En la misma semana que 400 pescadores se manifestaban en el puerto
de Almería por las restricciones de la Unión Europea a la pesca de arrastre y
nuestro ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, aparece
airado y beligerante anunciando una defensa a ultranza del sector ante la nueva
política pesquera que se está decidiendo ahora en Bruselas, la Asociación para
la Conservación de la Fauna Marina PROMAR ha realizado en Adra, las jornadas “Aunando
esfuerzos: Pesca y Conservación”.
Su coincidencia ha sido solo una casualidad del destino, porque
esas jornadas, con ese título tan contundente, claro y muy bien puesto, se
planificaron hace casi dos años, cuando se presentaron a las ayudas para
presentar proyectos dentro de la “Estrategia de desarrollo local participativo
del GALP poniente almeriense”. Caprichos del azar aparte, el objetivo principal
de las jornadas era sentar al sector pesquero y conservacionista, o dicho de
otra manera, el sector productivo, el que mira solo su ombligo y las cuentas de
resultados, con el sector social, el que piensa en el bien común, y que durante
tantas décadas ha sido señalado como portadores de males augurios y un freno al
desarrollo económico.
Este tipo de encuentros hace unos años eran impensables, porque el
mar le seguía llenando las redes, y eso de aplicar principios de precaución en
base a resultados científicos, que presentaban un ecosistema marino deteriorado
y a punto del colapso, no iba con ellos. Sin embargo ahora, las cosas han
cambiado, porque las redes sacan más basuras, algas exóticas, y menos pulpos,
jibias y boquerones. Ya no son hipótesis, ahora son realidades, y como en el
resto de sectores, las ONGs no solo ya no están mal vistas, sino que son
invitadas y escuchadas porque son las que están proponiendo nuevos modelos
productivos, donde se garantice la rentabilidad y sostenibilidad del sector
pero también la conservación de los ecosistemas.
Esa nueva visión para solucionar los problemas generados por el
binomio hombre y naturaleza, economía y medio ambiente, es la cogestión.
Practica que ya se puso en marcha durante los años setenta en Alemania en el
sector del carbón y el acero para que los trabajadores tuviesen representación
en los órganos de dirección. Quizás no tuviesen esos objetivos
conservacionistas que tenemos en este momento de la historia, pero si la idea
de que las decisiones hay que tomarlas entre todos los interesados, intentando
alcanzar las posturas intermedias que beneficien a todos, y no solo a unos
pocos como ha estado pasando hasta ahora.
Aplicados a este sector, los instrumentos de cogestión, que ya se
están llevando a cabo en otras pesquerías españolas que entraron en crisis por
las generales leyes europeas, que como el resto de leyes, se olvidan de los
pequeños y benefician a los grandes productores, lo que promueven es que la
gestión de los caladeros la hagan los propios pescadores, que son los grandes
conocedores de la mar, pero con el apoyo, asesoramiento y respaldo de la
ciencia, la política y los movimientos sociales. Esta manera de trabajar
implica reuniones, debates, dialogo, consenso, pero garantiza que la gestión se
flexibilice en base a unos datos científicos actualizados de forma continua y
no a largo plazo como sucede ahora.
Puede parecer una utopía, porque no nos han enseñado a trabajar
así, porque no nos han educado para trabajar en equipo, a escuchar al que no
piensa como tú para llegar a acuerdos que beneficien a todos, pero ya se está
utilizando con éxito por ejemplo en Cataluña, en la Costa Brava, donde las
pesquerías de sonso, Gymnammodytes spp, entraron
en crisis en el 2012 porque no cumplían con los requisitos legales que imponía
Europa en esas leyes tan generales. A través de un comité de cogestión donde se
encuentra el Ministerio de Medio Ambiente, la Generalitat, el CSIC, las 26
embarcaciones del sector y el sector civil a través de Greenpeace y WWF, han
conseguido regularizar la pesquería del sonso, y multiplicar por diez el precio
del producto. En palabras de los pescadores, trabajan menos y cobran más,
porque son capaces de autogestionar los caladeros, llegando a ser ellos los
primeros en poner las sanciones a quien no cumpla las normas. Si somos
conscientes del problema, de hacernos responsables de las soluciones,
necesitaremos menos prohibiciones y menos policías.
Así que el futuro de la pesca no pasa por aumentar las cuotas y ampliar los periodos de captura, sino por cambiar el modelo donde se prime a los pescadores artesanales, locales, que generan un impacto mínimo y mucha riqueza en el territorio, frente a las grandes buques que están en manos de unas pocas empresas que esquilman los mares para llenarse los bolsillos; donde se apliquen nuevos avances científicos a las artes de pesca para hacerlos realmente selectivos; donde se busque nuevos canales comerciales para sacarle la máxima rentabilidad a los recursos marinos, y donde se garantice, por supuesto, la conservación de los mares. Solo aunando esfuerzos, trabajando conjuntamente, podemos garantizar el futuro del sector y la naturaleza, si no lo hacemos perderemos el tiempo quemando contenedores, desgañitándonos y despotricando en el bar contra los políticos que toman decisiones a miles de kilómetros y que ni siquiera ven las noticias, porque ellos las hacen, ellos las generan. Seamos nosotros, unámonos para cambiar el modelo económico, para crear un mundo más sostenible, más humano, menos capitalista, un mundo nuevo.
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