Uno de los mejores libros sobre la
enfermedad y el duelo, Cuaderno de urgencias, se presentará el miércoles en
Madrid. La crítica literaria lo ve un libro valiente y delicado. La autora es
la periodista que inició su carrera profesional en varios medios locales y en
la corresponsalía de El País en Almería, Tereixa Constenla Frontela (Arca, A
Estrada, Pontevedra, 1968) Actualmente es la corresponsal de El País en Lisboa,
tras ser reportera en Andalucía, periodista en la jefatura cultural del
referido periódico de ámbito global. Es una periodista de vocación a la que
nadie le ha regalado nada y el amplio nivel intelectual que ha ido alcanzando
le ha llevado a ser una de las puntales del periodismo. Su primer libro es
Cuaderno de urgencias. Son testimonios con validez universal. Ha sido recibido
muy bien por la crítica. Verá la luz el próximo miércoles, momento en el que
será presentado en Madrid. “Un libro limpio, delicado y valiente, de
esos que se atreven a intentar robar la miel de un espasmo. Literatura contra
ese oligopolio del dolor y la pérdida, sobre el arte de caer, y de alguna
extraña manera a favor de ese otro oligopolio que de vez en cuando celebra el
amor y la vida, la vida y el amor. Contra el viento de cara del olvido”,
destacan algunos de los referentes en España de la crítica literaria.
“El 31 de agosto de 2018 murió el periodista Álex Bolaños, que también era mi marido y el padre de mi hija. Tenía cuarenta y siete años. Durante tres años, vivimos zarandeados por un carrusel de catástrofes tras ser diagnosticados ambos de cáncer. Nos convertimos en enfermos y cuidadores. Nos atrincheramos detrás del amor. Pero el amor no elimina las células tumorales ni sube las defensas. Cuando Álex falleció empecé a escribir un diario de nuestra vida sin él en el que deposité un poco de todo: la gestión burocrática de la muerte, el abismo de la pérdida, la curiosidad hacia los médicos que le trataron, la responsabilidad sobre el duelo de nuestra hija, sus reflexiones sobre la enfermedad, mis lecturas sobre catástrofes ajenas, la añoranza de lo que fue y, finalmente, la saudade por lo que no será. Rastreé en mi cementerio de diarios y recuperé cuadernos de nuestros viajes y textos que nos habíamos intercambiado durante el tiempo que compartimos. Necesitaba poner por escrito todo lo que acabábamos de vivir antes de que se borrase su frescura, pero también caminar hacia atrás, al tiempo de despreocupación y placer que, ahora lo sabía, habían sido las horas de felicidad. Poseída por ese pensamiento mágico que a veces llega con la muerte, escribí también para hacer a Álex un poco inmortal, como yo deseé tantas veces que fuera”, escribe Tereixa. Junto a su añorado esposo, el prestigioso periodista Álex Bolaño, muy respetado por la profesión, abordaron la conciliación familiar y laboral centrados en la educación de su pequeña hija.
"Antes de que te
fueras”, relato que aparece en Cuadernos de urgencia y que ofrecemos en
primicia por gentileza de Tereixa, “leí muchos libros sobre pérdidas. Buscaba
modelos para sobrellevar las mías. En un año se habían ido mi madre y mi
abuela. Sentía una orfandad mayúscula, sin saber que aquello era un trabajo
preparatorio antes del big bang. El 1 de noviembre de 2017 publiqué en Babelia
un artículo con una selección de mi literatura de duelo, un subgénero dentro de
la autoficción, con la que había calmado mi tristeza. Entre aquellos libros
sobre la muerte que hablaban de la vida cité algunos ensalzados casi como
clásicos a pesar de su corta vida (todos se han publicado en el siglo XXI): Noches
azules y El año del pensamiento mágico (Joan Didion), Tiempo de vida (Marcos
Giralt Torrente), La ridícula idea de no volver a verte (Rosa Montero), También
esto pasará (Milena Busquets), De vidas ajenas (Emmanuel Carrère) o El olvido
que seremos (Héctor Abad Faciolince). También incluí un descubrimiento propio,
que pese a su grandeza tuvo poco recorrido comercial desde que se tradujo al
español en 2017: A cada momento seguimos vivos. Su autor, Tom Malmquist, era un
poeta de cierto éxito. «Después de escribir esta obra, hay quien le considera
el Knausgård sueco por ponerle prosa a su intimidad. Pero no se parecen. No hay
rastro de la introspección intimista que a veces desliza el noruego entre
sobredosis de realidad en el libro de Malmquist. No hay poesía, no hay lírica,
no hay escapatoria. Karin, la pareja del autor, ingresa en el hospital con un
embarazo de siete meses y una infección respiratoria. Las cien páginas
iniciales cuentan la rápida progresión de Karin hacia la muerte debido a una
leucemia mieloide. Malmquist parapeta su estupefacción tras una labor notarial
—anota en un pequeño cuaderno la jerga médica, los diálogos y la atmósfera con
el detenimiento de un cazamariposas— mientras hace kilómetros por el pasillo
subterráneo del hospital Karolinska, que conecta la unidad de neonatos con la
de cuidados intensivos de cirugía torácica. Se prepara para la muerte al tiempo
que recibe una nueva vida».
Se escriben libros así por
una cosa y la contraria. Porque se quiere recordar o se quiere olvidar. Porque
uno pretende revivir al muerto y otro enterrar los fantasmas. Se escribe para
curar y a veces se escribe para seguir sangrando. Se escribe porque un escritor
no sabe hacer otra cosa. Si la muerte es uno de los dos episodios definitivos
de una biografía y la literatura es la vida, la combinación de ambas conduce a
una escritura extrema, peligrosa. Unos libros que dan dentelladas en las
tripas. Literatura de vísceras no apta para todos los públicos.
Así que también yo, ahora,
construyo mi autoficción, alimento la biblioteca de la pérdida, escribo de un
proceso millones de veces repetido y, sin embargo, estrictamente
intransferible. También ocurre con el amor. Creemos que es un fenómeno que nace
con nosotros, pese a que la humanidad lleva en ello varios milenios. Ignoramos
si los neandertales y los sapiens que se apareaban sentían amor, pero de lo que
podemos estar seguros es de que se morían y acusaban la pérdida.
El amor es adanismo. Todo empieza de cero. Solo los hijos llegan a superar el adanismo de los padres. Para los hijos, la vida de sus progenitores comienza al mismo tiempo que la suya. Ninguno tiene ayer y, si lo tiene, prefieren ignorarlo".