano vuelva a tomar cartas en el asunto y deje las cosas meridianamente claras: el futuro del obispado de Almería está única y exclusivamente en las manos de Antonio Gómez Cantero, quien tendrá que resolver ahora cuestiones como la maltrecha situación económica de la Diócesis almeriense.
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