¿Es posible pasar de la vergüenza a la esperanza en cuestión de
minutos? Parece que sí. Eso es lo que sucedió en La Moncloa este miércoles
durante el Consejo de Ministros celebrado y en el que se aprobó el inicio de la
tramitación necesaria para la reparación y puesta en marcha de la desaladora del Bajo Almanzora situada
en Villaricos (Cuevas del Almanzora).
Esta infraestructura vio la luz años atrás como parte imprescindible para la
prosperidad del sector agrícola del Levante y el Almanzora. Fue en el año 2008
cuando comenzó a dar los casi veinte hectómetros cúbicos que se esperaban de
ella desde su inauguración. Duró
cuatro años.
Las trágicas inundaciones acaecidas en 2012 la dejaron inservible, aunque esto
no solo se explica con las fuertes lluvias. Para ello fue imprescindible
construir esta instalación en medio de una rambla con alto riesgo de
inundación. Casi 100 millones de
euros terminó costando levantar esta infraestructura ahí. En un
espacio que, más temprano que tarde, el agua acabaría reclamando como suyo.
Desde aquel entonces ha llovido
mucho y lo que queda de desaladora ha sido testigo pasivo de nuevas venidas de
agua y de todo lo que ocurría a su alrededor durante los nueve años siguientes.
Eso es. Rindió durante cuatro años y ya acumula nueve sin poder ofrecer una gota de agua a un campo
que se sigue muriendo de sed.
Con este historial, no es de extrañar que los regantes de la zona no tardasen
en apodarla como “la desaladora de la vergüenza”. Ese ha sido el sobrenombre
con el que se han referido a ella una y otra vez. Igual buscando ver si caía la
breva y, a algún responsable político, se le pegaba lo de la “vergüenza”. No
hubo suerte... hasta este martes, cuando ese Consejo de Ministros cambió en
unas horas lo que nadie ha querido cambiar en nueve años. Suena casi ofensivo
si no fuera por lo positivo de la noticia.
La desaladora de la vergüenza ha
pasado a ser la de la esperanza (eso sí, a largo plazo con unas obras estimadas
en cuatro años) y se une así a los avances aún
insuficientes para pelear el agua del Trasvase Tajo-Segura.
Lo cierto es que con estos avances no es exagerado afirmar que algo está
cambiando. Y no precisamente porque tras varios gobiernos de diferente signo, a
los responsables públicos les haya caído en que este 20 de julio era un buen
día para aprobar esos casi 20
millones de euros para su reparación.
Su predisposición y por supuesto
la aprobación del real decreto es una medalla que nadie les quitará. Cierto.
Pero cuesta imaginar que esto hubiera llegado a ocurrir si no llega a ser por
una nueva lección de las gentes del campo levantino. Entidades como Feral o Aguas del Almanzora y
que no se han cansado de reivindicar desde hace años la reparación de la
desaladora y las condiciones del campo en general.
Lo han hecho con palabras y declaraciones, como suele ser habitual, pero
también con acciones. Esas a la que es tan poco dada la sociedad almeriense
pero que, cuando se suceden con la intensidad necesaria, por norma general
suelen recibir a cambio la respuesta deseada. Conviene recordar que ya en 2016
se produjo una concentración de
regantes junto a la desaladora que, a día de hoy, sigue inutilizable.
El siguiente reto según
han valorado los regantes es el de acelerar los plazos y reducir esos cuatro
años de espera hasta su nueva puesta en marcha. Pero será ya otra batalla que
pelear junto a la del Tajo-Segura y el Trasvase del Negratín. La de la
“desaladora de la vergüenza” ya es, salvo contratiempo mayúsculo, agua pasada.
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