Pocos niegan que estemos inmersos en un nuevo Cambio Global, en
esta ocasión, sin precedentes para la humanidad. Es cierto que hemos vivido
otros cambios climáticos que nos han traído hambrunas, enfermedades, guerras y
que han derivado en crisis sociales, políticas, y económicas, pero como la
actual, nunca.
Este verano, por si alguno tenía dudas, diferentes noticias nos lo
vienen a recordar. Unas son alarmantes, evidentes, catastróficas; otras pasan
desapercibidas, casi como anécdotas graciosas, pero todas están relacionadas y
tienen el mismo origen, el cambio climático.
Comenzamos el periodo estival con la amenaza de la mayor sequia en
Europa de los últimos 2.100 años y, a su vez, con las grandes inundaciones en
Alemania y Bélgica que dejaron más de 200 víctimas e incalculables daños
materiales. En estos días estamos viendo como los bosques del Mediterráneo
oriental están ardiendo con más de 300 focos en activo, o como el aumento del
nivel del mar amenaza con inundar nuestras costas.
Ante la subida de la temperatura del planeta y de los
desequilibrios que origina, presenciamos hechos llamativos que nos deberían dar
que pensar. Este verano los flamencos han abandonado sus nidos en la laguna
malagueña de Fuente de Piedra, algo insólito para los científicos. Algunos
años, por la sequia, no los habían hecho, pero en esta ocasión, han abandonado
más de 3.000 huevos por la imposibilidad de sacarlos adelante. A su vez, y es
en lo que deberíamos fijarnos, han comenzado a buscar nuevas zonas de cría y se
han encontrado nidos en la laguna rosa de Torrevieja en Alicante, o en la
laguna de Gallocanta en Aragón, o en las Marismas del Odiel donde ha aparecido
un tercer núcleo de cría.
Las especies, el planeta, se están adaptando a las nuevas
condiciones para sobrevivir. Sin embargo a nosotros nos costará más, porque
hemos creado complejas sociedades y mega infraestructuras que queremos salvar a
toda costa, pensando que esto será algo pasajero y que con las políticas de
mitigación del cambio climático, en las que nos hemos centrado tarde, será
suficiente. Es el momento de empezar a discutir cómo nos vamos a adaptar, de
pensar qué vamos a sacrificar, de planificar los esfuerzos. Decisiones
difíciles de tomar, como supongo que lo sería para los flamencos la de
abandonar los nidos.
Lo malo de nuestra especie, es que hace ya mucho tiempo dejó de
mirar por el interés común para centrarse en el interés individual, el de las
fronteras artificiales, el del propio ombligo. Por desgracia, los que más
posibilidades tienen de adaptarse a las nuevas condiciones son los que han
acelerado el problema, los que hasta que las catástrofes no han ocurrido en sus
casas las han ignorado viviendo una vida acomodada a costa del planeta y de
robar los recursos naturales a terceros países. A su costa han, hemos,
acumulado la riqueza y la tecnología que puede salvar a una elite dispuesta a
vivir en burbujas artificiales sin contacto con el medio ambiente. Así nos va.
Entre todas estas noticias catastróficas, un rayo de esperanza, al
que personalmente llevo mucho tiempo aferrado, ha iluminado el cielo patrio.
Hace unos días, sin apenas repercusión mediática, se aprobó, por parte del
Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el Plan de Acción de Educación Ambiental para
la Sostenibilidad.
Para muchos es algo insustancial, un brindis al sol, un puñado de
bonitas palabras que ante la economía pasarán desapercibidas, pero para mí es
el camino que hay que seguir, una nueva forma de entender el mundo, los pilares
básicos en los que construir un nuevo modelo. Lento, pero seguro.
En los objetivos de esta planificación para pasar a la acción se
habla de la Educación Ambiental como la herramienta para el cambio social,
cultural y económico que la emergencia climática y ambiental requieren; de
impulsar la información, la sensibilización y concienciación de la sociedad
para aumentar su participación en los procesos de toma de decisiones; y de
promover cambios para entender la manera de relacionarnos con nuestro entorno,
entre nosotros, y de acelerar la transición ecológica.
Lástima que estas noticias no tengan la repercusión que ha tenido la marcha de Messi. Si Leo informase de la emergencia climática quizás alguno lo escuchase, pero él nunca ha sido un líder, solo el mejor jugador del mundo, pero no un líder. En su despedida podría haber dicho algo así como “ni Bartomeu, ni Laporta, ni Tebas, son responsables de mi salida. La culpa es del cambio climático que nos trajo una pandemia que provocó una crisis económica y que, a su vez, impide que paguen mi millonaria ficha.”. Quizás suene a chiste, o no, quién sabe si lo que estamos viviendo no es un chiste de mal gusto.
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