¿Tiene Juan Espadas quien le quiera en Almería?

Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería

A finales de los 80 un grupo de periodistas andaluces fuimos invitados a los encuentros que el presidente de la Junta de Andalucía mantuvo en París con sectores socioeconómicos franceses. Fueron dos días de reuniones en las instituciones económicas parisinas y, la primera noche, el azar me hizo coincidir frente al presidente Rodríguez de la Borbolla durante la cena. Las mesas de los Bistrot propician la conversación (son tan reducidas, ya saben) y hablamos de los temas de la visita y, cómo no, de la situación por la que atravesaba la comunidad autónoma en general y Almería en particular. Al terminar, alguien con buen criterio (los horarios franceses son muy adelantados para los andaluces noctámbulos) propuso buscar un garito cerca donde tomar un gin tonic. Mientras caminábamos por las calles del distrito cuarto llegamos a la Place de l´Hotel de Ville.  Seguíamos hablando y recuerdo que fue entonces cuando el presidente se detuvo, giró hacia su izquierda y, mirando con asombro la imponente fachada neo renacentista del Ayuntamiento parisino, me dijo con un leve tono de ironía: 

-Pedro, yo soy presidente de la Junta y estoy encantado, pero a mí, en el fondo y de verdad…- bajó el tono buscando la complicidad-, lo que más me gustaría es ser alcalde de Sevilla.  

Desde aquella noche siempre he pensado en medio de una sonrisa que el triángulo de los sueños mágicos para los fervorosos enamorados de su ciudad a la sevillana usanza y al bético modo se encierran en tres: ser designado cardenal, ser elegido alcalde o ser nombrado pregonero de la Semana Santa. La santísima trinidad del triunfo para cualquier sevillano.  

Borbolla no pudo hacer ese viaje que sentimentalmente tanto le atraía, pero quién sí puede hacer el trayecto, aunque en dirección contraria, es Juan Espadas, que ya es alcalde desde 2015, desde hace un mes candidato a la Junta de Andalucía elegido por los militantes en primarias y desde hace dos días secretario general del PSOE andaluz. No va a ser un recorrido fácil, pero tampoco imposible.  

Una travesía difícil que el nuevo líder del PSOE ya ha comenzado a recorrer. El pasado lunes compartió restaurante en el Casco Viejo (20 euros el menú) con una veintena de militantes que habían apoyado su candidatura en las primarias frente a Susana Díaz, y mesa con Antonio Bonilla, Nono Amate, Indalecio Gutiérrez y Vanesa Lidueña, y después se reunió con la ejecutiva provincial en la sede de Pablo Iglesias. Que optara por este formato demuestra su voluntad de agradecer los servicios prestados durante la campaña de las primarias a quienes apoyaron su candidatura y, a la vez, mantener un contacto orgánico con la dirección provincial del partido, que se inclinó, como el 57 por ciento de los militantes almerienses, por Susana Díaz; un porcentaje que encierra apoyo a la ex presidenta, pero - y esto no debería ignorarlo el nuevo líder socialista- a la vez y en no poca medida, repulsión por algunos de los propagandistas de Espadas en la provincia. 

Espadas sabe que Almería ha sido un territorio lleno de rivalidades entre los distintos clanes socialistas -PSOE, PSP y colindantes- desde el principio de los tiempos. Nunca hubo tregua para los enfrentados. Desde que en las primeras elecciones del 77 el juez Navarro Estevan (entonces en el PSP y luego en el PSOE) se la jugara a Angel López Masegosa, ´El Funes´ (entonces en el PSOE, tras llegar desde el comunismo), en las cruces del Senado, hasta las primarias de junio, los socialistas siempre han vivido un estado de guerra civil permanente salpicada por breves espacios de tiempo en los que algunos acuerdos tácticos silenciaban las armas, pero sin abandonar nunca las trincheras. 

Borbolla, Chaves, Griñán y Susana nunca lograron una paz duradera; tampoco creo que les preocupara mucho; al cabo, Almería ha sido siempre para el poder sevillano una provincia extramuros del imperio orgánico a la que no había que prestarle mucha atención en clave interna, solo nombrar al poncio Pilatos que les administrara sus intereses electorales; unos “poncios” que, casi siempre, optaron por lavarse las manos antes de enfrentarse a quien les había designado desde Sevilla. 

El nuevo líder del PSOE tiene ahora la posibilidad de cambiar de rumbo. El camino por recorrer lleva cuarenta años sembrado de minas que habrá que desactivar con la pericia del mejor artificiero y la contundencia del cirujano más riguroso. Y para iniciar la travesía, Espadas deberá ser consciente de que en Almeria, como en toda Andalucía (salvo en Sevilla, quizá), no hay espadistas. Quienes aquí le apoyaron lo hicieron por devoción sanchista, no por fe espadista. Hubieran apoyado a cualquier candidato o candidata que les hubiera sugerido Ferraz. ¿Que eso es un mal inicio? No. Esa es una realidad de la que tendrá que partir.  

El reto es grande y sería costoso para el candidato socialista que los idus de marzo -todo apunta, dentro del PP más que en ningún otro cuartel, a que habrá elecciones andaluzas ese mes, ya veremos-, sería costoso para Espadas, digo, que el PSOE llegara abierto en canal en algunas provincias. Tiene pocos meses para coser tanto desgarro histórico, tanto rencor emocional, tanto interés particular. Pero puede hacerlo. Solo tiene que acertar en elegir a quienes, por su capacidad de gestión contrastada, solvencia stajanovista en el trabajo, inteligencia acreditada, aspiraciones satisfechas o aminoradas y lealtad al partido por encima de intereses personales, le acompañen en la tarea. En Almería hay nombres que reúnen estas condiciones. Solo tiene que acertar los seis nombres, quizá no muchos más, que pueden coser lo que lleva tantos años descosido. Y hacerlo buscando la paz, no imponiendo la victoria.  

Ese será el camino para alcanzar los dos paraísos soñados que a Borbolla tanto le seducían aquella noche en París.

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