¿Quiere ganar el PSOE en Almería, El Ejido y Roquetas?

Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería

Pasaban pocos minutos de la madrugada del domingo 8 de noviembre cuando en una de las habitaciones habilitadas como oficina del hotel Pez Espada en Torremolinos José Luis Sánchez Teruel y Juan Espadas alcanzaban el acuerdo. El secretario provincial socialista abandonaba la primera línea y sería Juan Antonio Lorenzo el llamado a liderar un nuevo tiempo en el partido. Teruel ya sabía desde hacia semanas que su continuidad era inviable. No porque no pudiera ganar en unas primarias, que eso nunca se sabrá (aunque mi apuesta es que no; el aparato de Madrid y Sevilla hubiera utilizado toda la metralla para impedirlo), sino porque su presencia en la cúspide del partido perpetuaba la incomunicación entre la dirección almeriense con Madrid y con Sevilla. Espadas se lo dijo a Teruel con la misma claridad con que a Espadas se lo dijeron desde Madrid: La continuidad en el liderazgo del PSOE era incompatible (las facturas de los sanchistas almerienses había que pagarlas) con las aspiraciones de los que habían apoyado a Sánchez y a Espadas.   

Desde las primarias que dieron el triunfo a Pedro Sánchez frente a Susana Díaz, la dirección de la avenida de Pablo Iglesias no tuvo acceso a ningún puente que les comunicara con Moncloa o Ferraz. El susanismo derrotado de los primeros no era una tarjeta de visita aceptable en la sede de los triunfadores y, si hubo alguna posibilidad de mantener una relación, aunque mínima, ya se encargaron los sanchistas de la primera ola de hacerla saltar por los aires.  

La historia del PSOE almeriense siempre ha estado envenenada, no por diferencias ideológicas o estratégicas, sino por el cainismo tribal de quienes se creen herederos a perpetuidad de las llaves del templo. Un comportamiento endémico que ha contribuido a consolidar la hegemonía del PP de forma abrumadora en Almería capital, El Ejido y Roquetas (aunque aquí en menor medida desde las ultimas municipales) durante los últimos veinte años. En estas tres ciudades no es que el PSOE lleve dos décadas sin ganar, que ya es revelador de su impericia. Lo verdaderamente grave es que trasmite la imagen de que no quiere ganar. Si aspiras a cambiar el rumbo es estúpido mantener la misma hoja de ruta o, como escribió Einstein, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Después de observar el recorrido desde los 90 hasta ahora y a la vista de los fracasos cosechados no es arriesgado llegar a la conclusión de que siempre se hace lo mismo porque no se buscan con convicción resultados distintos. 

El PSOE se ha acomodado a la derrota en los tres grandes núcleos urbanos de la provincia y, lo que es peor, en el caso de la capital, no es que no quieran ganar, es que se ha convertido en un fortín para preservar el poder en la sede y no en una organización que aspire a ganar la alcaldía.

El espectáculo de las afiliaciones masivas cuando hay primarias y la catarata de bajas cuando la consulta ya se ha celebrado hace tan evidente la supremacía del clientelismo como táctica y la acumulación de clientelismos como estrategia que revela la causa principal de su carencia de objetivos mas allá de controlar las llaves de un templo en el que cobijar a los apóstoles del socialismo prehistórico. Hay que reconocer en su descargo que es la única agrupación de toda España en la que el guerrismo no solo ha superado a quien lo inventó, sino que todavía continúa mandando. Se creen tan decisivos en las victorias de Sánchez y Espadas sobre Susana -y eso fue la única provincia en la que perdieron- que algunos, en su soberbia, han llegado a calificar de traidor a Espadas porque no apoyó explícitamente a su candidato en las primarias que dieron el triunfo a Lorenzo.   

El nuevo secretario general socialista ha llevado a la práctica a través de una ejecutiva de integración su voluntad de acabar con tan inútil lucha tribal. El tiempo dirá si lo consigue. Lo tendrá difícil. En el PSOE hay grandes especialistas en mover el incensario siempre a favor del viento. Que no se fíe de ellos porque, aunque ahora hayan guardado las espadas (¿por imposición de Espadas desde Sevilla y Santos Cerdán desde Ferraz?), están dispuestos a sacarlas en la primera ocasión en que perciban que su poder de influencia o su estatus corre peligro.  

Las municipales de 2023 desvelarán si Lorenzo alcanza su objetivo de disputar al PP con opciones de triunfo las plazas más importantes y la Diputación, o si se perpetúa la pasividad de quien se siente mas cómodo en la oposición (se cobra casi igual y se trabaja poco) que en el gobierno. Solo habrá que esperar a ver si, meses antes de las primarias en la capital, una nueva oleada de seguidores socialistas llega a la sede para afiliarse con la misma rapidez con que el ¨día después¨ de la votación del candidato o candidata (los apóstoles decidirán quien les conviene más para continuar teniendo las llaves del templo), correrán a darse de baja.  

Si no hay oleada, Lorenzo habrá logrado la integración que sus antecesores no alcanzaron. Si la hay, su estrategia habrá fracasado. Y haría bien en no confiar en quien mientras con una mano mueve el incensario, en la otra lleva un puñal guardado.

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