María Dolores López (Albox, 1973) aspira a ocupar el reinado del
huevo ecológico a través de Cotcodét, la
empresa con la que en cinco años ha logrado facturar un millón de euros. Con
cuatro granjas repartidas entre su pueblo natal y Cantoria, donde campan a sus
anchas 15.700 gallinas, y un centro de envasado y distribución en Murcia, quizá
no sea tan descabellado pensar que muy
pronto todos pronunciaremos con fluidez C-o-t-c-o-d-é-t. Una marca cuyo nombre
viene de la onomatopeya en francés del sonido que hace la gallina.
María Dolores creció en Los Baltasares, pedanía albojense, viendo a su familia salir adelante gracias a la ganadería. Vivían, sobre todo, de las cabras que les proporcionaban una leche que luego vendían en la cooperativa de Taberno. Su abuelo no era veterinario porque en aquellos tiempos no se estilaba estudiar, pero a efectos prácticos ejercía de matarife y acudía a socorrer a cualquier animal de la zona. Con esos genes, lógico que a ella le fascinase mirar cómo abrían los cerdos cada año durante la matanza al contrario de lo que le ocurría a la mayoría de las niñas de su edad.
Con 18 años, empezó a abrirse su propio camino: se matriculó en Veterinaria. Tras licenciarse, hizo su incursión en el mercado laboral explorando las distintas ramas del oficio. Trabajó en la Clínica de Pequeños Animales y probó con el saneamiento ganadero, pero consciente de que lo suyo era la industria alimentaria, se trasladó a Barcelona a hacer un máster. Y así, casi sin querer, enfocó su carrera hacia los aditivos químicos, esos que hacen que las comidas procesadas sepan a gloria y que son completamente legales, pero que con el tiempo van dejando un poso que puede derivar en problemas de salud.
La crisis de los 40 y la sensación de que se le echaba el tiempo encima hicieron clic en la cabeza de María Dolores, quien decidió tomarse un año sabático para escucharse a sí misma. Y de tanto escucharse, recordó que había vivido en una contradicción porque la idea de la alimentación natural siempre había estado en ella, unida a otra: el impulso de emprender y hacer empresa.
Con esa sensación de comunión consigo misma, una noche que conducía por la autovía a la altura de Lorca, vivió lo que ahora podría interpretarse como una epifanía. Vio un camión donde ponía ‘Huevos Ecológicos Almanzora’. Una corazonada la llevó a memorizar el número de teléfono con vistas a llamar para ofrecerse a hacer de comercial en la zona de Murcia. Pero al hacerlo descubrió que lo que buscaban era traspasar el negocio: una pequeña granja con 1.700 gallinas. La explotación primigenia de Cotcodèt.
A granja por año
Eso ocurrió en 2016. Y lo que pasó a partir de ahí es que López sacó sus dotes
comerciales y la producción de huevos de sus gallinas resultó ser insuficiente.
“En aquel momento no había tantas granjas ecológicas, me costaba mucho
encontrar huevos y los portes me hacían casi poner dinero de mi bolsillo; así
que me dije: ‘Si no tengo dónde comprar huevo, voy a montar yo otra granja,
esta detrás de la casa de mis padres”, relata la veterinaria, quien hasta la irrupción de la pandemia iba a
granja por año porque las gallinas, simplemente, no le seguían el
ritmo. Y tampoco dejaba de aumentar la demanda.
“La pandemia nos paró porque, al estar todo blindado, yo no podía hacer nuevos clientes, pero llegamos a sobrepasar el millón de euros de facturación porque al final el consumidor cada día se intenta cuidar más y eso va calando en el mercado. Igual no podemos comprar todos los productos ecológicos, pero algo así. Yo siempre digo que quizá no puedo tener siempre en casa un jamón 5J, pero sí huevos a cuatro euros la docena”, argumenta.
“Más rápida que inmediata”
María Dolores López decidió
emprender porque en ninguna empresa le permitían ejercer su filosofía: más
rápida que inmediata. Es decir, en cuanto surge una buena idea, no hay tiempo
que perder para implementarla. Entre las muchas que se le ocurren cada día ya
tiene negro sobre blanco proyectos
como levantar su propio molino para fabricar el pienso que comerán
sus gallinas y también asociarse a la universidad para investigar la
posibilidad de innovar con el huevo ecológico, un alimento que ya de por sí es
muy completo.
Más rápida que inmediata, esta veterinaria hizo enseguida de Cotcodèt “una empresa con alma” que es un
“centro especial de empleo” con un 70 por ciento de los
trabajadores con discapacidad. Solo le queda la espinita de no haber fundado
antes un proyecto en el que todo está automatizado y que habría quitado a su
madre de bregar con las cabras. “Si hubiese ocurrido antes, habría tenido más
calidad de vida”, lamenta, sabedora de que sus éxitos de hoy también son fruto
del legado familiar.
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