Ayer volvió a sonar la
sirena de la Guardia Civil y se volvió a ver a los operarios
cortando la vía del cruce de La Simona de Garrucha; ayer volvió la grúa a
embarcar vehículos accidentados y los camiones del yeso volvieron a orillarse
en la glorieta sobre el asfalto tatuado con los frenazos del caucho de los neumáticos; ayer, un nuevo
siniestro, frente al antiguo almacén de pescado, volvió a meter el miedo en el
cuerpo en el pueblo porque nunca se sabe quién puede ir al volante.
Los vecinos de Garrucha y de los municipios limítrofes llevan aguantando más de veinte años uno de los puntos más negros -tan negro como la pez- de las carreteras provinciales. El temido cruce de La Simona se ha ido convirtiendo en un peligro cada vez más acentuado para los que llegan procedente de la Carretera A-370 (Carretera de Los Gallardos a Garrucha), o viceversa, hasta desembocar en la rotonda de Las Buganvillas (A-1207) cedida a Garrucha por parte de la Junta de Andalucía en 2014.
La historia del cruce de La Simona es la de un fracaso colectivo de todas las administraciones desde la autonómica hasta la provincial y local; es la historia de una ineptitud colectiva de todos los dirigentes de Garrucha y de la Diputación y de la Consejería del ramo desde hace veinte años; es la historia de no saber atajar un peligro perenne durante las 24 horas del día y la noche, un no saber dar un golpe en la mesa para evitar más muertos y accidentados.
No es un problema nuevo el cruce de La Simona. No. No acaba de descubrirse. Se sufre desde que el tráfico rodado de camiones y turismos se multiplicó. Se sabe. Lo sabe quien lo tiene que saber, pero es incómodo enfrentarse a una industria, aunque también es incómodo el riesgo permanente y el tener que avisar a ambulancias para trasladar a accidentados hasta el Hospital de Huércal-Overa desde hace dos décadas.
Ayer hubo un accidente de nuevo y hace unos días otro. Es rara la semana que no hay un golpetazo con víctimas más o menos graves. Parece que, por ahora, no ha sido posible conseguir la financiación necesaria para ejecutar la obra, como tampoco antes pudo realizarse por distintos impedimentos administrativos, mientras, el peligro sigue latente en el asfalto.
El Ayuntamiento ultimó un proyecto en 2018 para hacer la ansiada rotonda en el Cruce de la Simona, con un presupuesto de 3,3 millones de los que el consistorio aportaría 400.000 euros, con la instalación de una pasarela peatonal. La empresa Ingeniería Singular diseñó el proyecto, pero las obras no se licitaron. Mientras tanto, La Simona sigue ahí, acechando, junto a los cientos de camiones diarios de ida cargados de yeso rumbo al Puerto de Garrucha y de vuelta hacia las canteras de Sorbas.
Todo empezó en 2002 con La Recuperada
En 2002 -hace ya casi 20 años- la antigua sociedad minera La Recuperada cedió al Ayuntamiento más de 30.000 metros del Coto Escolar, comprometiéndose también mediante convenio a sufragar el 50% de las obras de una rotonda en La Simona. Ahí quedó todo. En 2009 se aprobó un Plan Parcial para eliminar el peligroso cruce junto al desarrollo de la Finca de la Quinta. También se quedó ahí. La idea era unirla a otra rotonda o paso elevado junto al Instituto, frente a la Cuesta de Las Palmeras. Parece que el frenazo de los camiones del yeso fue un impedimento entonces.
Ahora hay planteada una nueva vía para el transporte de yeso, pero llegará tarde, muy tarde, mientras la Junta seguirá recaudando por ese yeso, mientras La Simona sigue ahí, con más peligro que una cuchilla de afeitar tirada en la orilla de la playa del Pósito, esperando que alguien en San Telmo, en Navarro Rodrigo o en el Paseo del Malecón haga algo decente por solucionarlo.
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