A diferencia del protagonista de la
conocida novela de García Márquez El coronel no tiene quien le escriba,
el Poder, en sus distintas manifestaciones (por ejemplo, la estatal o la
municipal) tiene siempre quien le escriba. Sosegados en algo los ánimos, tras
las polémicas por el modo de “festejar” el aniversario de Los Coloraos, me
gustaría hacer ahora algunas precisiones
sobre este episodio y su celebración, a cuya investigación, con mayor o menor
acierto, he dedicado muchos años.
Los Coloraos, desde su nacimiento,
sufrieron de mala prensa, y en ocasiones
del silencio prolongado, que seguramente es algo peor. Sólo en periodos
más o menos liberales su reconocimiento se hizo patente. Y así vemos que, ya en
1824, salió a la luz un panfleto
titulado Españoles, unión y alerta, que daba a conocer las Máximas que
se les habían descubierto al Gran Oriente Español. Una especie de terrible manual de actuación. Pero resulta que, según las
investigaciones que hizo la propia policía fernandina, todo era una pura
falsificación, responsabilidad de unos astutos canónigos catedralicios. Si
gustan, tienen acceso a las mismas en la red y se sorprenderán de la semejanza
de algunas de aquellas máximas con las que revolotean ahora por ahí. Tras
nuestra incivil guerra, los servicios de
propaganda del nuevo régimen redescubrieron el citado panfleto y, junto con
algunos otros, decidieron publicarlos nuevamente, eso sí, adaptado los textos al contexto histórico de 1940.
En los distintos homenajes que a lo
largo de los tiempos se han celebrado en homenaje a Los Coloraos, han habido discursos de variada calidad e
intensidad política; vibrantes como los de la época de Espartero, apasionados
como en la Gloriosa, didácticos, sosos,
verdaderos rollos y, en fin, hasta
paternalistas, como aquel célebre de un
alcalde madrileño que propugnaba
por “la libertad vigilada”. Pero hasta la fecha, no se había dado el
caso de un “anti-homenaje”, sin duda más en las formas (los rotundos
calificativos) que en el fondo, el juicio final.
El coronel Soriano Trujillo es un
soldado ilustrado ( él mismo lo ha resaltado) y por lo tanto conoce bien el
cambiante significado que, a lo largo de los tiempos, ha tenido el concepto de
obediencia debida. (véase su artículo en Diario de Almería del 26 julio 2018) Pero quizá convenga
reflexionar también (al margen de los intereses políticos de cada momento) en
los casos de desobediencia; cuando,
a juicio de los alzados y frente a gobiernos legalmente constituidos, se
reacciona violentamente ante situaciones sociales consideradas intolerables. Nuestro militar, fuera del
pasillo protector del homenaje oficial,
tuvo el gesto de saludar y compartir impresiones con gentes de variadas ideas. Y ello es un
indicio significativo de buen talante.
Personalmente así lo experimenté. Otra cosa es que compartamos su juicio sobre los variados acontecimientos de la
época a que hizo mención. A mi entender,
el contenido de su intervención resulta más apropiado para una mesa de debate,
en la que se cruzan diversas y a veces encontradas opiniones.
El Poder sí tiene quien le escriba,
decimos. Pero en los últimos años, a raíz de las vivas protestas que han
acompañado al proyectado traslado del Monumento de los Mártires de la Libertad
(que no Columna Conmemorativa), tal
Poder, para conseguir a toda costa dicho fin, ha adoptado una
estrategia sutil, pero peligrosa; de
doble juego. Delega en sus voceros asalariados, sus peones de briega, la labor
de justificar el “traslado”, con el
apoyo “científico” de algún historiador ultramontano. Pero a base de palos de
ciego, la actuación de los citados delegados, tiene el riesgo de vaciar de
contenido aquellos hechos históricos o de minimizarlos al menos. Su pretexto es
fomentar la concurrencia de pareceres. Sin
embargo, en su función
institucional, de cara a la galería, el repetido Poder ensalza y respeta el
papel desempeñado por aquellos hombres. Con la mayor cortesía, un brindis al
sol.
Como acertadamente ya señaló Irene
Castells, en su magnífica tesis doctoral y su libro La utopía insurreccional
del liberalismo, los pronunciamientos liberales de entonces son algo de
mayor dimensión que una técnica militar: son toda una estrategia política para
reconquistar el poder. Sería algo simplista considerarlos como una mera
operación castrense. Sus jefes lo consideraban como una operación militar y
política a la vez, diseñada para provocar la insurrección popular.
Como sabemos, más de la tercera
parte de los venidos entonces a Almería, eran militares, (parte de aquellos
10.000 oficiales “indefinidos” ) que S.M. había “purificado”, dejándolos sin
empleo ni sueldo. Pero también había algún periodista relevante, incluso
algunos aventureros y personajes pintorescos... ah... a los que se unieron los
contrabandistas... pues no faltaba menos!
El autor es miembro de la Plataforma para el Bicentenario de los Coloraos.
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