Ismael Diadié Haídara, autor de Diario de
un bibliotecario de Tombuctú, desde el exilio habla en exclusiva sobre los
estragos de la guerra y lo que está pasando en Afganistán con la salida de una
periodista de la CNN, una de las pocas fuentes fiables establecidas en Kabul.
Ismael Daidie |
El poeta, historiador y filósofo maliense,
Ismael Diadié Haídara (Tombuctú, 1957), se jugó la vida para conservar el Fondo
Kati, el legado documental andalusí más importante fuera de España. Su
experiencia la ha contado en su libro Diario de un bibliotecario de Tombuctú,
un relato estremecedor sobre los estragos de la guerra. “El gran enemigo del
hombre es el miedo, lo veo cuando miro atrás y veo todo lo que he dejado. Tengo
miedo de perder todo, de volver hacer de nuevo el recorrido de una vida. Quien
tiene miedo deja de vivir…”. Ismael Diadié coordina el Fondo Kati, la
biblioteca creada por la familia Kati y reunificada por él a lo largo de los
años”.
Desde su exilio reflexiona de forma
amplia, desde un currículo y unas experiencias por el mundo de la cultura. Sus
opiniones por la generosa mochila de experiencia, siempre nos muestran alguna
luz. Sobre lo macabro y trágico que se vive en Afganistán, qué relación
tiene con tu experiencia en Tumbuctú. Es un intelectual y solo por eso le han puesto
una metralleta en el pecho. ¿Qué lecciones sacas de tu experiencia para lo que
está ocurriendo allí con un pueblo abandonado y cómo salvar a las mujeres y a
las niñas a las que se les prohibirá que vayan a las escuelas? “Lo que pasa en
estos días en Afganistán no es una excepción histórica. Los talibanes son un
movimiento iniciado por tribus minoritarias Pashtuns a las que se juntaron
otras de grupos uzbekos, tayikos, punjabi, árabes, chechenos y otros. El
movimiento se conoce por su interpretación radical de las leyes islámicas
wahabíes. El capitán Mainwaring se refiere ya en 1882 a los talibanes en el
informe oficial británico de aquel año, en la batalla de Maiwand, que se libró
el 27 de julio 1880 durante la Segunda guerra anglo-afgana. El movimiento
moderno que conocemos se inicia a principio de los años 90 apoyado
principalmente por Pakistan. Tras el movimiento de los talibanes como el de
otras zonas como el Sahel, hay siempre problemas políticos, económicos,
teológicos en juego, y no se pueden entender los problemas de Afganistán sin
las relaciones con Rusia, Estados Unidos, los países árabes de obediencia
wahabita”.
¿Hay algunas semejanzas con el
Sahel?
Sí. Son movimientos de interpretación
rigorista wahabita con fines políticos de creación de estados fundados sobre
los principios del islam tal como los han interpretado en el caso de afgano por
Ibn Hambal. La lección que hay que sacar es fundamentalmente geopolítica. El
establecimiento de un Emirato islamista en Afganistán será la base de expansión
dentro del mundo musulmán de un área wahabita importante frente a los Shiitas
de parte de Irak, de Siria y de Irán. Ésto pondrá a los Shiitas entre dos áreas
wabíes, la otra siendo Arabia Saudita y los Países del Golfo. Eso de una parte.
De otra parte, tendrán suficiente fuerza para extenderse en el Sahel y
desestabilizar todo el Magreb. Eso pondrá a Europa en una situación
económicamente y políticamente incómoda. Esas áreas, controladas por los
Wahabíes tiene un porcentaje elevado de la producción energética (de petróleo)
del mundo, y los wahabíes no son muy favorables a Europa. Mis experiencias las
he contado en mi libro: Diario de un bibliotecario de Tombuctú”.
¿Qué se puede hacer desde lo local para
que sea una acción global de ayuda?, le preguntamos por correo electrónico a
Ismael Diadié Haídara. “No doy consejos de acción colectiva o privada, sobre
todo en política. Mi postura es la de Aristipo de Cirene, el africano discípulo
de Sócrates. Prefiero vivir apartado de toda política. No estoy ni con los
dirigentes, ni con los dirigidos. Vivo escondido y intento gozar de la vida sin
hacer daño a nadie”.
Las amenazas crecen cada hora con la
retirada de las mujeres periodistas o las presentadoras de informativos que
ofrecían las noticias sin burkas ni mascarillas. Mujeres y niñas encerradas en
casa. La censura para las funcionarias, blogueras, el cine, música, televisión,
redes sociales, la censura. Malos tiempos para la lírica. El miedo cabalga en
Afganistán desde el minuto cero del avance de los talibanes. El mundo está
perplejo por como se sacrifica la dignidad con violaciones de los derechos
democráticos.
La corresponsal jefe de internacional de la CNN, Clarissa Ward (Londres, 1980), abandonó la zona de conflicto de Kabul, el 20 de agosto de 202, vistiendo un hiyab, el velo islámico, informó para El País desde Washington Antonia Laborde. Ese dato indica como los pocos periodistas afincados en Afganistán, sobre todo mujeres, abandonan cuando más necesitamos de periodista en esa zona en conflicto. Ward llevaba más de 15 años informando desde zonas de guerra. Ha trabajado para la Fox, ABC, CBS y ahora CNN desde Siria, Irak, Yemen, entre otros. Cubrió la revolución en Ucrania, la ofensiva militar rusa en Georgia, y hasta el tsunami en Japón. Ha vivido y trabajado en Nueva York, Oriente Medio, Rusia, China y actualmente está basada en Reino Unido. La galardonada corresponsal habla francés e italiano con fluidez, domina el ruso, el árabe y el español y logra defenderse en chino mandarín. “He sido testigo de todo tipo de eventos locos e inverosímiles. Pero nunca he visto nada parecido a lo que está sucediendo en Kabul”, escribió un día antes de abandonar Kabul en una columna para The Spectator.
Lo confesé el otro día a mis amigos Emilio Ruiz, “Lanero” y Cabezas. No pretendo banalizar en un asunto en el que ya hay centenares de miles de víctimas. Conocí Afganistán y me enamoré virtualmente de la actriz Claire Catherine Danes, Claire Danes, (Nueva York, 1979) por la serie Homeland. Esa actriz responde al nombre y al papel de Carrie Mathison, agente de la CIA. A otros colegas periodistas y amigos les ha ocurrido lo mismo, tras la exitosa serie que lanzó Netflix. Por Abc, me entero que fue una de las ficciones favoritas de Barack Obama; también del matrimonio Clinton. La agente de la CIA Carrie Mathison obsesionada con atrapar a un ficticio Bin Laden, y el exmarine Nicholas Brody (Damian Lewis), secuestrado en Afganistán por Al Qaeda y rescatado años después de manera un tanto fortuita, o sea, sospechosa. Homeland es un ´thriller´ adictivo, pero se le criticó su pobre representación de musulmanes y árabes. Aquellos episodios tampoco gustaron al país vecino, Pakistán, al ser mostrado como “un infierno”. La periodista Ó. Rus destacó que la serie Homeland, que vimos en Netflix, predijo el colapso que ningún político vio.
Claire Danes, protagonista de "Homeland"
Las
televisiones de todo el mundo miran hacia a Afganistán y plataformas ofrecen
documentales y reportajes sobre el conflicto, aunque son pocas con enviados
especiales sobre el terreno, destacando como siempre los americanos de cadenas
internacionales. Según Héctor Llanos de El País el servicio
en español de la cadena pública alemana Deutsche Welle se ha volcado con la
cobertura de la vuelta de los talibanes en Afganistán en su emisión lineal. “El
espectador puede ver en uno de sus canales de YouTube, DW Documental, la
miniserie de dos capítulos Afganistán: nuestro país herido (2029), escrita y
dirigida por la reportera de guerra española Mayte Carrasco, junto a Lucio
Mollica y Marcel Mettelsiefen”.
La jugadora de baloncesto Nilofar Bayat advirtió desde Torrejón, después de que el Ejército español la sacara de Kabul: “Los talibanes buscan gente casa por casa; no van a tener piedad.
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