Apenas habían pasado unas pocas horas desde su presentación, cuando se descubría la primera de las mentiras que esconde el Presupuesto que ha elaborado el Gobierno de PP y Ciudadanos en Andalucía para 2022: los ingresos de las cuentas andaluzas están inflados en 1.000 millones de euros, tal y como reveló la ministra de Hacienda, María Jesús Montero.
La primera, en la frente. Esta expresión popular sirve para ilustrar el despropósito originado por Moreno Bonilla desde el minuto uno con unos presupuestos que, dicho sea de paso, no han sido consensuados con el PSOE de Andalucía, a pesar de la mano tendida al diálogo que le hemos manifestado los socialistas al presidente andaluz.
Por lo tanto, las cuentas para el próximo año ya parten con una mácula de irrealidad, con una carta bajo la manga, descubierta en la primera mano de la partida, que celosamente se guardaban PP y Ciudadanos para confrontar con el Gobierno de España y, de esa manera, tener entretenido al personal.
Más allá de este fallido intento de hacer trampas, los Presupuestos de Andalucía para el próximo año se sustentan en un principio neoliberal –bajar los impuestos a los que más tienen– que destruye de inmediato la propia idea lanzada por la derecha andaluza de que estas cuentas están exentas de ideología. Nada más lejos de la realidad.
Además, de forma reiterada, la Junta de Andalucía tira de propaganda sin rendir cuentas de lo prometido en años anteriores. Deberían comenzar por ahí, sería bueno repasar lo prometido en años anteriores y ver si se ha hecho o no, o en qué estado se encuentra lo que anunciaron.
En cualquier caso, lo que es evidente es que estas cuentas se alejan sobremanera de las necesidades que tiene la gente, especialmente de las relacionadas, por ejemplo, con la sanidad pública. La provincia de Almería necesita nuevas infraestructuras, aquellas que se han prometido y que ya acumulan grandes retrasos con Moreno Bonilla, pero también más profesionales sanitarios en Atención Primaria y en los hospitales de la provincia.
No es de recibo que las plantillas se reduzcan, que no se cubran las sustituciones, que se anuncien contrataciones después de haber despedido a 8.000 profesionales sanitarios o que no haya ningún plan para reducir unas listas de espera que son desesperantes.
De la misma manera, no hay nada en estos presupuestos para impulsar el empleo, para iniciar la recuperación económica o iniciativas que supongan una apuesta real por los jóvenes. En esto, la derecha, también se lava las manos.
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