Las minas están ligadas a las primeras
crónicas periodísticas de aspecto social denunciando la presencia de niños
explotados en El Pinar y en media provincia hace apenas un siglo. La historia
de las minas, una Almería que fotografió José Rodrigo, fue presentada en Bédar,
Los Gallardos, Vera, esta semana, y el próximo miércoles en
Garrucha
Juan Antonio Soler y Andy Devey (Loa)
En algunas presentaciones hubo testigos como Diego Rubio y Mario Guillén, en Bédar y Los Gallardos, respectivamente. Minas, Cables, ferrocarriles, fundiciones y embarque de Minerales. Bédar, Los Gallardos, Garrucha, Mojácar, Turre y Vera (1840-1970), escrito por Andy Devey y Juan Antonio Soler Jódar, se presentó en Los Gallardos, un acto que se prolongó durante tres horas. Participaron los citados autores, Juan Grima de Arráez Editores que presentó un video de resumen de las 500 imágenes que ilustran la obra y el profesor de Patrimonio Industrial de la Universidad de Granada, que invitó a la zona a apostar por una ruta verde, de recuperación y memoria para el cable Bédar-Garrucha con estación en Los Gallardos. El guante lo recogieron el alcalde gallardero Fran Reyes y la concejala Esther González. El alma de las amplias y detalladas intervenciones la puso el administrativo de Hierros de Garrucha Mario Guillén Valdivia, de 88 años, uno de los pocos supervivientes de aquellas minas que cambiaron la fisonomía de la zona para bien o para mal.
Tras el cierre de las minas en 1970,
Guillén se puso a estudiar, compartiendo su trabajo de administrativo por horas
en hostal Grice de Turre, la empresa de Pedro Jerez, El pegote en Alfaix, o el
hotel Continental de Mojácar. El administrativo, que tenía pasión
por la medicina y con un gran expediente académico, consiguió ser ATS en Cabo
de Gata y Turre. El cierre provocó un éxodo de familias a Catalunya, tal como
hicieron, los padres del coautor de la indispensable obra, el doctor Juan
Antonio Soler. Europa la recorrieron otros cientos de familias, con el ejemplo
ilustrativo de los hermanos de Mario, uno a Bilbao y otro a Alemania. Tenemos
presente el recientemente fallecido Salvador Cazorla Morales “el de Loles de
Baltasar e hijo de Teodora”, que en enero de 1962 se plantó y se fue Suiza y
pasó de ganar 1.800 pesetas en la mina a 7.500 de salario en la emigración. En
la presentación de la obra se escuchó al cantaor de Sierra Cabrera (Turre) y
admirado amigo Pedro Torres o al guitarrista Juan de Dios Santiago de Tabernas.
Pedro Antonio de Alarcón y José Echegaray
ya descubrieron la importancia de la minoría en el conjunto provincial, tal
como recuerda en algunos de sus trabajos el reputado profesor Andrés Sánchez
Picón, autor de La minería del Levante almeriense 1838-1930 y que estuvo en la
presentación de Bédar. A lo largo del tiempo, hemos descrito cómo mineros que
se desplazaban en bicicleta para una dura jornada laboral se encontraban con
algún guardia civil con iniciativa que les multaba caprichosamente porque el
timbre no le funcionaba como le ocurrió al añorado minero Francisco Llorente o
al médico Julio Raya por ser miembro de UGT en plena dictadura cuando con su
bicicleta acudía a atender a los enfermos de Bédar. Lo peor fueron los
accidentes mortales. Hubo un terrible suceso en Bédar con un muerto y seis
sepultados durante varios días que tuvieron en vilo a toda la comarca. Los
periódicos El Liberal de Murcia con una crónica telegráfica, fechada en Vera el
23 de junio de 1906 y publicada un día después. El Ferrocarrilico de
Cuevas se hizo eco de la aportación de Pedro Flores Gómez desde Bédar. La mayoría
de medios culparon a la Compañía de Águilas de las malas condiciones de
trabajo. El Radical de 24 de junio dio una amplia y detallada información con
el siguiente relato de Juan Becerra: “Aún no se ha podido llegar al sitio donde
se encuentran seis obreros sepultados a causa del desprendimiento ocurrido en
la mina “San Manuel”, sita en las Cañaditas, de Bédar. Remotamente, se oye el
eco de una voz y repetidos golpes, que entre los mineros se llama retreta,
pidiendo auxilio dos días va y manifestando que están vivos. Hasta hoy, dos de
la tarde, todo ha sido inútil; la actividad desplegada por los capataces, el
alentar fatigoso de los trabajadores dedicados al salvamento, las órdenes dadas
por el Juzgado, los medios, en fin, puestos en práctica con tan plausible
objeto. Todavía se encuentra la entrada de la mina atestada de gente ansiosa de
ver aparecer los sepultados. Los padres, esposa e hijos no cesan de llorar y
suspirar; sus gargantas, completamente roncas, no se prestan a seguir gritando.
El cuadro tan desconsolador a que me refería en mi información de ayer continúa
presentando la misma nota de tristeza y desesperación; nada ha cambiado, a no
ser que la posibilidad de vencer las dificultades que existían el día anterior.
En vista de este siniestro, los ánimos se
hallan consternados y la protesta aumenta entre los obreros, que tan preciosa
prueba de solidaridad están dando. Todos convienen en que las malas condiciones
e inseguridades conque se plantean los trabajos, la pésima situación en que se
encuentra esta mina, había de dar tan desastroso y lamentable resultado, por
cuya causa se rebelan a seguir trabajando mientras no venga una inspección que
obligue a estos mismos patrones a considerar en cuanto vale la vida de un
hombre que tiene que trabajar si quiere existir, poniendo las labores en estado
de poder desarrollar las energías que tan vilmente explotan”.
Este descontento que reina en todos los
espíritus está sobradamente fundado en la razón; yo he tenido tiempo de
apreciarlo oyendo las quejas de los mineros, los cuales me han contado la
forma. Los niños sacan el mineral a la superficie desde una profundidad de 60 a
80 metros, semejando a un minúsculo hormiguero, recorriendo estrechísimas y
oscuras galerías, subiendo y bajando por trancadas que dan vértigo, llevando sobre
sus espaldas una espuerta con un quintal de hierro, y vestidos solamente con
una camisa de lienzo. Los hombres, desnudos completamente desde la cintura para
arriba, multiplican sus esfuerzos arrancando el negro mineral por espacio de
doce y catorce horas diarias, sin temor al peligro, respirando el insano
ambiente que ha de consumir sus pulmones cubiertos de polvo y bañando el suelo
con el sudor que arrojan sus poros. Unos y otros parecen verdaderos hijos de la
tierra, verdaderos luchadores por la existencia, dignos de que unamos a la suya
nuestra más solemne protesta. Pondré a usted al corriente de lo que resulte, en
definitiva”. Y la firma del informador Juan Becerra, Cañadicas de Bédar, 22
junio de 1906. Un relato que va más allá de la crónica de sucesos.
De las imágenes que aportamos subrayamos para la historia la tolva circular para el mineral procedente de Bédar en Los Gallardos, N-340, frente a Uniformes del Levante de Isabel Cervantes Belmonte, la hija de Juan y Antonia. La foto es de Mario Guillén que aparece en el impagable trabajo Minas, Cables, ferrocarriles, fundiciones y embarque de Minerales. Bédar, Los Gallardos, Garrucha, Mojácar, Turre y Vera (1840-1970), escrito por Andy Devey y Juan Antonio Soler Jódar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario