Cien años separan el nacimiento de estos dos personajes y sin
embargo sus discursos, su lucha, su tesón, están encaminados a un mismo
objetivo: despertar nuestras conciencias, generar el debate, desenmascarar a
los verdaderos causantes de los problemas mundiales y zarandearnos para que
despertemos.
Si Greta utilizase las palabras de Bertolt no desentonarían en sus
labios, a pesar de que sus reivindicaciones puedan parecer diferentes, aunque
uno tenga la vitola de intelectual y combatiese al nazismo, y la otra de una joven
activista mal hablada que se enfrenta al cambio climático. Estoy convencido de
que si él fuese joven en este momento estaría firmando los discursos de ella,
estaría en las calles abanderando la lucha contra la emergencia climática, que
al final es una batalla contra la manipulación del capital, del poder, que nos
quiere ignorantes, atemorizados, incapaces, desinformados, sumisos,
dependientes, suplicantes, frágiles y esperanzados, porque si perdemos la
esperanza, si dejamos de creer en sus promesas, si descubrimos su hipocresía,
no tendríamos nada que perder para pasar al ataque y “las revoluciones se producen en los callejones sin salida”, justo
donde nos encontramos ahora.
Greta ha vuelto a la primera línea con un discurso claro, conciso
e incendiario, para burlarse, ironizar y
señalar a los líderes políticos, a sus mentiras, a su incapacidad, a su
inacción, a sus falsas promesas, a sus palabras vacías, a sus eufemismos, a su
vasallaje ante los poderes reales del mundo. Lo ha hecho en la Conferencia
Juvenil sobre el Clima de la ONU celebrada en Milán, donde 400 jóvenes de todo
el mundo se han reunido para elaborar las exigencias que llevarán a la próxima
Cumbre de la Tierra, la COP26, que se celebrará en noviembre en Glasgow.
Saben los jóvenes que volverán a darle unos minutos, que los
escucharán, los aplaudirán y compungidos les darán la razón, asumirán sus
denuncias, y les prometerán soluciones que nunca llevarán a cabo. Por eso Greta
aprovecha para llamarlos ladrones, mentirosos y asesinos, porque “el que conoce la verdad y la llama mentira,
no es un ignorante, ¡ese es un criminal” y nuestros dirigentes tienen
cientos de informes que demuestran el aumento de 2º en la temperatura del
planeta, las consecuencias a las que nos enfrentamos y las soluciones para
evitarlas. Conocen la verdad, pero no hacen nada, salvo marear la perdiz, salvo
reunirse, para como dice Greta, “bla,bla,bla”.
Desde que se publicó en agosto la primera parte del Sexto Informe
de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio
Climático (IPCC), hemos presenciado muchas de las consecuencias que nos esperan:
huracanes, incendios forestales, riadas, aumentos del nivel del mar entre
otras. Tragedias, desgracias, catástrofes, que llevan asociadas sequias,
hambrunas, muertes, enfermedades, migraciones, guerras. Ya las estamos
viviendo, pero en nuestro rincón privilegiado del mundo aún podemos
disimularlas con ayudas y subvenciones, pero las que suceden lejos de nuestras
cámaras preferimos no comentarlas, no vaya a ser que la gente despierte y se
sienta acorralada.
Estoy seguro de que volverán las mofas, los desprecios, los insultos hacia Greta, pero ella es solo la cara visible de un movimiento de millones de jóvenes (y no tan jóvenes) en el mundo, que el pasado 24 de septiembre volvieron a salir a las calles para celebrar la Huelga Global por el Clima. A pesar de que la gran parte de la población no se les una, aunque los miren pasar y se rían, lo siguen haciendo porque creen en lo que hacen, porque han entendido que estamos en una encrucijada y que a ellos les tocará sufrir las consecuencias de nuestra insensatez. Tienen la esperanza de que reaccionemos y que por una vez por todas aprendamos que se hace política al andar y que (parafraseando a Brecht) “el peor analfabeto es el analfabeto político, el que no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos, el que no sabe que de su ignorancia política nacen el cambio climático, sus desdichas y sus desgracias personales, a manos del peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.“
La obra de Brecht no acabó con el nazismo, pero sus palabras, su valentía por no esconderse y señalar a los culpables, consiguieron despertar, y siguen haciéndolo, a mucha gente. Por eso necesitamos a Greta, a los jóvenes, y a los que se han “propuesta luchar toda la vida: ellos son los imprescindibles”, porque saben que se enfrentan a una fuerza descomunal que solo podrá ser derrotada si nos unimos todos, si tomamos conciencia de que somos parte de la solución.
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