Tengo la adrenalina por las nubes, la emoción a flor de piel, el vello erizado y quiero dejarlo por escrito, para que sirva como homenaje a
todos los que lo han hecho posible, para que quede en el recuerdo de las
emociones que me invaden tras la bonita jornada, por si alguien se inspira. Si
espero a mañana corro el riesgo de relativizar, de quitarle importancia a lo
logrado, de dedicarle más tiempo a analizar los pequeños errores que a celebrar
los grandes aciertos.
150 personas nos hemos juntado en la playa del Faro del Sabinal,
en Punta Entinas, para hacer una limpieza de playas. En apenas dos horas se han
recogido 3 toneladas, 3.000 kg de residuos. Entre ellos, junto a las esperadas
botellas de plástico, de vidrio, de latas de refresco, se han sacado otras basuras
menos habituales, un frigorífico, media barca hinchable enterrada en la arena,
un par de cascos de motos y un montón de garrafas que huelen a gasoil y que no
son precisamente de los bañistas.
Mi entusiasmo no es solo por la cantidad de basura, ni por si el
grupo era más o menos numeroso. Mi felicidad esta cimentada en quien se ha
congregado allí.
La actividad estaba organizada por Carrefour y P&G a través de
sus políticas de Responsabilidad Social Corporativa y su proyecto “Mi playa sin
plásticos”, que llevan realizando desde hace cinco años por toda España. Ellos
convocan, ponen el dinero para hacerlo posible, ellos se llevan los aplausos y
los impactos publicitarios. Y me parece perfecto, maravilloso, porque sin su
iniciativa, sin su compromiso e inversión, (otros pueden hacerlo y no lo hacen)
quizás todo sería más difícil. Pero a partir de ahí hay mucho más.
Otra empresa, esta vez una almeriense, Luxeapers, también con
capacidad para organizar un evento de esta índole, ha decidido colaborar en la
iniciativa. Por un día ha parado maquinas, ha dejado de envasar encurtidos en
Nacimiento que exportan por todo el mundo, para trasladar a todos sus
empleados, casi 60 personas, a las únicas playas vírgenes que quedan en la
provincia. Ese gesto para mí lo dice todo y, además de generoso, me parece muy simbólico:
cambiar el bien personal por el bien común.
Pero además de las empresas, tres IES, Santo Domingo, Murgi y el
SEK Alborán han colaborado en la actividad. Jóvenes y profesores del municipio
que por primera vez han visitado el Espacio Protegido, que han visto los
jóvenes flamencos alimentándose en las viejas salinas, que han descubierto que
tienen más bosques de los que creían cerca de su casa, que han conocido unas
playas que ni siquiera sabían que existían. Jóvenes que han demostrado que se
puede contar con ellos, que solo tenemos que pedírselo, que necesitan menos
consejos, menos paternalismo y menos sistemas educativos arcaicos en los que se
premia solo su memoria y más confianza en ellos, más ejemplo, más oportunidades
de ser escuchados, de poder formar parte de las decisiones, de los procesos, de
la sociedad que está marcando su futuro y que no es capaz de adaptarse a las
nuevas demandas, emociones, sensaciones y realidades que les ha tocado vivir a
estos chicos y chicas, que no olvidemos, han vivido tres crisis económicas y
una sanitaria. Ojalá se uniesen y se atreviesen a pedirnos responsabilidades
por el mundo que les hemos creado.
También dos administraciones han colaborado, el Ayuntamiento del
Ejido y la Consejería de Desarrollo Sostenible de la Junta de Andalucía, que
han puesto los vehículos para transportar los residuos hasta el punto de
recogida, para hacer que el esfuerzo de los participantes tenga el doble de
resultados, de recompensa. Puede parecer nimia y obligada su colaboración, pero
no crean que es tan fácil gestionar que tipo de cosas en un sistema burocrático
tan encorsetado. Por eso le doy tanto merito.
Y en esta suma de voluntades, de buenos ejemplos, no podían faltar
las asociaciones de educación ambiental, que también han trabajado
conjuntamente durante dos meses, una desde Madrid, Paisaje Limpio, y otra desde
El Ejido, El árbol de las piruletas, para hacer todo esto posible, para
recordarnos que debemos pensar globalmente, pero actuar localmente.
Hoy, mañana será el tiempo de las preguntas incomodas y de las respuestas vergonzantes, siento que otro mundo es posible, que aún tenemos esperanza para cambiar nuestro destino, para construir un futuro más sostenible, más participativo, más igualitario. Hoy me han reforzado la idea de que juntos somos más fuertes, invencibles, y que, como cantaba Manolo García, nunca el tiempo es perdido, es solo una ilusión.
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